* Perderán 2 mil millones de presupuesto municipal * No podrán fortalecer sus estructuras políticas * Sánchez Abreu, a la sindicatura * Caballero a la diputación local * Una secretaría en el gobierno de Veracruz para Marcelo * Theurel repitiría en Comunicaciones * Pepe Uribe, la víctima del PAN

 

Gonzalo Guízar Valladares perdió más que la alcaldía de Coatzacoalcos. Perdió él —y con él, sus aliados y socios de aventura— tres años de gloria política, recursos millonarios, influencia ilimitada y ese concepto profundamente arbitrario que es connatural a los personajes públicos cuando se hallan en la cúspide de la pirámide del poder: la impunidad.

Su debacle y caída es un episodio digno de lástima. Fue el candidato natural del PRI por casi tres años, desde que cedió la candidatura a Marcelo Montiel Montiel en el proceso electoral de 2007. Usó al Congreso de Veracruz y su Comisión de Vigilancia de la Legislatura, de la que es presidente, para proyectarse con cargo al erario, mediante onerosos contratos de publicidad en medios de comunicación. Y así creció y se fortaleció.

Luego vendría el desplome. Sus hermanos protagonizaron diversos escándalos públicos. Una de sus cuñadas fue denunciada y se le dictó auto de formal prisión por el delito de despojo. Se les acusa de apropiarse de terrenos ajenos mediante figuras jurídicas a modo y prácticas legaloides.

 

Enfrentan la descalificación de la sociedad y un repudio in crescendo, al grado de propiciar la formación de grupos promoverían que se votara contra Gonzalo Guízar en la elección del 4 de julio.

Sinónimo de derrota, Gonzalo Guízar no aguantó más. Todavía en los primeros días de enero, el sábado 2, el delfín de la sucesión veracruzana, Javier Duarte de Ochoa, auguraba para Coatzacoalcos un futuro promisorio.

 

 “Buenas noticias para Coatzacoalcos —decía a unos y otros, a quien hallaba a su paso—. Gonzalo va a ser candidato”. Denotaba una pequeña dosis de ignorancia de la realidad política, y expresaba sorpresa cuando alguien le corría la película del historial de la familia del diputado local.

Dos semanas después, el sábado 16, el mismo Javier Duarte desairaba al jefe del Clan Guízar. Llegaba a Coatzacoalcos, se reunía con obreros, pactaba, se observaba a sí mismo fortalecido, pero no llegaba al escenario en que del diputado Gonzalo Guízar rendía su segundo informe de labores. Tampoco lo acuerpaban los líderes del magisterio estatal; a sus bases las atrajo con engaños.

Una noche antes, tres fuentes de información confirmaban que el Proyecto Guízar había sucumbido. En el gobierno de Veracruz, en la sede de la Sección 11 del sindicato petrolero y en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos corría el nombre de Ramón Hernández Toledo para contender por la alcaldía.

Así, varía también el escenario priísta. Incrementa su peso el grupo encabezado por el alcalde Marcelo Montiel Montiel, cuya estructura será el motor de promoción del voto y la operatividad electoral en la campaña de Hernández Toledo. Cederá la sindicatura al líder del PRI en Coatzacoalcos, Juan de Dios Sánchez Abreu, alias “expresión fidelista”, viejo aliado del ex alcalde Iván Hillman Chapoy y de evidentes ligas con Gonzalo Guízar.

En contraposición a la debacle gonzalista, a Marcelo Montiel le conceden la diputación local para su secretario de Obras Públicas, Joaquín Caballero Rosiñol, y una secretaría en el gobierno de Veracruz, si Javier Duarte logra ganar la elección.

Marco César Theurel Cotero, quien también pretendió ser candidato a la alcaldía, repetiría seis años más al frente de la Secretaría de Comunicaciones de Veracruz.

De alto impacto, la caída de Gonzalo Guízar Valladares provoca la cancelación del proyecto de Iván El Terrible para regresar al poder municipal y evita el resurgimiento de Diario del Istmo, periódico de la familia política de Hillman Chapoy, como factor de decisión política.

Perder la candidatura, y por ende la alcaldía de Coatzacoalcos, no es un evento espontáneo. Fue producto de una evaluación y de diversas mediciones de intención de voto que revelaron que Gonzalo Guízar había dejado de garantizar el triunfo del PRI en la elección municipal.

 

Por su fragilidad y el deterioro de su imagen, incrementaba las posibilidades de la oposición, ya fuera del Partido Acción Nacional o del Partido de la Revolución Democrática.

Su fracaso se sustenta, también, en la decisión del gobernador de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, de reencauzar un proyecto que comenzaba a naufragar.

Gonzalo Guízar y sus aliados perdieron el poder, 2 mil millones de presupuesto municipal, áreas de influencia, impunidad y, sobre todo, la mecánica que les permitiría fortalecer sus estructuras políticas.

Serán esos los daños colaterales provocados por un golpe fiel.

José Uribe Pozos podría convertirse en la víctima propiciatoria del Partido Acción Nacional en la elección por la alcaldía de Coatzacoalcos.

 

El PAN desperdició su momento político tras el triunfo de Rafael García Bringas en la diputación federal, en 2009; no creció en las colonias ni en los ejidos; carece de estructuras que operen entre la ciudadanía, y existe una lucha de poder soterrada, una disputa por un poder intangible entre las corrientes panistas.

 

Como suelen decir los priistas, en el PAN se pelean por lo que no tienen. Frente a la decisión de postular a Ramón Hernández Toledo, líder de la Sección 11 del sindicato petrolero, como candidato del PRI a la alcaldía de Coatzacoalcos, pocos son los militantes del PAN que aún ven posibilidades de triunfo. En consecuencia, no falta quienes impulsen al doctor Uribe Pozos para la candidatura. Al fin que alguien tiene que perder...