La actriz mexicana Jacqueline Andere recibirá hoy sábado el Ariel de Oro en reconocimiento a sus 67 años de carrera, en la que ha hecho historia en el cine, el teatro y la televisión.
La actriz mexicana Jacqueline Andere recibirá hoy sábado el Ariel de Oro en reconocimiento a sus 67 años de carrera, en la que ha hecho historia en el cine, el teatro y la televisión.
A sus 87 años, Jacqueline Andere se dice afortunada, pues aquello que soñó de niña, aquel fuerte deseo de convertirse en una actriz importante como Libertad Lamarque, María Antonieta Pons, Silvia Pinal o Ninón Sevilla, a quienes veía junto a su nana Lupita en las películas cuando se escapaban por las tardes al cine, se hizo realidad y ha podido vivir de ello desde hace más de seis décadas. Ahora, esta actriz recibirá hoy, de parte de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), el Ariel de Oro en reconocimiento a su aporte y trayectoria.
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“Para mí, este Ariel significa muchísimas cosas. En primer lugar, es el reconocimiento de una trayectoria de 66 años. Es, como se diría muy coloquialmente, la cereza del pastel a una trayectoria de tantos años trabajando en todo, pues he hecho circo, maroma y teatro. Mejor pregúntame qué no he hecho”, comenta Andere con una gran sonrisa y desde la intimidad de su casa.
Andere, quien actualmente se encuentra protagonizando junto a Sergio Basañez la obra La velocidad del otoño, se siente emocionada por el hecho de estar a unas horas de ser celebrada por la comunidad cinematográfica en Puerto Vallarta, donde se llevará a cabo este año la ceremonia del Premio Ariel y comparte con Excélsior cómo se ve a la distancia.
“Bueno, a la distancia me veo con mucha nostalgia. Me veo como una chamaca de 16 años que se quería comer el mundo. Mucha gente me pregunta que si desde jovencita yo quería ser actriz y la respuesta es que sí. Tenía una nana divina a la que adoré tanto y ella me llevaba al cine. Le decía: ‘Vamos al cine’, en vez de irme a estudiar por las tardes a la escuela a la que iba, que era el Liceo Franco Mexicano, nos íbamos al cine y me chutaba dos o tres películas. También me llevó a ver a María Victoria, cuando era todo un escándalo, me llevó a verla al Teatro Blanquita y gracias a estas experiencias nació ese deseo de ser actriz”, rememora Andere.
María Esperanza Jacqueline Andere Aguilar, nombre de pila de la intérprete que ganó una Diosa de Plata en 1967 a Mejor Coactuación Femenina por El ángel exterminador, se pone reflexiva y tras una pausa en la que busca traducir en palabra lo que siente su corazón, habla de lo que para ella es la actuación.
“La primera palabra que sale de mi es el vivir personajes, sobre todo en teatro. Vivir personajes en teatro, que es lo que más me gusta hacer, es lo más demandante. Que te metas en ese papel, que salgas de tu camerino, te vayas a tu casa y se te olvide para al otro día volverte a meter ahí”, comparte Andere.
Inicia su sueño
Luego de ser enviada por su madre, primero con unas tías a Michoacán como castigo por andar de noviera y después a San Francisco, lugar que fue su residencia durante unos años luego de que su madre se casara con un estadunidense, la joven Andere regresó a la Ciudad de México luego de ganarse un viaje en la escuela en la que estudiaba por haber sido quien más vendió boletos para una fiesta.
“Yo era la más bonita, por supuesto, y a la más bonita le compraron más boletos”, sonríe la actriz con porte elegante. “El premio fue venir a la Ciudad de México por cuatro días y ya no regresé. Le hablé a mi mamita y le dije: ‘Yo ya no regreso, aquí me quedo’. Sólo traía una maletita y le dije que yo me quedaba aquí porque quería ser actriz. Simplemente seguí mi instinto y ya no regresé a Estados Unidos”, comparte la actriz, sentada en su sillón, en el que bebe una taza de té verde.
La actriz, quien trabajó bajo las órdenes de Luis Buñuel en El ángel exterminador, contó que al ser hija de una mujer que se casó en siete ocasiones, nunca se enfrentó a los clichés de la época que decían que ser actriz era “de lo peor”.
“No, no, yo no tuve quién me lo dijera. Al contrario, mi mamita me apoyó siempre. Me dijo: ‘¿Tú quieres ser actriz? ¡Pues vas a ser actriz! Vamos a probar que te recomienden a la Academia’. Y así llegué a la Academia Andrés Soler en donde conocí a un maestro apellidado Moya, quien estaba trabajando en la primera versión que se hizo en teatro de Drácula, que se montó en el Teatro Milán. Y fue ahí que comencé a trabajar”, cuenta la madre de la también actriz Chantal Andere.
Se abren las puertas de la televisión
La consagrada actriz recuerda que fueron diez años los que estuvo tocando puertas en Televicentro —hoy Televisa— y durante mucho tiempo fue extra. Aceptaba papeles muy pequeños, en los que sólo se le escuchaba decir una palabra o emitir un gritito y tras varios años de trabajo la suerte le sonrió cuando dos personajes claves en su carrera le dieron una oportunidad.
“Una carrera como la mía no se hace sola, se hace gracias a gente que cree en ti, como en este caso, a quien siempre le doy las gracias en primer lugar es a Luis de Llano Palmer, pues él fue quien me dio mis primeras oportunidades de hacer teleteatro y era un hombre de mucho corazón, una persona muy buena”, relata con un aire de nostalgia.
“Después, un día alguien le dijo a Ernesto Alonso (El señor telenovela) que había una muchachita que andaba en distintos programas y él iba a empezar una telenovela que se iba a llamar La leona con Amparo Rivelles, un monumento de mujer, y Guillermo Murray, un hombre guapísimo y linda persona. Tuvo un éxito tal la novela y yo ya no paré de trabajar con Ernesto. Seguí con él haciendo una y otra, y otra telenovela. Hicimos, por ejemplo, la primera versión de Corazón salvaje, la hice con Enrique Álvarez Félix, Enrique Lizalde y Julissa. Y pues así siguió la vida y qué te digo, hice como 50 o 60 telenovelas”, cuenta con una sonrisa la actriz de El maleficio y El vuelo del águila, en la que interpretó a Carmen Romero Rubio, esposa de Porfirio Díaz.
Pedía fiado
Nacida el 20 de agosto de 1938 en la Ciudad de México, Jacqueline Andere vivió una época muy distinta a la actual cuando empezó a trabajar. Contrario a lo se experimenta hoy en día, que en la televisión se usa apuntador, a ella te tocó tener disciplina y aprenderse siempre sus líneas y todo se hacía en vivo, por lo que si había cambio de vestuario, tenía que correr, colocarse detrás de un panel, vestirse y colocarse el micrófono.
Con respecto al vestuario, Andere recuerda que eran los propios actores los que tenían que llevarlo para poder trabajar.
“No, no nos daban la ropa. Yo pedía fiado y me iba al Centro, en donde había muchas tiendas de judíos y yo iba a sacar crédito ahí. Siempre traía yo ropa bonita, siempre me gustó la ropa, me encantaba estar bonita y verme bien según el papel que iba a hacer en pantalla. Entonces nosotros llevábamos la ropa, ya fueran suéteres, blusas, todo. ¡Me acuerdo tanto de eso, Dios mío!”, expresa la protagonista de obras de teatro como El inconveniente, Un tranvía llamado deseo, Romeo y Julieta o Mujeres de ceniza.
¿Se arrepiente de algo?
A la distancia y con poco más de seis décadas de trayectoria, se le cuestiona a Andere si hay algo de lo que se arrepiente en su vida.
“Quizá sí hubiera cambiado algunas cosas. En teatro no porque he hecho todo lo que he querido, pero me hubiera gustado hacer películas más importantes, pero en aquella época la gente que hacía cine estaba peleada con la que hacía televisión. Entonces no tuve oportunidad de hacer películas que quedaran en la historia, más que la de Buñuel y con ésa me conformo. Pero sí me hubiera gustado hacer más cine porque hice mucha, mucha televisión, aunque bueno, lo que te da popularidad es la televisión. El teatro te da prestigio y el cine te da eso de que te quedas ahí. En la televisión desapareces, pero en las películas quedas plasmada”, reflexiona la intérprete, quien fuera muy amiga de la finada Silvia Pinal.
Su lado personal
Durante la charla con
Excélsior, la señora Jacqueline Andere, quien piensa que va a poner su Ariel de Oro junto a un cuadro de Eva Perón que ésta le dedicó a su ya finado esposo José María Fernández Unsáin, quien fuera su ministro de Cultura en Argentina, se sinceró sobre algunos detalles muy personales de su vida.
De entrada habló de su mamá, la señora Jacqueline Aguilar, a quien Andere amó con todo su corazón y cuidó hasta sus últimos días.
“Mira, hubo un tiempo en el que yo estaba como enojada con mi mamá. Será porque no fuimos familia porque ella (estaba) en su mundo. Era tan guapa mi madre, era guapísima y los señores no la querían para amiguita, la querían para su esposa. Entonces tenían un promedio de duración sus matrimonios como de cuatro años, con otro duró cinco. Yo vivía en México y ella en Estados Unidos y yo sentía que me faltaba mi mamá, pero pasan los años y se casa con uno de sus primeros novios, se reencuentran, se casa con él y ya vivía cerca de mi casa en el Pedregal y entonces ya veía más a mi mamá. Me iba a comer con ellos, se llevaban muy bien y entonces yo ya empecé a tener a mi mamá y la empecé a amar mucho. Se muere su esposo, me la llevo conmigo y la cuidé 20 años. La amé mucho, mucho, mucho”, relata con voz entrecortada.
Al igual que ella, su madre sólo tuvo una hija a pesar de haberse casado en siete ocasiones —uno de esos matrimonios se anuló—.
“Nunca le pregunté por qué no tuvo más hijos. Me quedé con muchas preguntas. Quizá ya no pudo tener más. A veces pienso que yo algo le dejé mal porque me tuvo a los 15 años, que en aquella época era inaudito”, comparte Andere, quien recuerda que su madre fue de las primeras mujeres que en México usó pantalones, los llamados pantalones slacks.
Al hablar de la coincidencia de que también ella como su madre sólo tuvieron una hija, se le preguntó a Andere qué significa su propia maternidad.
“¡Es lo máximo! Yo no me veo sin mi hija. El otro día se lo dije: ‘¿Qué hubiera sido de mí si no te hubiera tenido a ti?’. ¡Qué soledad tendría yo. Hablamos siempre y me regaña porque se invierten los papeles, ya se volvió mi mamá. Así pasa y es justo lo que abordamos en la obra de teatro en la que estoy, que es La velocidad del otoño”.
El amor maduro de Jacqueline Andere
Aunque acepta que fue muy noviera de joven, Jacqueline Andere se casó en una ocasión con el argentino José María Fernández Unsáin, padre de Chantal Andere y de José María Fernández Pirru.
Desde que vio a José María Fernández Unsáin, director, productor y dramaturgo argentino, Andere supo que él era el indicado. Ambos coincidieron luego de que él la quiso conocer —plan con maña— para invitarla a trabajar a la cinta Las bestias jóvenes, donde Jacqueline y Alma Delia Fuentes interpretaban una historia de amor.
“A mí me gustaban los hombres mayores, yo nunca veía a los jóvenes, pero era por la figura paterna que yo nunca tuve. Yo le decía a Diosito: ‘Ay, Diosito, mándame a un hombre que me ayude en mi carrera, un hombre mayor”. Diosito me mandó a José María, Diosito me lo dio. Yo tenía como 28 años y él me llevaba 25 años”, relata Andere sonriendo y viendo el cuadro de su esposo que está en la sala.
Aunque se amaron mucho, tenían ciertas diferencias, como el hecho de que a ella le encantaba la fiesta y a él no.
“Eso de amanecernos en las fiestas a él no le gustaba y a mí sí. Estábamos en alguna reunión y a las dos de la mañana me decía: ‘Ya vámonos’. Y yo le decía: ‘Ay no, papi, está muy buena la fiesta’. Él me respondía que entonces me quedara y que él se iba. Entonces yo me quedaba y llegaba a la casa como a las 6 de la mañana. Él se daba unas enojadas y no me hablaba en tres días, ése era mi castigo, pero yo le agarraba la onda y sabía cómo manejarlo, porque los dos somos Leo”, cuenta entre risas la actriz.
Tras hora y media de charla con Excélsior, Andere dice ser a sus 87 años una mujer plena y con muchas ganas de seguir siendo actriz, profesión que ama y por la cual siente mucha pasión. Es consciente de que los tiempos han cambiado, que ahora existen muchas opciones de entretenimiento y plataformas, no como antes, que sólo había dos televisoras. También que antes ella trabajaba en teatro de martes a domingo y con varias funciones al día, y que hoy sólo lo hace los fines de semana.
“Yo viví la época de oro de la televisión. Fue padrísimo y viví la época de oro de todo. Te matabas trabajando, pero era muy bonito”, cuenta la protagonista de la cinta Yesenia.
Al ser muy honesta sobre su vida, carrera y temas muy íntimos de su vida, se le preguntó si ha pensado en la muerte, si es un tema que llega a cruzar su mente.
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“Mira. Lo he pensado porque yo quisiera vivir muchos años para disfrutar a mis nietos y a mi hija. Por eso nada más, pero a mí la muerte no me da miedo. Me daría más miedo cuando empiezas a perder la memoria o se te van las palabras. Hay personas que están brillantes hasta los 90 años o más de sus mentes, y yo ya cumplí los 87 años y aquí sigo, feliz de poder recibir este sábado el Ariel de Oro”, remata doña Jacqueline Andere.
Con información del Excelsior