* Theurel culpa a Duarte * Dice que le congeló el crédito de BANOBRAS * Pulgoso Lagunes insiste en el episodio del maestro de equitación * ¿Quién le cumple los caprichos a la sexi diputada * ¿De qué hablaron Chagra y el gobernador? * Lu-pilla Félix provoca déficit a la tesorería de Coatza
Regina era incómoda, letalmente crítica, incontrolable e impermeable al soborno, tanto que al gobierno de Javier Duarte no le vino mal su muerte, violenta muerte, golpeada y estrangulada, no porque el gobernador sea el cerebro criminal sino porque la periodista lo vapuleaba con argumentos irrebatibles, desnudaba al PRI y retrataba a los priístas en su miseria política.
Duarte ha pretendido sepultar la hipótesis de que Regina Martínez Pérez, corresponsal de la revista Proceso y reportera de Notiver y Política, murió por su trabajo profesional y concretamente por sus reportajes corrosivos sobre quienes ejercen el poder; sus vínculos con el crimen organizado; la instauración del santuario de Los Zetas en suelo veracruzano; la masacre sangrienta por el reposicionamiento del narco, incluidos los 35 muertos de Boca del Río; el mar de corrupción que ahoga a Veracruz; el carnaval fidelista que devino en la quiebra financiera; la violación y asesinato de la indígena Ernestina Ascensión a manos de militares; el secuestro de migrantes y las narcofosas, y centenares de temas que tocó con sus manos limpias y su compromiso social a lo largo de 20 años en el periodismo de batalla.
A los tumbos, sin nada que lo ilumine, menos que lo ilustre, el gobernador Javier Duarte tardó seis meses en salir con su embajada, atribuyendo el móvil del crimen a un robo, en el que no creen ni los empleados de la Procuraduría de Veracruz, retornando a la hipótesis inicial, con argumentos de risa y con una montaña de contradicciones, síntoma de la justicia a la veracruzana, torcida, inventada o confeccionada al mejor postor.
Enredado en una maraña que él mismo construyó, el jarocho-cordobés Duarte quiso también usar la muerte de Regina para apretar al gremio. Una decena de periodistas, amigos de la corresponsal de Proceso, transitaron por la frialdad de la Procuraduría y fueron sometidos a la rudeza y el hostigamiento de los sabuesos de don Amadeo Flores Espinosa —Amadreo para sus víctimas, que son muchas— suponiendo que el criminal era un comunicador con el que existía un amorío. Dejaron ahí sus huellas dactilares y la marca de su dentadura, basados en que uno de ellos a la hora del forcejeo la mordió en el cuello y luego la estranguló. ¡Qué poca!
Perverso también, el gobernador de Veracruz deslizó la hipótesis de una relación lesbiana con la que se construyó otro móvil: el asesinato pasional.
Nada fue intramuros. Desde el día en que Regina fue ultimada, el régimen duartista se dedicó a filtrar las diversas versiones, aterrizadas en columnas políticas, en espacios de prensa y en agencias de información, enlodando, invariablemente enlodando, a la corresponsal de Proceso.
Llegar a seis meses sin resultados, su propia palabra burlada —“hasta las últimas consecuencias”, “caiga quien caiga” y demás artificios—, precipitó la solución atropellada del gobernador Javier Duarte. Durante el Hay Festival, en Xalapa, a principio de octubre, intelectuales y periodistas nacionales e internacionales rindieron un homenaje a los nueve comunicadores asesinados, entre ellos Regina Martínez, y situaron a Veracruz como el peor estado para ejercer el periodismo, sin garantías y, sobre todo, sin autoridad que generara las condiciones de tranquilidad para desempeñar la profesión.
Proceso le dedicó —octubre 28— una felpa, advirtiendo la falta de resultados. Al día siguiente circuló la versión de la aprehensión de uno de los dos autores materiales del crimen, José Antonio Hernández Silva, alias “El Silva”, quien junto con su cuñado, José Adrián Hernández Domínguez, alias “El Jarocho”, la mataron sólo por robarle.
Exhibido ante los medios de comunicación, condenado por la prensa duartista, los textoservidores del gobernador, “El Silva” a todo dijo que sí y relató el guión teatral para dar por resuelto el Caso Regina.
Ya consignado ante el juzgado, “El Silva” dijo que siempre no; que fue torturado por la policía ministerial para que se inculpara; que estuvo detenido desde días antes, pero que ahí lo mantuvieron hasta que fue necesario presentarlo ante la prensa. Le derramó el champurrado al gobernador.
Notiver exhibió otro traspié de la Procuraduría de Amadreo. En marzo fue aprehendido “El Jarocho” por el robo de un celular. En el interrogatorio se le pudo vincular con el crimen de Regina Martínez, pero supuestamente nada lo ligó. Notiver asegura que quedó libre porque es amigo de un sobrino del procurador de Veracruz, algún Amadreíto. Ahora lo buscan porque siempre sí es culpable. Y algo más: era el presunto novio de la periodista, otra charada de Javier Duarte.
Duarte, Amadreo y su pandilla de justicieros, con coartada del robo, pasaron por alto una relevación comprometedora de la directora de Investigaciones Ministeriales, Consuelo Lagunas Jiménez, quien dijo al reportero de Proceso, Jorge Carrasco Araizaga, que El Jarocho” era halcón, vigilante al servicio del crimen organizado. Tampoco la pista de la narcopolítica se siguió.
Ha sido penoso el andar del gobernador de Veracruz en el Caso Regina. Su Procuraduría, que en teoría tendría la coadyuvancia de la Procuraduría General de la República y de Proceso, se fue sola, escondiendo pesquisas, omitiendo datos, armando la farsa telenovelesca en las sombras, entre las sábanas o debajo de la mesa.
Hacer justicia en lo oscurito no le va a Javier Duarte. Lo hace tan mal como gobernar Veracruz. Limpió el expediente de todo aquello que pudiera conducir hacia el móvil del trabajo profesional de Regina Martínez, a los personajes a los que tocaba en sus reportajes —el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán; el diputado federal Alejandro Montano Guzmán; el ex procurador Reynaldo Escobar Pérez y el mismo Javier Duarte de Ochoa, entre otros— y lo alejó también de cualquier indicio sobre la narcopolítica.
Iluso, cree Javier Duarte en el subterfugio del carpetazo, en la cancelación del expediente. Supone que con la detención de “El Silva” y la búsqueda de “El Jarocho” se cierra el Caso Regina. No es así. Se dará por terminado cuando a Regina se le conceda la justicia y no es con la imputación del crimen a dos malvivientes como se cubrirá esa agenda.
No haber seguido la pista del trabajo profesional de Regina Martínez, es lo que hoy le resta credibilidad a la Procuraduría de Veracruz. Y algo más: genera la sospecha de que el móvil del crimen de la corresponsal de la revista Proceso es político, cometido por políticos.
Sobre eso, nadie va a quitar el dedo del renglón.
Archivo muerto
Con toda la mala leche, Marco César Theurel Cotero afirma y reafirma que el gobernador Javier Duarte de Ochoa le tiene bloqueado el crédito del Banco Nacional de Obras y Servicios por 350 millones de pesos. En su círculo cercano, cuentan que el alcalde de Coatzacoalcos hace responsable de su desgracia financiera al gobernador de Veracruz, porque ambos ni se fuman ni se tragan; se respetan en público y se agravian en privado. Theurel —“Te rompo tu puta madre”— ha salvado todas las aduanas para agilizar el préstamo con el que va a endeudar, como nadie más lo ha hecho, a Coatzacoalcos por los próximos 25 años: logró la aprobación del cabildo por mayoría, con el rechazo de una fracción del panismo; consiguió el aval del Congreso de Veracruz; tuvo el beneplácito del gobierno estatal, aunque sólo de palabra. Pero el crédito se atoró. Más hoy, más mañana, que la próxima semana, le dicen en BANOBRAS. Y así lo traen, como Theurel se la aplica a los contratistas y proveedores, cumpliéndose aquello de que lo que aquí se hace, aquí se paga. Y él, buscando una justificación a su incapacidad para destrabar trámites, hace culpable al gobernador Javier Duarte. ¡Y el gober que se deja!…
Recurrente, incisivo, persiste Pulgoso Lagunes en divulgar que el nuevo bebé de Xalapa es de la autoría del maestro de equitación, el ya famoso flaco, de quien nadie sabe nada, perdido o en plena fuga. Ebrio o en su juicio, encocado o como sea, don Canino incómodo dice ahora que la relación infiel databa del primer año del fidelismo, desde que en una Subsecretaría se comenzó a atesorar fortuna, mansiones y poder. Perro hocicón, Pulgoso Lagunes muerde la mano que le ha dado de comer, convertir a su amigo en el hazmerreír de la clase política…
Ainara Rementería Coello tiene un no sé qué, que vuelve locos a ciertos políticos y que los mantiene rendidos a sus pies, incluso a Fidel que la escaneaba con miradas de lobo en celo. Así, la diputada sexy del duartismo madura un cargo de alto nivel para su papá, el ex alcalde de Veracruz, Jon Rementería Sempé, de malos recuerdos para los jarochos, de promesas incumplidas, de abandono y obra pública mediocre y, eso sí, negocios y más negocios al amparo del erario. A Jon nadie lo quiere, pero a Ainara sí. Jon, políticamente, no vale nada, pero Ainara, en el gobierno de la prosperidad, lo vale todo. Por eso, para Ainara, lo que a la niña se le antoje…
¿Qué tanto charlaron el gobernador Javier Duarte de Ochoa y el síndico de Coatzacoalcos, Roberto Martín Chagra Nacif, en el puerto de Veracruz, el día del consejo estatal del PRI? Fue la primera plática en corto desde que Duarte es gobernador de Veracruz y Beto Chagra es síndico. ¿Habrán tratado el relevo en el ayuntamiento de Coatzacoalcos? ¿Se va Beto Coca al gabinete estatal, llegando en su lugar el síndico suplente Arturo Ordaz Gallegos? ¿Comienza la limpia que pidió Marcelo Montiel para ser candidato a la alcaldía de Coatzacoalcos por tercera vez?… Que Lu-pilla Félix de Theurel ya provocó un déficit a las finanzas del ayuntamiento de Coatzacoalcos. Pide y pide, gasta y gasta, viaja y viaja, incluido el shopping en Miami y el premio comprado, generando la taquicardia del tesorero, Daniel Jiménez Medina, quien no duerme por lo que ve venir…
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