La presencia constante de personas en busca de refugio ha reconfigurado la economía local, generando una fuerte dependencia en sectores formales e informales. Sin embargo, este flujo también ha atraído la atención de redes criminales
La presencia constante de personas en busca de refugio ha reconfigurado la economía local, generando una fuerte dependencia en sectores formales e informales. Sin embargo, este flujo también ha atraído la atención de redes criminales
Tapachula es la ciudad más importante del sur del estado de Chiapas y es la segunda más poblada después de Tuxtla Gutiérrez.
Este lugar es conocido por tener una vegetación tropical con ecosistemas variados y por contar con una alta presencia de migrantes.
En los últimos años, ha estado involucrada en el flujo masivo y la retención prolongada de los mismos, un fenómeno que ha reconfigurado la economía local y generado una dependencia económica amplia que abarca desde empresarios, vendedores informales, taxistas, propietarios de hoteles y hostales, restauranteros, funcionarios públicos, así como administradores de albergues.
¡Ya tenemos canal de WhatsApp! Únete aquí
Ante la llegada de personas provenientes de Centroamérica en busca de regularizar su situación con el Instituto Nacional de Migración (INM) o la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), Tapachula se ha convertido en un punto importante de retención y tránsito.
Esto ha causado que la economía formal e informal experimente ingresos de múltiples sectores, los cuales dependen directamente de la presencia de migrantes, quienes consumen bienes y servicios, alquilan habitaciones, utilizan transporte y generan una demanda constante.
Sin embargo, esta dinámica está atada, pues donde hay personas, circula dinero y cuando aparece el flujo económico, surgen mafias interesadas en apropiarse de estos recursos.
El narcotráfico en la vida cotidiana
Durante el día, los albergues permanecen casi vacíos, ya que muchos migrantes salen a trabajar, a realizar trámites o simplemente a buscar un respiro fuera de los espacios cerrados. Por la noche, estos lugares se llenan nuevamente, y los migrantes se reúnen en los salones principales, conversan, ven televisión o intentan mitigar el calor, pues en esta región puede alcanzar hasta 38 grados centígrados.
En vista de una nueva oportunidad, estructuras criminales aparecieron con el fin de explotar las vulnerabilidades de los migrantes y la economía que los rodea. Sin embargo, quienes mantienen en el puesto más alto a los líderes, son los peldaños más bajos de este entramado delictivo.
De acuerdo con información publicada por InsightCrime, fundación que estudia amenazas de seguridad nacional y América Latina, entre los personajes que forman parte de esta red, figura “Poison", quien cuida los baños de uno de los albergues más grandes e importantes de Tapachula.
Mantente al día con las noticias, únete a nuestro grupo de WhatsApp
Su rutina nocturna en el albergue implica mantener los baños limpios así como evitar que se utilicen para actividades ajenas a su propósito, como el consumo de drogas o encuentros sexuales, por lo que se convierte en un actor clave en la micro dinámica criminal.
Una noche de febrero, un grupo de hondureños se acerca a Poison, le entrega discretamente un pequeño rollo de billetes y le pide que les consiga droga. La transacción se realiza con naturalidad: Poison acepta el dinero, sale del albergue y regresa 20 minutos después con dos pequeñas bolsas de plástico que contienen un polvo blanco, identificado como cocaína.
La escena se desarrolla con códigos propios. “Poison”, antes de entregar la droga, decide consumir primero. “Voy yo primero. Yo me di el rifón”, afirma antes de entrar al baño. Al salir, sonríe, satisfecho. La jornada de cuidar los baños resulta extenuante, y Poison reconoce que necesita algo más que café para mantenerse despierto.
“A mí me llega más la marihuana, pero aquí no se puede fumar porque huele mucho. Por eso hay que conseguir algo más discreto”, explica a InsightCrime, evidenciando la adaptación de los hábitos de consumo a las restricciones del entorno.
La venta de drogas al menudeo en los alrededores del albergue está controlada por una pequeña célula del Barrio 18, integrada por migrantes hondureños, salvadoreños y algunos mexicanos. Esta organización, aunque limitada en poder, ejerce una influencia significativa en la vida cotidiana del lugar.
El administrador del albergue y los residentes más antiguos coinciden en que el Barrio 18 actúa como un mecanismo de control interno.
“Si hay algún problema con algún loco que venga de Honduras o El Salvador y allá haya estado en la pandilla, el jefe los llama a ellos y rapidito lo ponen quieto”, relata “Poison”, describiendo la función de estos grupos como garantes del orden dentro de la comunidad migrante.
Con información
infobae.com
¡Suscríbete a nuestro canal de YouTube! Aquí