En Las Choapas, un sillón del amor protagonizó una fuga digna de telenovela. El famoso “Kamasutra” del Motel Fantasía fue robado… y regresó arrepentido antes de la medianoche.
En Las Choapas, un sillón del amor protagonizó una fuga digna de telenovela. El famoso “Kamasutra” del Motel Fantasía fue robado… y regresó arrepentido antes de la medianoche.
Nadie en Las Choapas hubiera imaginado que un mueble pudiera tener tanta fama como un político en vísperas de elecciones… pero, el sábado primero de noviembre, a las siete con doce minutos de la noche, un sillón llamado “Kamasutra” —voluptuoso en su forma y discreto testigo de incontables historias anónimas— decidió salir del Motel Fantasía sin pagar la cuenta.
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O, para ser más precisos, fue secuestrado por una pareja joven, de esas que entran con más prisa que culpa y salen con más secretos que tiempo.
Apenas ocho minutos duró su visita. Ni la cama alcanzaron a desacomodar.
“Entraron a las siete doce y salieron a las siete veinte”, recuerda el administrador del motel. “Todo normal, pagaron, anotamos la hora… y cuando la trabajadora entró a limpiar, ya no estaba el mueble”.
El “Kamasutra” no es un mueble cualquiera. Es una especie de trono del deseo, diseñado para acrobacias sentimentales que desafían la física y la moral. Su ausencia dejó un hueco más grande que el que ocupa su estructura metálica.
La trabajadora, acostumbrada a encontrar desde calcetines extraviados hasta promesas incumplidas, se llevó el susto de su vida cuando vio el espacio vacío. “No estaba el kamasutra”, reportó. En ese instante, el caso pasó de la rutina a la leyenda local.
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El administrador del motel Fantasia, hombre práctico, no llamó a la policía. Llamó a Facebook.
A las 8:15 de la noche, publicó y pidió publicar en la página facebook del periódico PRESENCIA, un mensaje breve, interpretado, casi un conjuro que pudo leerse así: “Se solicita la devolución del sillón Kamasutra. Sabemos quién lo tiene.”
En cuestión de minutos, la publicación se volvió viral. Los choapenses se dividieron entre la risa y la incredulidad. Algunos pedían una réplica del “Kamasutra” para su sala, otros juraban haber visto uno parecido en casa del compadre.
“Muchos quisieran tener un Kamasutra en su casa”, bromeaban los comentarios, mientras el mueble seguía prófugo.
Pero la magia de los pueblos pequeños es que todo se sabe.
Casi una hora después, a las nueve y diecisiete, el ladrón arrepentido regresó. Llegó sobrio de remordimiento, o al menos más consciente de su hazaña. “Ofreció cuatro mil pesos”, cuentan. “Pero no, le dijimos que el mueble costaba seis, o que mejor lo trajera.”
El joven, que según testigos “andaba bien tomado o drogado”, se rascaba la cabeza, rogaba que a cambio del silencio les aceptaran lo que ofrecía y juraba que no sabía dónde lo había dejado. Que el “Kamasutra” se le había perdido. Que tal vez lo olvidó en alguna esquina del deseo o en la cajuela de su culpa.
Acompañado de un pariente cercano, que se solidarizó para evitarle una tragedia mayor, con la dueña de sus quincenas, se retiraron con la esperanza de completar el dinero… o encontrar al extraviado.
A las nueve cuarenta y cinco, como si el mueble tuviera alma y escuchara el clamor de las redes, el “Kamasutra” regresó. Lo bajaron del mismo coche negro en que se lo habían llevado, envuelto en la oscuridad y en una disculpa. No tenía un rasguño. Ni una mancha. Como si el amor, por una vez, hubiera sido limpio.
Pidieron perdón. El administrador aceptó. La historia terminó sin policía, sin denuncia, pero con fama.
Desde entonces, el “Kamasutra” volvió a su cuarto, donde sigue cumpliendo su función con más historias que tornillos.
“Han robado toallas, sábanas, jabones… pero esto sí fue nuevo”, dice el administrador riendo.
Y mientras en Facebook aún circulan los memes del sillón fugitivo, el Motel Fantasía se volvió, por un día, el escenario perfecto de una historia digna de Macondo: donde los muebles se escapan, los amantes se confunden, y el pueblo entero termina riendo, con la certeza de que en Las Choapas, hasta los pecados regresan por donde salieron.
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