* Ser minatitleca y ser hija de Lupe Porras * Túnel sumergido: silencio oficial * Reprime Javier Duarte a #YoSoy132
Cegada por una obsesión, suya y de quienes la patrocinan, Guadalupe Félix Porras de Theurel va construyendo una candidatura sin atinar a percibir la dimensión de su triste y precario escenario: por ser minatitleca y por ser hija de quien es, nunca encontrará la clave, el código de acceso a la política de Coatzacoalcos y, menos aún, la palanca que le permita arrebatar espacios de poder.
Aún así, la niña pródiga del clan Porras no quita el dedo del renglón en su afán de suceder en el cargo a su esposo, el alcalde Marco César Theurel Cotero, no para continuar su patética obra de gobierno —o quizá para hacerlo peor— sino para tapar las rendijas por donde asoma la corrupción, manejos turbios, negocios pestilentes, suciedad a granel.
Encuerdada por su mamá, doña Lupe Porras David, ex alcaldesa de Minatitlán, que es quien realmente quiere comerse al PRI y a los priístas de Coatzacoalcos, Lu-pilla ha entrado en la puja anticipada por la candidatura, sabedora también que si no cuaja el asalto cuando menos pudiera allegarse, de rebote, la diputación local o la sindicatura, algo así como un reintegro de lotería, pues desde ahí podría neutralizar cualquier acción legal contra su tormento de cabecera, el agresivo Marcos Theurel — “Te rompo tu puta madre”—, y de paso salvar el pellejo ella misma.
Su problema estriba en su falsa concepción de la política. Supone que aquella de frase de Julio César, el romano: veni, vidi, vici —vine, vi, vencí— es aplicable a Coatzacoalcos, y que el pasado inmediato de su mentora, Santa Lupe de Minatitlán, el gobierno corrupto que encabezó, es algo para olvidar.
Recién avecindada en Coatzacoalcos, hará dos años acaso, llegó de la mano de Theurel, entonces su novio —noviazgo iniciado en la Secretaría de Comunicaciones de Veracruz— y candidato a la alcaldía. En campaña supieron los priístas de su existencia; de cómo repartía despensas, láminas y todo aquello con lo que se compra el voto. Así incorporó a su ejército de minatitlecos a la política local, desde entonces empeñados en suplantar al gonzalismo de Gonzalo Guízar, al marcelismo de Marcelo Montiel, al chagrismo y Roberto Chagra y al ivanismo de Iván Hillman Chapoy. O sea, ser Lu-pilla la princesa y doña Lupe, la reina madre.
Sin Marcos Theurel, la doñita sería nada. Activista del fraude que los llevó a la presidencia municipal, Lupe Félix transitó de novia a esposa y de ahí a la presidencia del DIF, al que no atiende, por cuyas oficinas ni se para y sólo le sirve para posar la foto y derrochar recursos públicos al venderse como la octava maravilla terrenal.
Sin arraigo, inflada por la publicidad, en un derroche insultante de recursos, maiceando “periodistas” de-a-tanto-la-línea, comprando aplausos indignos, sucia la mano que los escribe y la boca que los pronuncia, Lu-pilla Félix no ha logrado en 20 meses de desgobierno theurelista conformar nuevas estructuras políticas y cooptar a las promotoras sociales, y, sí, en cambio, ganarse su rechazo y hasta el repudio.
Sus quejidos tras la derrota del PRI y de su candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, en el distrito de Coatzacoalcos, hizo expresar a la pareja municipal que las promotoras debían pagar por su traición. Su última puntada, moviendo la mano de su esposo, tuvo un fin perverso, malévolo: mandarlas al diablo y retirarles todo apoyo económico, pulverizarlas pues, al cabo que “de muertas de hambre no pasan”.
En respuesta, lo único ganado es ser vista como una intrusa sin escrúpulos a la que harán pagar por la afrenta. Su origen minatitleco, por un lado, la coloca en desventaja frente al electorado de Coatzacoalcos, que no le ve nada para ser candidata.
Tal desarraigo es sólo uno de sus defectos. Tener a Lupe Porras como manager política es para morirse.
Contrasta la incompetencia política de la hija con la proclividad para meterse en broncas que distingue a la madre. Su gobierno municipal, en Minatitlán, entre 2008 y 2010, es lo más semejante al caos y al atropello, quebradas sus finanzas y agraviados los gobernados.
Doña Lupe, por ejemplo, incurrió en un dispendio bárbaro, acreditado por el Órgano de Fiscalización Superior del Estado de Veracruz, que en la cuenta pública de 2008 reflejó el pago irregular de 221 millones de pesos, la mayor parte proveniente de partidas federales, liberados sin la firma del síndico Noé Hernández.
En 2009, le metió caña a 41 millones de pesos, pagados también en forma irregular. Ese año multiplicó las anomalías y violaciones a diversas leyes; atropelló la normatividad; ocultó documentación; afectó partidas presupuestales y usó recursos para obras que no correspondían a los programas federales que los tenían etiquetados.
Lupe Porras enfrentó créditos bancarios, a los que no les abonó un solo peso. Pero si de endeudar se trataba, contrató uno más, con Banca MIFEL, por 10 millones de pesos, del que no se supo en qué lo aplicó ni amortizó un centavo.
Por tres cosas la recuerdan los minatitlecos: su obra pública, pésima y entregada a contratistas amigos y recomendados; el juicio con el empresario Julio Aldana Prieto, a quien le arrebató la concesión para el procesamiento de basura, que valió una demanda que al final perdió el ayuntamiento de Minatitlán y ahora deberá pagar 360 millones de pesos, y la represión a quienes disentían y la criticaban.
Cuando dejó el ayuntamiento, la reina madre lo hizo sin un informe de labores que diera cuenta de su maltrecha gestión. Sólo acuerpada por su burocracia corrupta, se marchó con el rabo entre las piernas. Se fue a oscuras, sin los reflectores, sin las cámaras, sin la publicidad por las que derrochó millones y más millones.
Echada de la política minatitleca, protagonista de una historia de corrupción y escándalo, Lu-pilla mayor migró pronto tras un nuevo botín: Coatzacoalcos, donde aspira a adueñarse de la plaza.
Ha de imaginar Lu-pilla Theurel, la hija, que con su desarraigo, ser minatitleca de origen, y la fama pública de su madre y manager, se puede ser la candidata estelar del PRI.
Qué miopía. Aletear no significa que vaya a volar.
Archivo muerto
Once días después, no llega el informe oficial que explique las causas del hundimiento de un remolcador y la muerte de dos de sus ocupantes, durante las maniobras de inmersión del túnel sumergido de Coatzacoalcos. Se sabe lo que informó la prensa y lo que de manera aislada expresaron el capitán de puerto, Miguel Angel Rebolledo Guiot, la empresa constructora Concesionaria del Túnel Coatzacoalcos (COTUCO), algunos funcionarios menores del gobierno de Veracruz y el alcalde Marco César Theurel Cotero. Se prometió un informe detallado para el lunes 17, tres días después del accidente, ocurrido la madrugada del viernes 14, pero no hubo nada. Lo que sí trasciende son las pésimas condiciones en que se hallaba el equipo usado para la inmersión del segundo elemento del túnel, las violaciones laborales y la denuncia de los familiares del jefe de máquinas, Apolinar Galván Tejeda, que revelan que los marinos no fueron capacitados para realizar una maniobra de esa dimensión, lo que agrava la negligencia con que se actuó…
De próspero, el gobierno de Javier Duarte de Ochoa no tiene un gramo. Represora, su policía dio una golpiza, privó ilegalmente de su libertad, incomunicó, intimidó y torturó a integrantes del movimiento antipeña y #YoSoy132, durante los festejos patrios, en Xalapa, los días 15 y 16 de septiembre. Polémicos sí, para unos fanatizados, para otros en su derecho a decir no, ejercían los jóvenes su protesta en la capital veracruzana poco antes de que el gobernador de Veracruz diera el Grito de Independencia. La policía los fildeó, se les fue encima y no únicamente los golpeó: los levantó, “nunca los llevaron al cuartel policíaco, sólo los pasearon y golpearon”, señalan en un comunicado a los medios de comunicación, citado en el portal en internet de la revista Proceso. El episodio reedita los tiempos del viejo PRI, el que dicen los súbditos del sistema que ya se fue y no volverá. Sí, pues. Al día siguiente, el domingo 16, la ayudantía de Javier Duarte y la policía, los represores prósperos, les repitieron la dosis, al mantenerlos a un kilómetro del palacio de gobierno, replegados con fuerza bruta, cuando marchaban del parque de Los Tecajetes hasta el Diario de Xalapa. Acusan que elementos policíacos “empezaron a cercarnos, nos comenzó agredir empujándonos con sus rifles, sus manos y las vallas”. Viene una denuncia ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos que, sin duda, atrapará al gober Duarte. Con su política de gorilato, régimen intransigente, esencialmente violento, el mandatario veracruzano revive sus primeros días de gobierno, cuando dibujó su naturaleza represora, capaz de encarcelar tuiteros y periodistas críticos, y de enfrentar a todos con el argumento de la fuerza, falso demócrata y cuestionada su solvencia y su legitimidad, producto de una imposición a los priístas y un fraude con el que se burló la voluntad ciudadana. Toda una incongruencia, pues mientras Javier Duarte daba el Grito de Independencia, sus guaruras prósperos reprimían a antipeñistas, veracruzanos que ejercían, con o sin razón, como sea, su derecho constitucional inobjetable a manifestarse. Es la otra cara, el rostro real, del gobernador de Veracruz…
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