* Mónica Robles y Renato Tronco, dos ecolocos por la diputación * Los postula el PVEM, porque el priismo los repudia * Con alcohol adiestra el marcelismo a sus operadores * Los sapos y la garrapata * Juan Manuel Bernal por el PRD * Silvia Rodríguez, la espía del C-4 en el IEV
Fresca en la memoria su batida contra periodistas “incómodos” cuando despuntaba el sexenio, Javier Duarte de Ochoa lleva dos años tirándole a todo y pegándole a nada, simulando que protege al gremio de la prensa, acosando y hostigando, reprimiendo a las voces críticas y finalmente empecinado en encubrir a los asesinos de Regina Martínez Pérez, la corresponsal de la revista Proceso.
Metido en un berejenal de los mil diablos, el gobernador de Veracruz no terminaba de sortear el escándalo por ostentar el inmerecido galardón, el “chayopremio”, que le otorgara la Asociación Mexicana de Editores de Periódicos por su supuesta protección a los comunicadores, cuando ya se había enredado en una escaramuza con la prensa crítica, pues lo suyo, lo suyo, es la mordaza.
Verónica Danell, conductora de noticias de Megacable, es su nueva víctima, cuyo cese llegó envuelto en la versión de que la vocera del gobernador, doña María Gina Domínguez Colío, tomó el teléfono, reclamó que la periodista hubiera difundido el video en que el Presidente Enrique Peña Nieto incurre en la pifia de confundir la capital de Veracruz, y exigió su renuncia a la voz de ya.
Doña Tirana —lanza la piedra y esconde la mano— dice que en ese affaire ella tiene la conciencia limpia, aunque todos sabemos que el alma la tiene negra. Y que no es política del gobierno de Veracruz andar metiendo las narices en los medios y mucho menos –¡Por Jesús, se los juro!— cortarle la cabeza a los comunicadores y dejarlos en la calle.
Claro que ni Gina, y menos Javier Duarte, han de creer semejante deslinde. Dicho por el gremio, corroborado por los mismos directivos, la prensa sabe de qué tamaño es la prepotencia de Gina para joderse a los periodistas incómodos, perseguirlos, acosarlos y finalmente marginarlos hasta obligarlos a emigrar de Veracruz o dedicarse a lo que sea, menos a informar. Entre ella y el crimen organizado no se sabe quién es peor.
Duarte y Gina, o Gina y Duarte, que para el caso es lo mismo, uno desgobierna y la otra le ayuda, han hecho de Veracruz tierra inhóspita para el periodismo crítico. Verónica Danell lo sentencia con una frase: “No se puede hacer periodismo con Javier Duarte”.
Verónica Danell lleva dos. Dejó XEU, la radio de la familia Pazos, por presiones de la vocera del gobernador, presumiblemente porque fue el cobro de una factura de campaña, cuando hacía lo que todo periodista decente debe hacer: informar, analizar, criticar y exhibir los negativos de quienes aspiran a gobernar Veracruz, pues eso permite saber la clase bichos que llegan al poder.
Otra periodista acosada, hostigada por el minigobierno priísta de Javier Duarte, es Marijose Gamboa, a quien también Megacable le cerró las puertas por presiones de Gina la Tirana. Su pecado había sido mantener una línea crítica, pero documentada; hablar sin matices, como lo pide la sociedad y como lo exige el periodismo democrático; ponerle los acentos a los temas de interés público. Obvio, esa fórmula no encaja en el esquema de control mediático que distingue al gobierno de Duarte, de escasa efectividad pues los millones que le dan a la prensa escrita, a la radio y a las televisoras es dinero tirado al caño cuando los estallan los escándalos que protagoniza el gordobés y queda exhibido como el peor gobernador del país.
Marijose no se calló cuando el crimen organizado arrojó 35 cuerpos a los pies del monumento a Los Voladores de Papantla, ni cuando aparecieron otros 30, y otros 14, y en suma un centenar en octubre de 2011, cuando Javier Duarte presumía que de la seguridad se encargaba él y miren qué desmother le ocasionó a Veracruz, hasta rendirse y poner en manos del Ejército y la Marina el problema de la violencia que heredó de su padrino, titiretero y patrón, Fidel Herrera Beltrán.
Javier Duarte, pues, es una contradicción. Ni protege a los periodistas ni entra en su código mental el concepto de libertad de expresión. Tener 30 periodistas exliados, entre ellos Andrés Timoteo del diario Notiver, nueve asesinados, tres desaparecidos y decenas de perseguidos, acosados y amenzados, no tiene mérito para que se premie y menos para que lance discursos que exalten la libertad de expresión, cuando lo suyo, lo suyo, es la mordaza.
Perdido, sin brújula, no hay día que no reciba la condena de alguna agrupación internacional de periodistas. Reporteros Sin Fronteras, la Sociedad Interamericana de Prensa, Artículo 19, entre otras, han fustigado la inquina del gobernador de Veracruz contra las voces críticas, y el exceso incluso de legislar para castigar a quienes lo incomodan con sus escritos.
Duarte y su pandilla se han trenzado con la prensa críitica y han salido crucificados. Pagan hoy la última de sus pilladas: sentenciar a un sujeto que se dice extorsionado para asumirse como el asesino de la corresponsal de Proceso en Veracruz, Regina Martínez Pérez, y así sepultar la verdadera autoría intelectual del crimen, que toca a la familia priísta y sus vínculos con el crimen organizado.
Súbitamente, el martes 9, Jorge Antonio Hernández Silva, alias “El Silva”, fue sentenciado a 38 años 60 días de cárcel por el robo y muerte de la periodista. La juez desechó su declaración en la que advertía haber sido torturado para incriminarse. El supuesto cómplice, José Adrián Hernández Domínguez, alias “El Jarocho”, está prófugo, pese a que la Procuraduría lo detuvo por robo de celular, comprobó que tenía antecedentes penales y lo dejó ir.
Así de increíble. Nunca se consideró el móvil del trabajo profesional de la periodista y los intereses que tocaba, la corrupción oficial, la narcopolítica, incluido al círculo rojo del mandatario veracruzano.
Desató ese fallo judicial una andanada fenomenal, la prensa crítica repudiando la farsa, y Proceso con una frase lapidaria: “No les creímos y no les creemos”.
Duarte, pues, se embronca porque quiere. O porque no tiene idea de qué es el gobierno ni para qué es el poder, tan difícil de comprender que quien manda mantiene los equilibrios y obtiene la gobernabilidad. Gina Domínguez lo ha convertido en el verdugo de la prensa, sin reparar en que cada despido, cada mordaza, cada acto represivo fortalece a las voces críticas y lo desdibuja como gobernante.
Avasallado por la prensa libre, Javier Duarte vive en el mundo al revés. Compra chayopremios, suscribe millonarios contratos con los industriales de los medios y enriquece a columnistas corruptos, mientras pasa a la historia como el enemigo del periodismo crítico, que desde ahora ya sembró en la sociedad la talla del desgobierno que le tocó encabezar.
Y así, terco como es, ciego como está, con Gina Domínguez a su lado, seguirá.
Archivo muerto
Dos ecolocos, Mónica Robles de HILLMAN y Renato Tronco Gómez, son ya precandidatos a la diputación local. Entran por el traspatio del PRI, el Partido Verde, pues el priismo los repudia, sin más mérito que el dedazo de Fidel Herrera Beltrán y el palomazo de Javier Duarte de Ochoa, gobernador real y gobernador de membrete de Veracruz, respectivamente. Como los ladrones en la noche, entre las sombras, de puntitas para no despertar a la honradez, los registró el PVEM en base a una convocatoria que sólo los verdes de arriba conocían y que tenía como finalidad excluir a cualquier priísta que osara participar en el proceso por la diputación local. Mónica Robles, una simuladora ambiental, con un parque público, el Quetzalli, que le robó al pueblo y que muestra signos de deterioro y abandono, contenderá por la Coalición PRI-rémoras en el distrito Coatzacoalcos I, y Renato Tronco, rellenador de humedales y asupiciador de tiraderos de basura a cielo abierto en Las Choapas, sin premiso de SEMARNAT —o sea, delito ambiental federal comprobado— lo hará en el Coatzacoalcos II. Para eso sirve el Partido Verde, alcahuete del PRI, que postula depredadores ambientales. Por eso no hay quien le dé un voto decente…
Sumido en su propia decadencia, Marcelo Montiel Montiel sólo ve pasar los excesos y los abusos de sus cuadros y operadores. Era alcalde de Coatzacoalcos por segunda ocasión, entre 2008 y 2010, cuando el taller de mantenimiento servía para el reclutamiento de jóvenes, la nueva generación, la sangre nueva del marcelismo. Y sí, la sangre era nutrida con litros de alcohol y el coro que agitaba: “Chúpale, que chúpale, que chúpale”, hasta que los nuevos pollos y polluelas del marcelismo sentían que los ojos se les cruzaban y que la traba se les lenguaba. Llegaban los informes al alcalde Montiel pero ni un dedo movía. Veía con agrado la iniciación etílica de las juventudes marcelistas, cuyas anécdotas recuerda como si fuera ayer Carlos Cordero, jefe del taller…
Que si de endilgar apodos se trata, dicen los integrantes de Alianza por Coatzacoalcos que el periodista José Luis Pérez Cruz puede llamarles sapos. En la fauna política hay de todo. A la jefa de Pérez Cruz le queda bien el de “La Garrapata Ecológica” o “La araña verde”. Y hay repertorio. ¿Así o más?… Juan Manuel Bernal apunta a ser el precandidato a vencer en el Partido de la Revolución Democrática para la contienda por la alcaldía de Coatzacoalcos. Regidor de 2001 a 2004, empresario dedicado a la renta de maquinaria, sin cola que le pisen, va por la postulación perredista. Otro de ellos es el ingeniero Enrique Orta Romero, del grupo encabezado por Alejandro Wong Ramos, y hay un caballo negro de quien en breve se hará pública se precandidatura…
Se llama Silvia Rodríguez Salinas y es la espía del gobierno de Veracruz en el consejo distrital electoral, en Cosoleacaque. Sin desligarse del Centro Estatal de Control, Comando, Comunicaciones y Cómputo, el famoso C-4, como ordena la ley, hoy ocupa el cargo de consejera en el órgano electoral en el distrito XXVII. Según la ficha de información general, Silvia Rodríguez Salinas se desempeña como supervisora de zona, responsable del personal que contesta las llamadas de emergencia a través del 066 y el monitoreo de cámaras de video vigilancia de Coatzacoalcos, Minatitlán y Acayucan. Percibe un salario de 9 mil pesos mensuales. Eso en lo formal, pero en los hechos su tarea es hacer acopio de datos, preocesarlos y remitirlos a Xalapa. Oreja, pues. Para eso fue incrustada en el IEV de Cosoleacaque, como antes, en 2010, cuando el candidato frustrado a la alcaldía era Héctor Merlín Castro, cuya hermana Gladys, la reina de Las Vegas, será la candidata del PRI a la diputación local. La historia da para más…
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