* El líder de MORENA en Coatza fue operador del PAN, en 2007 * Othón González, de mendigo a millonario * Tres traiciones: a Sami Hayek, a Fausto Fernández y a su tío Oscar
Mil defectos le aquejan a Guadalupe Porras David, próxima lideresa del sector popular del PRI en Veracruz, pero sus peores cartas credenciales son tres: tener un historial de corrupción de alarido; ser políticamente maniquea y traidora, y haber instigado agresiones a campesinos.
Su alcaldía fue un episodio de desgobierno, atropello a la ley y engaño. Oficialmente causó daño patrimonial —que supuestamente ya resarció, con la complicidad del Congreso de Veracruz y el Organo de Fiscalización Superior— por 38 millones de pesos en el ejercicio presupuestal 2009, pero las evidencias marcan irregularidades por más de 200 millones en sus primeros dos años de gobierno.
Tramposa natural, inició su gestión, en 2008, con el uso de más de 140 millones pesos, provenientes de recursos federales para pagos, cuyos cheques no contenían la firma del síndico Noé Hernández. Otra partida, esa sí municipal, de 82 millones 578 mil 530.98 pesos también se aplicó sin los requisitos de ley.
En 2009, según el informe del ORFIS, Guadalupe Porras David incurrió en un sobregiro de 51 millones 926 mil 365.07 pesos, derivada de “la inadecuada gestión financiera e incumplimiento a las disposiciones legales aplicables”.
Pidió un crédito por 10 millones de pesos a Banca Mifel —la institución que colocó los bonos de la fallida bursatilización veracruzana— avalada por un sector del cabildo de Minatitlán, de los cuales no abonó un centavo, y los convirtió en un pasivo financiero.
Tildada como la “abuelita impune”, hizo honor a su mote. De los 8 millones de pesos que recibió de la Secretaría de Protección Civil el gobierno de Veracruz, para ayuda a damnificados, nada reportó en sus estados financieros. Los usó para lucrar electoralmente, pero nada le ocurrió.
Desenfrenada, también se rayó con el programa Peso a Peso del gobierno estatal, del cual liquidó 54 millones 349 mil 815.75 pesos, sin que en los cheques aparecieran las firmas de la alcaldesa y del síndico.
En 2009, Guadalupe Porras, alias La Lupilla, incurrió en irregularidades por 38 millones 630 mil 327.91 pesos.
En suma, según ORFIS, en los ejercicios 2008 y 2009, la ex alcaldesa de Minatitlán manejó a su gusto más de 368 millones de pesos sin apegarse a la ley.
Socialmente fue peor. Despiadada, ventajosa, usó la tragedia para lucrar con la desventura de los minatitlecos. Cada desastre natural le servía para pavonearse en los medios de comunicación, a los que pagaba millonarias sumas por difundir su imagen “altruista”. Usaba los recursos públicos para ostentarse como una santa y en el colmo de la locura, pedía a sus apologistas que la compararan con la Virgen de Guadalupe.
Excedida en su obsesión protagónica, Guadalupe Porras fue atajada por el entonces diputado local y actual alcalde de Minatitlán, Leopoldo Torres, quien declaró a la prensa que la señora presidenta se valía de la desventura de la sociedad para nutrir su imagen personal.
Reina del pantano político, Lupilla Porras hizo de la obra pública un caos organizado. Asignó, por ejemplo, la construcción del puente Capoacán a la empresa SECORT. Se le entregaron recursos por 43 millones de pesos, 30 de ellos erogados por Petróleos Mexicanos, pero la obra no se construyó ni se recuperó el dinero, que presumiblemente sirvió para financiar actos de campaña del hoy gobernador Javier Duarte.
La empresa fue apadrinada por el yerno de la virgen minatitleca, el alcalde de Coatzacoalcos, Marco César Theurel Cotero, entonces secretario de Comunicaciones del gobierno de Veracruz.
Negociante de todo, a sus amigos y compadres les dio obra. Con ellos, sin embargo, también fue implacable. Aportaron el “diezmo” pero al momento de cobrar no había recursos. Públicamente, en desplegados y declaraciones de prensa, le exigían el pago.
Alma vengativa, doña Lupe no se midió tampoco para ordenar un tácito linchamiento contra sus críticos. Uno de ellos, un menor de edad que pegaba cartulinas donde descalificaba su gobierno, fue atacado por los guaruras de la alcaldesa Porras mientras ella rendía su segundo informe de actividades, en diciembre e 2009. Según un oficio suscrito por la entonces regidora Ana María Ribbón Morales, Lupe Porras había amenazado con golpear “a quien ande colgando lonitas el día de su informe”. Sus palabras, pronunciadas ante el cabildo de Minatitlán, fueron grabadas y quedaron como prueba de la autoría intelectual de la agresión. Días después, como lo advirtió, ocurrió la paliza.
Sus tropelías no pararon ahí. Represora natural, Lupe Porras, instigó en enero de 2009 para que los campesinos de las zonas rurales de Minatitlán se le fueran encima al gobierno federal por la falta de reparación de caminos, destruidos por las lluvias e inundaciones, lo que impedía que sus cultivos pudieran ser transportados y comercializados.
Cuando tomaron la autopista Nuevo Teapa-Cosoleacaque y fueron desalojados, apaleados, pateados, tratados con animales, la alcaldesa simuló pena y congoja, que obviamente nadie le creyó. Pagó las fianzas y lloró.
Seis meses después, los campesinos se manifestaron en palacio municipal pues el gobierno federal no se había desistido de los cargos, como se había convenido.
Su gestión terminó en el ridículo total. El cabildo en pleno la denunció ante el Congreso de Veracruz y en la Fiscalía para Delitos Cometidos por Servidores Públicos. Nada ocurrió. Fue solapada. Días después, los ediles respaldaron un plantón y el bloqueo de la avenida principal de Minatitlán por parte de trabajadores a quienes Lupilla Porras les atropelló sus derechos laborales, entre otros el pago de salarios y prestaciones.
Crónica de un desastre anunciado, su último informe de gobierno lo confeccionó entre las sombras. Ante el amago de ser confrontada públicamente, entregó el texto por escrito a un grupo de regidores, sin acto oficial, a escondidas, sin reflectores y sin mayor escándalo, el 30 de diciembre de 2010, en la mayor de las vergüenzas. Salió del Ayuntamiento por la puerta trasera.
Apestada políticamente, confrontada con su mentor, el diputado Flavino Ríos Alvarado, a quien traicionó y quiso aniquilar, y con los líderes petroleros, a quienes arrebató el poder por seis años, Guadalupe Porras salió por piernas de Minatitlán. Encontró en Coatzacoalcos un nuevo nicho para sus fechorías, de la mano de su yerno, el alcalde Marcos Theurel.
Hoy, en camino a su rehabilitación, su carga de corrupción aún vigente, sus atropellos a la ciudadanía y al orden legal, doña Lupilla avizora ser la nueva lideresa de la CNOP, el sector popular del PRI en Veracruz.
Justo lo que los priístas se merecen.
Archivo muerto
A distancia, nada sabe Andrés Manuel López Obrador sobre su operación política en Coatzacoalcos. Desconoce, por ejemplo, que su líder del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), Félix Martínez García, fue operador en 2007 del candidato panista a la alcaldía, Rafael García Bringas. Promovía el voto para el PAN, repartía volantes del PAN, y arengaba a la gente a votar por el PAN. Hoy es, gracias a la aspirante a la diputación federal, la perredista Rocío Nahle García, coordinador de MORENA. Otros más, también protegidos de la señora, todos identificables, furibundos lopezobradoristas, se ganaron un lugar entre el panismo de Coatzacoalcos, premiados por servicios a la patria. O sea, MORENA en manos de Lutero. En la tierra de los ciegos, El Peje es rey…
Diente filoso, instinto animal, Othón González, el publirrelacionista —y algo más— de Javier Duarte, el de la mansión de más de 20 millones en Las Arboledas, en Jalapa, tuvo en Sami Hayek Domínguez a su primer padrino. Fue también al primero que le habría de morder la mano. Sin un centavo en la bolsa, una mano atrás y otra delante, vivía Othón de milagro. Tuvo su primer refugio en un departamento de la avenida Juárez, en Coatzacoalcos, donde Sami le dio cobijo. Su relación era familiar. Othón, más hábil que inteligente, casó con una sobrina del ex empresario y eso lo llevó a ser asiduo anfitrión de Salma, cuando la joven actriz —entonces joven— solía venir a México. La acompañaba a encuentros con la prensa y así se metió entre los medios para luego, entre verbo y copas, venderlos al PRI, en la campaña de Miguel Alemán a gobernador. Tiempo después, conocido el desdén y la ingratitud de Othón, Sami llegaría a expresar: “Me falló mi sobrino, me dio la espalda”. Sami fue el primero en ver mordida su mano. Luego lo haría con el periodista Fausto Fernández Ponte y con Oscar González, otro de sus tíos…
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