* Otra versión: no fue Daniel Lugo sino Othón González quien bloqueó al ex alcalde de Moloacánl * Duarte aceptó invitación de Omar Ricárdez y de ahí partieron los reclamos y amenazas a Gonzalo Guízar
Con Guadalupe Porras David, Minatitlán tiene un grave problema de violencia institucional. A sus enemigos los enfrenta, los amaga, los somete y cuando no lo logra, los embiste. No repara en los alcances de su conducta agresiva, intolerante y siniestra, que ha llevado a su pandilla de funcionarios bribones a ser encauzados penalmente.
Hace dos semanas —diciembre 21— la alcaldesa minatitleca entró a la historia del municipio por ser la primera edil que envía subalternos, incluso directores de alto rango en el Ayuntamiento, a reprimir a sus críticos, asestarles una golpiza, intentar un secuestro y provocar lesiones en un menor de edad.
Con aires de rufián de barrio, doña Lupe Porras auspició ese día un hecho de violencia, justo cuando rendía su segundo informe de actividades como presidenta municipal de Minatitlán. Mientras hablaba, se conducía con propiedad, dispensaba sonrisas, prodigaba abrazos y exhibía el rostro de la fraternidad, seis empleados arremetían contra quienes ejercían su derecho a disentir e incluso a protestar.
Días antes —diciembre 17— en sesión de cabildo, la alcaldesa lanzó la amenaza de que no permitiría que nadie colgara lonas, bambalinas o cartulinas en que se manifestara contra su gestión municipal.
Lo dijo frente a los ediles que integran el cabildo, pero nunca se imaginó que su voz era grabada y que terminaría constituyéndose en prueba contundente de lo que es capaz de hacer.
Amenazó, pues y cumplió su amenaza. El 21 de diciembre, al filo de la 7 de la noche, un grupo de ciudadanos inconformes se hallaba sobre la avenida Justo Sierra, casi esquina con avenida Tecnológicos.
De un lado de la calle, varios jóvenes colocaban cartulinas con leyendas que evidenciaban la gestión de Guadalupe Porras.
En el carril contrario, un joven de 17 años, cuyo nombre se mantiene en reserva, aguardaba dentro de una camioneta.
Apenas había descendido del auto, tomó su teléfono e intentó realizar una llamada. En ese instante apareció una camioneta Silverado americana, color café tornasol, placas EY46668 del estado de Nuevo León.
Se le acercó en sentido contrario y al grito de “es él”, media docena de individuos comenzaron a agredirlo. El joven fue confundido con el hijo de la regidora Ana Isabel Ribbón Morales, quien ya ha pedido la renuncia de Guadalupe Porras a la alcaldía por abuso de autoridad.
Según consta en la investigación ministerial 1118/09, el primero en agredir a menor de edad fue Aníbal Mendiola Noriega, quien se desempeña como director de Egresos del Ayuntamiento de Minatitlán y quien es uno de sus incondicionales. Le estampó un puñetazo en el rostro que le provocó fractura el tabique nasal, según calificó el médico legista, quien en su dictamen determinó que se trata de una lesión que pone en peligro la vida pues deberá ser intervenido quirúrgicamente.
Otros atacantes fueron Víctor Rodríguez, empleado de la Contraloría municipal, y Adán López Alvarado, de la Dirección de Recursos Humanos. Junto con Aníbal Mendiola, según la denuncia del joven agredido, intentaron subirlo a vehículo y llevarlo con rumbo desconocido.
Sin embargo, al no lograrlo, destruyeron el parabrisas, la ventana del copiloto y el medallón de la camioneta del joven agredido.
Luego lo golpearon con un bat de beibol en la cabeza, que le provocó un a cortada en el cuero cabelludo. Huyeron cuando se acercaron quienes colocaban las cartulinas con las leyendas de protesta contra la alcaldesa Guadalupe Porras.
No es desconocido que los tres funcionarios municipales se mueven al son que les toca el esposo de la alcaldesa, Walter Jiménez, y existen versiones de que son piezas clave en el flujo de dinero que corre hacia las ambiciones y proyectos de la presidenta municipal de Minatitlán.
No se sabe en qué andaba pensando Guadalupe Porras David cuando disparó amenazas en pleno cabildo, y menos cuando sus funcionarios de confianza perpetraron la agresión contra un menor de edad. Es evidente que lo que pudo ser un ex abrupto, terminó siendo un episodio de violencia institucional de gravísimos alcances.
Es una historia que apenas comienza. Es, por lo que se ve, la gota que terminará por derramar el vaso.
Archivo muerto
Otra versión de la visita de Javier Duarte a Moloacán: no fue Daniel Lugo quien bloqueó al ex alcalde Omar Ricárdez Chong sino el publirrelacionista del gobernador Fidel Herrera, Othón González.
Según una versión de primera mano, cuando se le excluyó del evento, Omar Ricárdez hizo saber vía teléfono celular al diputado Javier Duarte de Ochoa que lo esperaría en la sede de la Sección 16 del sindicato petrolero, en Cuichapa.
Duarte de Ochoa recibió dos mensajes en ese sentido, uno de ellos de Daniel Lugo, y consultó con el diputado local Gonzalo Guízar Valladares, quien le aseguró que Ricárdez Chong detenta el control político del municipio y que sería conveniente aceptar la invitación. Así lo hicieron.
Una vez juntos, se dirigieron al evento de apoyo al diputado federal Javier Duarte. El odio de Othón González —dueño además de la empresa El golfo.info y poseedor de una fortuna surgida de sus ahorritos— hacia Ricárdez Chong, data de sus años mozos cuando éste le propinó una felpa de antología.
Ahora, mareado por su cercanía con el gobernador Fidel Herrera Beltrán, pretendió cobrarse la factura pendiente, sin lograrlo.
Esa noche, al calor de un tequilazo en las instalaciones del hotel Terranova, Othón González le reclamó al diputado Guízar Valladares que hubiera conminado a Duarte de Ochoa a aceptar la invitación del ex alcalde de Moloacán.
De ahí derivó el sainete que convirtió al delfín fiel en referi de la contienda; las amenazas de Othón González de impedir que Gonzalo G sea alcalde de Coatzacoalcos, y los manoteos y jaloneos que le pusieron sabor a la velada de fin de año...