* Brian Carlos suministraba material municipal a Pulgoso * José Luis Sáenz, su ventaja * Mónica de HILLMAN hizo llorar a Lu-pilla Theurel * Renato, Ramón y sus operadores en el distrito XXX * Petromaya, clave de las transas de Tony
Ahogado en su sangre, lacerado su cuerpo, Claudio Martínez pasó al mundo de los muertos por lo que aparentemente, sólo aparentemente, es un crimen pasional.
Perpetrado con aguda brutalidad, la mano de los asesinos es la de un profesional: llevaban el rostro cubierto; no forzaron cerraduras; sabían los movimientos de la familia, quién estaba y quien no estaba a la hora de la ejecución; cuidaron que no se hallaran los hijos; pudiendo robar no lo hicieron; le fragmentaron a puñaladas sus partes nobles; borraron cuantas huellas pudieron; se fueron con el mismo sigilo con el que llegaron. Ah, y respetaron la vida de la hoy viuda, Luz Margarita Enríquez Aguilar, la pastora de la Comunidad de Dios.
Dicho en lenguaje de sabuesos judiciales, es el crimen perfecto.
Suena a pasional. Y sobre esa línea de investigación, de la policía se filtran historias de escándalo: que si Claudio Martínez llevaba una doble vida; que si era infiel; que si sostenía relaciones con damas y jovencitas de su iglesia; que si valiéndose de su condición de pastor había abusado de algunas féminas en oraciones a solas; que si fue presa de un esposo o padre ofendido; que si la viuda fue quien acabó con su vida mientras él dormía, arrebatada por los celos, herida en su dignidad.
En la pesquisa policíaca, nada hay como matar la honra de los muertos. Saciar morbos, es tarea que corre paralela a las líneas de investigación y desliza historias que todos desean escuchar.
De los sótanos policíacos surgió la hipótesis de que Lucy Martínez, la viuda, contrató a los sicarios, les facilitó el ingreso a la mansión, se dejó atar de manos y ser amordazada, y les permitió actuar, acabar con la vida del pastor Claudio, el líder de la Comunidad de Dios en Coatzacoalcos.
Incriminar así es la mecánica natural en el medio judicial. Se filtran historias traumáticas, desquiciantes, para sensibilizar a la opinión pública, para darle credibilidad a la coartada con que finalmente se da por resuelto un caso difícil.
Aquella mañana —lunes 17— dio un vuelco la vida de los Martínez y se alteró, quizá para siempre, la Comunidad de Dios.
Muerto Claudio Martínez, lo que vendría sería una vorágine de posibles móviles, su familia en el centro del escándalo, sospechosos de todo, que si autores intelectuales y hasta materiales.
Si la pastora Lucy mostraba temple, serenidad y aplomo, seguro era por su sangre fría. Si con sus feligreses traslucía tranquilidad, pero rehuía ir a declarar ante el Ministerio Público, era porque en el fondo se sabía culpable.
Corrieron mil historias y habrán de correr otras más, Lucy Martínez convertida por aclamación popular en la autora intelectual del homicidio.
Horas después del bestial crimen, se multiplicaban las voces que advertían que mientras los feligreses exigían justicia, inmediata la solución del caso, la “pastora”, así, con comillas, cuestionando su jerarquía, mantuviera el silencio.
Al morbo no escapó su concuño Renato Riveroll Rivera, gerente del Observatorio Ciudadano de Seguridad Pública e integrante del Consejo de Seguridad Pública Municipal, a los que renunció el domingo 23, acusado de dilatar la declaración de Lucy Martínez ante el Ministerio Público. Aducía que no estaba en condiciones, apabullada por la muerte de su esposo.
Aparentemente pasional, el crimen de Claudio Martínez Morales no tiene hasta ahora pies ni cabeza. No se sabe el móvil, las causas que llevaron a que el pastor de la Comunidad de Dios fuera masacrado en su hogar, tasajeado con 26 puñaladas, presumiblemente con un cuchillo de cocina, lacerado en la espalda, el rostro, cercenados los genitales y finalmente cortada la vena yugular.
Controvertido, capaz de desatar loas y críticas por igual, Claudio Martínez conducía su iglesia pero también se inscribía en un grupo que desde cinco años atrás enfrentaba a los grupos políticos que detentan el poder público en Coatzacoalcos.
De acuerdo con un informe obtenido en medios políticos, en ese grupo figuran el empresario Arturo Quintanilla Hayek; su asociado comisionista Jorge Martínez Morales, hermano del pastor Claudio; el contratista Juan Carlos Fong Cortés, propietario de Arrendadora Jalifa; el también empresario Manuel González Salvador, integrante de la familia concesionaria de la cerveza Modelo, y por lo menos una decena de acaudalados hombres de empresa.
En 2007, ese grupo financió la campaña de Rafael García Bringas a la alcaldía de Coatzacoalcos, bajo las siglas del PAN. Su oponente fue el priísta Marcelo Montiel, a quien exhibieron con un “informe negro” en el que se detallaba un mundo de corruptelas cometidas cuando Montiel ocupó la presidencia municipal por primera vez, entre 2001 y 2004. Por la vía del fraude electoral, como siempre Marcelo se impuso en las urnas.
Dos años mas tarde, la historia cambió, cuando García Bringas fue lanzado de nuevo como candidato del PAN. En disputa la diputación federal, el panista arrasó al abanderado del PRI, Iván Hillman Chapoy.
Al año siguiente, en 2010, su nuevo proyecto fue respaldar a Gonzalo Guízar Valladares en la contienda por la presidencia municipal. Enfrentó a Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— y el panismo fracasó de nuevo, entre reclamos de fraude. Marcelo Montiel se encargó de la operación electoral del PRI y, por supuesto, del robo de la elección.
2013 vuelve a ser el punto de conflicto con el marcelismo. Respaldado por el grupo de empresarios que lo apuntalaron hace tres años, Gonzalo Guízar Valladares había tejido fino entre las iglesias evangélicas, incluida la Comunidad de Dios.
De acuerdo con el informe obtenido en fuentes políticas, vinculadas incluso al gobierno de Veracruz, el pastor Claudio Martínez tenía una marcada inclinación hacia Gonzalo Guízar Valladares y se había comprometido el voto de por lo menos 2 mil feligreses, más los que se agregaran por cuestiones de operación electoral. Otras iglesias cristianas harían lo mismo.
Claudio Martínez, según las fuentes consultadas, atesoraba fuertes sumas de dinero que servirían para operar el día de la elección, el próximo 7 de julio. De ese dinero no se da cuenta en los reportes policíacos ni tampoco se sabe qué diría al respecto la pastora Lucy Martínez en su declaración ante el Ministerio Público.
Otra vertiente del caso, atañe a Renato Riveroll, de los contados integrantes del grupo que en su momento encabezó el ex alcalde de Coatzacoalcos, Edel Álvarez Peña, actual magistrado del Tribunal Superior de Justicia, ex líder del PRI en Veracruz y ex director de Notarías y del Registro Público de la Propiedad del régimen fidelista.
Su esposa, Guadalupe Martínez Morales, hermana del pastor Claudio, fue por años secretaria de Edel Álvarez Peña, finalmente acérrimo enemigo, junto con Gonzalo Guízar, del ex alcalde y actual secretario de Desarrollo Social del gobierno de Veracruz, Marcelo Montiel.
Desatadas las pasiones, el homicidio de Claudio tiene el tinte de ser un crimen pasional.
A menos que se trate de un macabro montaje para encubrir el móvil político.
Archivo muerto
Iban y venían las camionetas cargadas de material de construcción. Depositaban su carga —cemento, block, arena, gravilla, varilla— en un terreno de la colonia Puerto México. Y así, con material de origen ilícito, robado al erario público, se fue erigiendo la construcción donde Pulgoso Lagunes tendrá la sede de su paginucha electrónica, su último refugio para el chantaje y la extorsión. De las bodegas del ayuntamiento de Coatzacoalcos salió una parte del material de construcción; otra era llevada desde las negociaciones que proveen de insumos al gobierno municipal. Bastaba la orden de Brian Carlos, el corruptazo sobre el que penden ya dos denuncias penales, y Pulgoso comenzaba a disfrutar del producto de sus contubernios y raterías. Vaya que si es divertido ver cuando los hampones se aparean… A estas alturas, diez días para la elección del 7 de julio, 15 puntos significan una ventaja abismal. Así anda José Luis Sáenz Soto, el candidato del PRI a la alcaldía de Minatitlán, en la cúspide. No se ve cómo pudiera perderla, máxime que el sector petrolero marcha sin fisuras, esta vez monolítico, ajeno a la campaña de Ciro Félix Porras, que sueña con ser diputado local, el vástago de la ex presidenta municipal, Guadalupe Porras David, símil de la corrupción, el abuso, la represión, el engaño, por quien el PRI entró en una profunda crisis. Sáenz Soto surgió como propuesta de los petroleros, trabó acuerdos, realizó amarres y jaló a sus detractores y críticos hacia un proyecto común. Hoy tiene 15 puntos de distancia. Por mucho que perdiera, sólo un maleficio lo dejaría sin la silla municipal…
Agria como es, engreída hasta la exasperación, Mónica Robles de HILLMAN finalmente lo logró: entre lágrimas de rabia, Guadalupe Félix de Theurel dijo adiós y se alejó de la campaña por la diputación local. “La propietaria soy yo”, la escucharon decir una y otra, y otra vez, dejando en claro que ella, Mónica de HILLMAN, es candidata propietaria del PRI a la diputación local por Coatzacoalcos y Lu-pilla Theurel sólo es su suplente. Su altanería se repetía aquí y allá hasta que la princesita de Minatitlán dijo a joder a otra y optó por alejarse de la campaña, harta de la cantaleta de Mónica Robles, de sus desvaríos, de verla montada en el proyecto del candidato a la alcaldía, Joaquín Caballero Rosiñol, porque ella, por sí misma, no levanta ni el voto de su inefable marido, el ex alcalde Iván Hillman Chapoy. Cuentan la anécdota las promotoras del DIF, las operadoras de Lu-pilla, que dicen que esa y otras ofensas se la cobran a Mónica de HILLMAN en las urnas, el 7 de julio, aunque de labios hacia fuera digan que habrá voto parejo…
Mano sucia del PRI en el distrito XXX. El secretario del consejo electoral, Jair Adrián Farris Solís, opera para Renato Tronco Gómez, candidato del Verde-PRI a la diputación local. Y el vocal de Organización, José Luis Sánchez Benítez, es pieza del líder de la Sección 11 del sindicato petrolero, Ramón Hernández Toledo. Así sí se garantiza un proceso democrático, con dados cargados… Petromaya no es una empresa cualquiera. Es pieza fundamental en una red de corrupción, tejida con cuidado extremo por su propietario, Jesús Antonio Macías, para suscribir créditos, trasladar recursos, diluir su destino y confeccionar un camuflaje que le evite, supuestamente, acciones legales, vía una serie de simulaciones jurídicas. Aún así, Petromaya no pasó la prueba del ácido y, tal como le sucedió a Pancho Colorado con su ADT Petroservicios, es el hilo de la madeja para llegar al fondo de los negocios turbios del señor Macías. Ya se verá…
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