* El cobrador de diezmos * En SECOM trasquilan a constructores * Promotora social denunciará a Theurel * La acusó de “no ser mexicana” * Olivares y Adán, ponchados en el IFE * Perredista de Coatza colocó 2 mil 500 taxis en el DF * Lupilla Porras, los pupilentes de Gladys… y de Lupita Félix
Héctor Yunes Landa pudo ser gobernador y terminó siendo un mal presidente del PRI de Veracruz, proclive a pactar con la escoria del priísmo, cómplice de aprendices de caciques.
Viejo, desgastado, se sabe en la ruta final de una carrera que prometía mejor suerte pero que a golpe de sinsabores, errores estratégicos, acuerdos oscuros y traición a la militancia, se pulveriza y se pierde en el laberinto de la indignidad.
Su sueño de ser gobernador de Veracruz se esfumó en el cercano 2010. Ese año increpó al poder desde el Congreso estatal, en aquel memorable episodio en que desde la tribuna reclamó su derecho a buscar la candidatura, y meses después se vio solo, masacrado por la cargada del PRI, desechado, seguido solo por un puñado de leales, que a distancia observaban la imposición de Javier Duarte como extensión del régimen de la fidelidad.
Fue un priísta respondón, hostigoso, incontrolable, que puso al gobernador Fidel Herrera al borde de un ataque de ira cuando replicó que los jóvenes tendrían que esperar, acumular horas de vuelo, generar experiencia y madurar antes de acceder al primer círculo del poder. Era la hora de la vieja guardia, decía Héctor Yunes, no la de la pandilla infantil, los títeres del sultán del Golfo.
Engallado, fue reacio a la planchada fiel. Cuando se expidió la convocatoria para la elección del candidato priísta a la gubernatura, intentó inscribirse. No pudo. Le cerraron el acceso al padrón del PRI y no logró reunir las firmas que se le exigían a los aspirantes. Era la trampa de Fidel Herrera.
Fuera de unas cuantas réplicas, Héctor Yunes se replegó y enmudeció. Transmutó entonces su discurso contestatario por los denarios de Judas, 30 monedas —su incondicionalidad— a cambio de la presidencia del PRI.
Desde ahí, para vergüenza de los suyos, adoptó la doblez como bandera y el sometimiento como blasón. A los pies de Fidel, no hay día en que pregone que el verdadero líder del PRI no es él sino el bisoño Javier Duarte, una expresión de risa loca, burla infame al gobernador, un recién avecindado entre el priísmo de Veracruz, mal visto por los líderes de grupos y que de tareas partidistas no sabe ni la jota.
Urgido de reflectores, también se inventó como analista político. Destripador de ideas, manipulador nato, paupérrima su prosa, usa su espacio como ariete político. Si no lanza golpes sistemáticos al gobierno federal, exalta la falsa predilección de Enrique Peña Nieto, el virtual candidato presidencial del PRI, hacia Veracruz, o lagrimea por el asedio a la libertad de expresión y por la muerte de periodistas, como el caso del columnista de Notiver, Miguel Angel López Velasco. Verbo puro.
Gris, opacado, desinflado, Héctor Yunes ha protagonizado una triste etapa del PRI en Veracruz. Aquí y allá, despegado de las bases, ignorante de quién es quién entre los priístas, insensible a los agravios de muchos, impuso dirigentes que provenían de la oposición o traían el sello de los enemigos del PRI.
Un caso fue Las Choapas. Sabedor de las heridas que abrió Renato Tronco Gómez, primero bajo la sombra del panismo, luego como cómplice de Fidel, generador de odios y rencores de priístas reales que lo increpaban, que se oponían a la postulación de José Luis Rodríguez Bustamante. Héctor Yunes, sin embargo, le entregó el PRI local y terminó siendo su cómplice y solapador.
Días atrás, cuestionado sobre las bajezas que profirió Renato Tronco en su primer informe de actividades hacia el periódico Presencia y su director, Roberto Morales Ayala —se la pasa “chingue y chingue, jode y jode”, dijo el rufián—, Héctor Yunes se olvidó que también es periodista y fingió amnesia para evadir el bulto. “No me enteré”, expresó.
No ha de recordar tampoco el seguimiento puntual que Presencia le dio a su conflicto con Fidel por la candidatura al gobierno de Veracruz, cuando el hoy líder del PRI estatal descalificaba a Javier Duarte, lo veía arribista, manejable, un títere del maestro y doctor Herrera Beltrán.
Se lamentó —de eso sí se enteró— que José María y Miguel Angel Tronco, hermanos de Renato, busquen ser candidatos de la izquierda a diputados federales en Minatitlán y Coatzacoalcos.
Hay una forma de explicar esa simbiosis. En física, los polos opuestos se atraen. En política, el lodo y el lodo se mezclan.
Nada queda de Héctor Yunes, el líder. Descendido a los infiernos de la política, se colude con la escoria del PRI, los enemigos del priísmo y los tránsfugas de la ley.
Quién iba a pensarlo. En lo que vino a terminar.
Archivo muerto
Se llama Arturo Hernández Fidalgo y de él se cuentan historias malas e historias peores. Secretario técnico de la Secretaría de Comunicaciones de Veracruz, es también el ejecutor del diezmo, la pizcacha que obligadamente entregan las compañías por las obras asignadas. “Le está pidiendo a todas las empresas —dice el texto remitido por una fuente lejana— que están recibiendo pagos de anticipo de obra o pagos de estimaciones, el 10 por ciento de lo recibido, incluido el IVA; el pago debe ser en efectivo y ahí en la oficina de SECOM”. Agrega: “Es un verdadero saqueo. No respetan que las obras se hayan ganado limpiamente en concursos abiertos públicos”. Advierte la fuente que en concursos de obra, los costos se castigan para ser competitivos, lo que afecta las utilidades. Y a eso se agrega el pago del diezmo. Hernández Fidalgo juega el rol que antes tuvo Adrián Pérez Martínez, operador de Marco César Theurel Cotero, en la SECOM del régimen fidelista. Más allá de hombres y nombres, no es el diezmo un negocio de niveles medios en la estructura del poder. Es la palanca que financia campañas políticas y que enriquece a la satrapía roja. No lo piden los de abajo ni los mandos medios; lo exigen desde el más alto nivel del gobierno de Veracruz. ¿Adivinen quién? Llegó el mensaje a las 6:29 de la tarde, el 6 de enero, vía internet. Regalo de Reyes…
Bronca fenomenal la que armó Roberto Salas Gutiérrez, secretario de Gobierno de Coatzacoalcos, entre el alcalde Marcos Theurel y promotoras de la colonia Popular Morelos. Puso en manos equivocadas un estudio de mastografía que revelaba un caso de cáncer mamario en una señora de colonia. Lo vio quien no debía y, toda indiscresión, divulgó su contenido provocando el escarnio y comentarios hirientes, violada la intimidad de la enferma. Cuando Roberto Salas recompuso el error y entregó el estudio a quien era su destinataria, quedó en claro que el sobre había sido abierto. Objeto de reclamos, intervino en su favor el alcalde multipolar y la tomó contra la promotora de colonia Evelyn Avilés. Subió de tono el conflicto y Marcos Theurel llegó a acusar —periódico Orale, 20 diciembre 2011— a la dirigente de manipular a la gente; de estar financiada por el secretario de Desarrollo Social del gobierno de Veracruz, Marcelo Montiel Montiel, vía despensas del programa Adelante; de no ser “ni siquiera mexicana”, y le aseguró que su colonia no tendría ni un apoyo más del Ayuntamiento. Acuerpada por los suyos, Evelyn Avilés se le fue encima y amaga con llevar al multipolar de palacio a los tribunales, acusado de causarle daño moral y de imputarle el delito de “no ser ni siquiera mexicana”. Reñir con una promotora social no es lo mejor, y menos siendo alcalde. Marcos perdió el pedigrí…
Graduados en la universidad del fraude, Roberto Orlando Olivares Carrillo y Adán Escobedo Morales no pudieron con su mala fama pública. Quisieron ser consejeros electorales, se inscribieron en el proceso de selección y fueron ponchados. Uno y otro, presidentes de los consejos distrital y municipal del Instituto Electoral Veracruzano en Coatzacoalcos en la elección de 2010, estaban marcados por su vinculación con el PRI y, peor aún, por las evidencias de malos manejos, mapacherías, sobornos a capacitadores y supervisores, según conversación telefónica grabada subrepticiamente, reseñada en Excélsior. El IFE les puso bola negra… ¿Quién es ese mecenas perredista de Coatzacoalcos que colocó 2 mil 500 taxis en la ciudad de México con una inversión de 250 millones de pesos, con la venia de Marcelo Ebrard? Su operadora, una discreta dama, acude periódicamente a cobrar “lo del patrón”, algo así como 400 pesos diarios, o sea 360 millones anuales. Primero los pobres, como dice El Peje López Obrador…
Filosa, hiriente, refería Guadalupe Porras David, entonces alcaldesa de Minatitlán, que su colega de Cosoleacaque, Gladys Merlín Castro, se veía plástica, artificial y naca con sus pupilentes azules, morenita ella. ¿Qué dirá doña Lupilla ahora que su hija, Guadalupe Félix Porras, luce invariables sus azulados ojos postizos, morenita también, que no se los quita ni para dormir? Ese es el síndrome del que escupe para arriba…
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