* “No hay balaceras, no hay extorsiones, no hay secuestros”, dice * Ocho millones de veracruzanos a merced de la violencia * Ciro Félix, cínico por herencia materna * El expediente Theurel se reactiva * Ex edil coyotea tierras para parque industrial * Carmen Carrizosa y los malosos * De damas de hierro a primeras damas
No se sabe si anda en su juicio o no; si pisa la tierra o anda en la dimensión desconocida, o si es un demagogo patológico que raya en el cinismo, pero el gobernador Javier Duarte jura que en Veracruz no hay balaceras, no hay extorsiones y no hay secuestros.
Desconectado de la vida, el gobernador es hoy una patética caricatura de sí mismo. Como se le facilita engañarse, supone que puede engañar a ocho millones de veracruzanos, conscientes todos que nunca como hoy la inseguridad lacera la epidermis social, siembra dolor en las familias, sume en la tristeza a los deudos de los muertos y en el trauma sin alivio a los que estuvieron en las garras de la delincuencia y lograron sobrevivir a ese infierno.
“Hoy por hoy en Veracruz no hay balaceras, no hay extorsiones y no hay secuestros”, dijo con desenfado el responsable de la seguridad, este martes 11, en el municipio de Medellín de Bravo, para asombro de unos, angustia de sus cortesanos y su prensa vendida y, por supuesto, para deleite de sus detractores.
No eran palabras casuales. Llevaba el gobernador su discurso muy puesto. Exaltaba su estrategia y un mar de logros:
“Gracias a la estrategia aplicada en los últimos años, se logró bajar el índice de delitos de alto impacto, como los enfrentamientos callejeros entre delincuentes y los secuestros”.
Y remataba con el estribillo que ya fastidia:
“Tenemos instituciones sólidas, firmes, con una gran determinación, instituciones preparadas para con la ley en la mano hacer valer el estado de derecho donde quien haga algo malo, sufra todo el peso de la ley”.
Veracruz es uno, seguro, cordial, firme, paradisíaco desde la visión del gobernador Javier Duarte de Ochoa, y otro, extremadamente distinto, violento, terrible, para los gobernados.
Con lentes o sin lentes —sabrá él si es miopía o ceguera—, ve un Veracruz imaginario, libre de los capos, de los sicarios, de sus odios, de la disputa por el territorio, de las batallas a punta de bala, que sacuden las calles e intimidan a la sociedad, muchos caídos y otros en las cárceles porque la estrategia de Duarte, según él, redujo “el índice de delitos de alto impacto”.
Impensables, los tres párrafos del discurso del gobernador de Veracruz han gestado el asombro y la ira de los veracruzanos, pues no a diario un político niega la realidad como lo hace Javier Duarte, en el olvido la violencia de los cárteles, esa angustia de los que saben a sus familiares convertidos en producto de la industria del secuestro.
“Hoy por hoy en Veracruz no hay balaceras, no hay extorsiones y no hay secuestros”, zumba la frase del gobernador.
Duarte profesa su fe en la mentira. Su fin es el autoengaño. Así, se abstrae de la realidad.
¿No hay balaceras cuando el cruce de fuego se vuelve recurrente, se recrudece, en el puerto de Veracruz y en Xalapa?
¿No hay extorsiones cuando miles de veracruzanos, a diario, entregan la cuota para evitar ser “levantados”, o el pago de piso que es requisito para que un negocio, un restaurant, un bar, un comercio formal, pueda seguir operando, siempre con el fantasma de que un día, sin más, el fuego consuma el local, las mesas, las sillas, las botellas, el alcohol?
¿No hay secuestros cuando el gremio de los ganaderos en municipios como Las Choapas, han tenido que autodefenderse y rescatar a sus víctimas, a sus familiares, al hijo de Arturo Montiel, por cuya vida se pagó una fortuna; al empresario del hule, Timoteo Aguirre Cruz, rescatado porque la Marina y los ganaderos y campesinos peinaron la zona y cercaron a los captores, que por cierto el gobierno de Duarte ya les dio el gozo de la libertad?
¿No hay levantones cuando este miércoles 12, apenas 24 horas después de la célebre frase del gobernador Duarte, a plena luz del día, sobre la avenida 20 de noviembre de Las Choapas, un comando armado dispuso de un individuo, lo trepó a uno de los dos autos en que viajaban y tomaron camino hacia Tabasco?
Pero, “hoy por hoy en Veracruz no hay balaceras, no hay extorsiones y no hay secuestros”, restriega el gordobés en el rostro de los veracruzanos, de las víctimas y de los familiares de esas víctimas.
Su discurso es sádico. Gozan en el dolor ajeno aquellos a quienes aqueja el sadismo. Es también una evasión, una fuga a sus propios miedos. Me río de lo que temo.
Veracruz, en manos de Javier Duarte, no es próspero ni es el paraíso de la seguridad. Hay 464 casos documentados de desapariciones, según las cifras del Colectivo por la Paz. También el procurador Luis Ángel Bravo Contreras, aporta sus datos, aunque un día diga que son 122 y al otro que son 665.
Veracruz, bajo el yugo de Javier Duarte, es el camposanto del periodismo, un cementerio de comunicadores, diez de ellos asesinados por el crimen organizado —Milo Vela, Regina Martínez, Gregorio Jiménez, entre otros— o por políticos vinculados al narcotráfico, impunes hasta ahora por la complicidad del aparato judicial, desde la procuración hasta la administración de justicia. Es el sitio más peligroso para ejercer el periodismo a nivel mundial sin estar en ambiente de guerra.
Otros miles se quejan del aparato policíaco. Supuestamente acreditable, supuestamente preparado, supuestamente ético, el ejército de policías duartistas no está hecho para cuidar al pueblo sino para reprimir a los que protestan, apalear a los inconformes, amedrentar a los críticos del desgobierno de Javier Duarte.
A eso se reduce su concepto de seguridad pública. No garantiza la tranquilidad de nadie, salvo la de los grupos de poder, los políticos que disponen de escolta integrada por policías. Y el que quiera seguridad que se compre sus guaruras. Son los síntomas de un desgobierno.
“Hoy por hoy en Veracruz no hay balaceras, no hay extorsiones y no hay secuestros”.
Javier Duarte entró a la historia el martes 12, cuando en medio de oleadas de violencia, secuestros al por mayor, extorsiones, levantones de migrantes, feminicidios a la alza, chicas plagiadas con fines de prostitución, robos y asaltos, balaceras y ejecutados, muchos mutilados, pronunció su frase célebre.
¿Estaba en su juicio el gobernador, o no? ¿Andaba, como siempre, en la dimensión desconocida? ¿Intentó engañar a ocho millones de veracruzanos que conviven a diario con la violencia, que han perdido a sus familiares, que han dejado una fortuna por el pago de un rescate o que han llorado por el crimen de los suyos a manos de los delincuentes?
Qué patético es tener un gobernador así. Las balaceras, las extorsiones, los secuestros son una realidad innegable, irrefutable. El paraíso que describe no existe.
Que le apliquen, pues, el antidoping al gobernador Duarte.
Archivo muerto
Impúdicamente cínico, maniobrero por herencia materna, Ciro Félix Porras pide desde el Congreso de Veracruz la cabeza del ex alcalde de Minatitlán, Leopoldo Torres Hernández, por el hundimiento de un parque infantil del Playón Sur, inaugurado hace apenas tres meses. Pregona el diputado que hay que aplicar la ley, que el gobierno veracruzano se distingue por la transparencia y rendición de cuentas y que si Polo Torres fue negligente, obvió trámites y violó la normatividad en materia de protección civil, tiene que pagar. Cierto a medias, pues si en algo se distinguió Polo Torres fue que por andar en la parranda, las chicas y la grilla, el ayuntamiento era un desastre. La hizo y consecuentemente la tiene que pagar. Pero no son precisamente los Porras la conciencia moral de Minatitlán. Rapaz, abusiva y hasta vival, doña Guadalupe Porras David, antecesora de Polito en la alcaldía y mamá de Cirito, hizo añicos los recursos municipales; violó las leyes al liberar pagos sin la firma del síndico municipal; endeudó al Ayuntamiento de Minatitlán sin cubrir los pagos para amortizar los préstamos; ocultó en qué aplicaba las despensas y apoyos enviados por Protección Civil estatal; ah, y pagó 45 millones de pesos a la constructora Secort, donde tenía metidas las manos su yerno Marco César Theurel Cotero, por el puente Capoacán, sin que la obra se hubiera llevado a cabo. En suma, más de 500 millones de pesos bailando en su historial, según documentos del Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz. O sea, tan transa Polo Torres como la mamá del diputado Ciro Félix Porras…
Malas nuevas para Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”—, ahora desempleado: su expediente, con evidencia de obras no realizadas o a medio terminar, pero pagadas en su totalidad, está integrado y a punto de reactivarse. Son millones de pesos transferidos a constructoras violando la Ley de Obras Públicas y la normatividad financiera, agraviado el erario público, burlada la sociedad de Coatzacoalcos. Hay otros rubros en los que el ex alcalde Theurel metió las manos, los pies y todo el cuerpo. Se zambulló en la poza de lodo. Una copia de ese catálogo de corruptelas se filtró, por aquello de que el gobernador Javier Duarte y el alcalde Joaquín Caballero Rosiñol decidieran sepultar la podredumbre. Lo que traerá consigo haber querido meterse al cabildo y ahí hacer estallar la granada… ¿Quién es ese político que anda de shopping, pepenando tierras aledañas al proyecto Etileno XXI, queriendo comprarlas a 100 mil pesos la hectárea y venderlas en un millón para un futuro parque industrial? Una pista: su nombre inicia con R… Nada les importa el deporte, menos la salud. Sirven las albercas semiolímpicas como caja chica, 80 mil pesos al mes sin verificación ni registro, y también para darle empleo a la querida amiga, fiel cómplice, la que administra y hace negocios desde la oscuridad. Y anuncia el alcalde Joaquín Caballero Rosiñol que pronto edificará otra, una más en Coatzacoalcos…
Tip para la PGR: un mundo de información atesora Carmen del Río Carrizosa, la reina madre del Carnaval Coatza 2014, sobre los malosos, a los que tanto invoca y de los que vocifera son sus cuates y le hacen cuantos favores pide. La Patrona de Nanchital, dueña de la voluntad de Ramón Hernández Toledo, el líder de la Sección 11 del sindicato petrolero, así aterroriza al gremio: a unos con la necesidad de trabajo y a otros con la amenaza de echarles al crimen organizado encima. Un caso para la PGR. A ese paso, ¿cuánto durará el imperio petrolero de don Ramón?…
Más pulidas, más maquilladas, mejor peinadas, sin chanclas y ahora con zapatillas, las señoras de las casas chicas quieren transitar de dama de hierro a primera dama. Dicen que si la secretaria así lo hizo, ellas por qué no…
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