* 31 cadáveres en fosas clandestinas * Solalinde lo anticipó * Las juergas del delegado * Jaime Ruiz solapa a Esteban Lara * Las dos chambas de Silviano Delgado * México-Brasil en el Trocadero, con cargo al erario * El proveedor de Theurel * Armas y espionaje * Ratificó Pedro Cayetano denuncia
Ahí, donde las nauyacas hacen su nido, en la tierra de Fidel Herrera Beltrán, un escabroso hallazgo da certeza a la denuncia del sacerdote Alejandro Solalinde: Veracruz es un camposanto, atestado de fosas clandestinas, cuerpos torturados, ejecutados, sin derecho a cristiana sepultura.
Solalinde lo dijo hace ya tres años. En Veracruz habría más fosas con cuerpos de migrantes que en el norte del país, en Tamaulipas o Coahuila. Y el director del albergue Hermanos del Camino relacionó al “comandante Jimmy” con el ex gobernador Fidel Herrera y con bandas del crimen organizado.
Van ahora 31 cadáveres, encontrados —martes 17— en un rancho abandonado, El Diamante, que fuera propiedad del ex alcalde Fernando Cano Cano, entre Tres Valles y Cosamaloapan, en el ejido Nopaltepec, la cuna de la fidelidad. Todos con huellas de tortura y en su mayoría con el tiro de gracia.
Le aquejaba al sacerdote católico la duda sobre la suerte que corrían miles de migrantes que cruzan el territorio veracruzano para alcanzar la frontera con Estados Unidos. Que se investigue la administración de Fidel Herrera, reseñaban los medios de comunicación. “Se descubrirán horrores contra los migrantes; hay testimonios”, decía en mayo de 2011 Alejandro Solalinde.
Su testimonio era categórico. Advertía una masacre, violencia desmedida, desapariciones forzadas, ejecuciones de migrantes y hasta la acción de “cocineros” del crimen organizado para desaparecer los cuerpos. Le inquietaba la suerte de las víctimas y más a él, en su condición de coordinador en la región sur de la Pastoral de Movilidad Humana del Episcopado Mexicano.
Le decía a Norma Báez, del periódico La Jornada Veracruz, que en reunión con el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa, exponía que “uno de los puntos es la situación de Veracruz, una investigación en el estado, que se investigue a la administración pasada de Fidel Herrera Beltrán, la desaparición de migrantes”.
Solalinde dimensionaba el caso Veracruz. “No sólo se trata de fosas clandestinas, sino que hay asesinos, descuartizadores y ‘cocineros’, mismos que se han encargado de deshacer los cuerpos de las víctimas en ácido”. Sospechaba de la crianza de lagartos en pequeñas Ciénegas, algunas artificiales, que “son alimentados con los restos de los muertos”.
Su llamado era a hacer justicia a los migrantes porque “lo que se va a encontrar en Veracruz supera cualquier tipo de horror hasta el momento conocido, pues los migrantes secuestrados y asesinados por el crimen organizado ascienden a miles en dicho estado”.
Veracruz es un escenario de horror. Solalinde lo describe en otra entrevista, a Imagen del Golfo.
“Tiene que abrirse el suelo veracruzano, porque yo creo que ha de ser el hervidero de esqueletos por donde quiera”.
Decía que Tamaulipas, Durango y Coahuila “son una pálida sombra de Veracruz”. Las fosas clandestinas están por doquier pues en la tierra de Fidel y Javier Duarte, los cogobernadores, “se perfeccionó la desaparición de migrantes”.
Solalinde veía —y ve— a Veracruz como “el cementerio más grande de México”.
Y reclamaba:
“Lo que yo pregunto en este momento es qué autoridad va a atreverse a hacer investigaciones en Veracruz para que empiecen a buscar cuerpos humanos, osamentas”.
Sencilla la lógica del sacerdote católico, planteaba complicidad entre los altos mandos policíacos estatales y a la familia política que insistían en culpar exclusivamente al gobierno federal de “secuestrar y desaparecer” migrantes.
Era mayo de 2011. El mapa de las fosas clandestinas no incluía a Veracruz. Lideraba esa tétrica estadística Durango, con 201 cadáveres; le seguía Tamaulipas con 183; Coahuila, 39, y Ciudad Juárez, Chihuahua, 24. Hoy es diferente.
Hay fosas clandestinas en todo México. Hay fosas en casi los 32 estados del país.
En Tamaulipas, los 183 cuerpos asesinados se hallaban en 40 fosas. Las cifras en Durango pasaron de 201 a 300 cadáveres; Jalisco 19.
En un solo hallazgo, Veracruz suma 31. Ya en el pasado se han hallado otros sepultados clandestinamente. El sur de la entidad, en Agua Dulce, en Las Choapas, aparecen conocidos y desconocidos, estudiantes, trabajadores, jovencitas, líderes sindicales obreros, periodistas, como Gregorio Jiménez de la Cruz y Noel López Olguín. También narcomenudistas y sicarios de bandas rivales.
Políticamente, el hallazgo de Nopaltepec impacta al gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Resistirse a llamarle al crimen masivo por su nombre, los hace sospechosos. Negar información sobre las fosas clandestinas, ocultarla, soltarla a regañadientes como hace el Servicio Médico Forense, lleva a preguntar qué le duele al duartismo o al fidelismo.
Duarte y su procurador, el improvisado Luis Ángel Bravo Contreras, se habían resistido hasta el miércoles 18 a fijar una postura sobre el hallazgo de Nopaltepec.
Le quema las manos al gober Duarte el tema de las fosas clandestinas. Negar la realidad ha sido siempre su mejor salida. Y si no la niega, categoriza la violencia del crimen organizado como accidentes o siniestros circunstanciales.
Santuario de Los Zetas, Veracruz tácitamente le fue rentado a esa banda criminal en los tiempos de Fidel Herrera. En su territorio trasiegan la droga, reclutan migrantes, levantan niños, se llevan jovencitas y las dedican a la prostitución, desatan el terror del secuestro y el lucrativo negocio de la extorsión.
No ha sido ajeno a la delincuencia mayor el gobierno de Veracruz. Su policía, la policía fidelista, fue cómplice de los malosos, les filtraba información, los protegía contra operativos del Ejército, la Marina y la Policía Federal. Duarte se ha dedicado a simular que depura las corporaciones policíacas, que tiene una policía acreditable en la que invierte millones de pesos pero que sólo sirve para reprimir a la sociedad, a los manifestantes, a la prensa crítica.
Solalinde habló hace tres años. Dijo que Veracruz era el mayor cementerio de México. Hablaba del horror de las fosas clandestinas. Describía la muerte violenta de los migrantes. No sólo eran las tumbas sino los asesinos, los descuartizadores y los “cocineros”.
Solalinde pedía investigar la administración de Fidel Herrera Beltrán. Sabía el sacerdote católico que nadie, ningún grupo delictivo, ni las mafias de la droga o sus derivados de la extorsión, puede imponerse sin la complicidad de las instituciones, sin el encubrimiento de los hombres de poder.
¿Quién dio el pitazo? ¿Quién realizó la llamada anónima que hizo saber de las fosas clandestinas en Nopaltepec? ¿Quién sabía con tanta precisión el lugar donde se hallaban sepultados los 31 cadáveres? ¿Por qué ahora cuando la relación entre el gobierno salinista de Enrique Peña Nieto y los cogobernadores Fidel Herrera y Javier Duarte está en su peor crisis, porque Veracruz se le regatea al Presidente de México.
Solalinde habló hace tres años, en mayo de 2011. Acusó que Veracruz es un cementerio, un camposanto. Dijo que había que investigar a Fidel Herrera. Y ahora son hallados 31 cadáveres en fosas clandestinas en Nopaltepec, a cuna de la fidelidad, donde las nauyacas hacen su nido.
Nada de esto es casual.
Archivo muerto
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