* Pavimentación con sobreprecio * De 36 a 44 millones * Naufragio a la vista * Erick Lagos, el candidato millonario * Si no puedes con tus enemigos, cómpralos * La promesa de Chagra * Guillermina para CMAS * Priísta con predio en zona invadida * Estallan los mercados * Pancho Colorado regresará por el terreno que detenta Versteeg
Caballero y el plagio del proyecto de seguridad
Joaquín Caballero Rosiñol es un alcalde osado. Tiene un padrino y una madrina. De su padrino, Marcelo Montiel, reniega; a su madrina, Karime Macías Tubilla, la usa. Y del gobernador Javier Duarte se burla.
Producto del marcelismo, ahí nació, se formó, creció y destacó hasta alcanzar la presidencia municipal de Coatzacoalcos, que ejerce a medias, vulnerada su autoridad por el hoy delegado de la Secretaría de Desarrollo Social federal en Veracruz que le marca la ruta, lo instruye, lo somete, lo cerca, le impone funcionarios y lo obliga a admitir que no gobierna el municipio sino que ambos cogobiernan. Y de ahí parte el resentimiento.
Karime Macías, la esposa del gobernador, es caso aparte. De su mano —literalmente de su mano— logró ser candidato a diputado federal y luego a la alcaldía. Ella lo buscaba, perdido Caballero entre la masa de priístas, con perfil bajo, paniaguado, grisáceo como es y tácitamente lo llevaba consigo hasta sentarlo a su lado en el presídium del evento que fuera.
Temía el mediocre Caballero a la furia del entonces alcalde, Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”—, que regateaba primero la candidatura a la diputación federal y luego la presidencia municipal para su esposa, Guadalupe Félix Porras, alias Lu-pilla. Y así, optó por refugiarse en las enaguas de Karime Macías.
Hoy la cultiva, la procura, la agasaja como a una reina madre, se le rinde a sus pies, sabida la influencia de la gobernadora en el círculo de poder. Pero el fondo sólo la usa.
Nueve meses se han ido en un destello. Caballero patina. Se estanca en el lodo. No avanza. Vive su alcaldía de la promesa de campaña, del anuncio espectacular, del eslogan sin sustento, del sarcasmo popular —Por un peor Coatzacoalcos— y de la inercia theurelista que no se traduce en desarrollo.
Ayuntamiento remendón, su obra cumbre es el programa emergente de bacheo, una vergüenza. Saturado, el tiradero de Las Matas, en los bordes con Minatitlán, ya no aguanta un kilo más de basura. Y en nueve meses, Joaquín Caballero no ha logrado hallar un sitio nuevo para confinar residuos, ni la aprobación del Congreso para el relleno sanitario.
Sucumbe ante el comercio informal. Hay caos en los mercados. Desoye el llamado de quienes exigen seguridad. Lo apabulla la violencia, el sello de los sicarios, el secuestro, el levantón. Su figura de alcalde no existe. Policías y militares se le cuadran pero en los hechos no lo pelan.
Sigue su curso el daño ambiental. La industria es impune, bajo la sospecha de que sus emanaciones con causa de cáncer y de otras enfermedades.
Simula que enfrenta a invasores de predios. Simula porque su única acción decente fue impedir y echar a paracaidistas que intentaban apoderarse de un terreno propiedad de un miembro del jet-set, Cornelius Versteeg Zebadúa, miembro del clan social en el que se mueve el alcalde Caballero.
Coatzacoalcos no tiene guía. Su piloto deja hacer y permite atropellar. Sufre el efecto de los pactos políticos inconfesables. Marcelismo y gonzalismo en una línea.
El pupilo de Marcelo Montiel tolera el saqueo de arena, la destrucción de dunas, otro delito ambiental. Sus ejecutores son José Gertrudis y Gilberto Guízar Valladares, hermanos del líder estatal del Partido Encuentro Social y ex diputado local y federal, Gonzalo Guízar Valladares. Son, pues, agua y aceite, el marcelismo y el gonzalismo, que ahora se encubren.
Nada lo salva. Ni Marcelo ni Karime son ya salvavidas para un alcalde cuyo destino es el naufragio.
De Marcelo reniega, a Karime la usa y del gobernador se burla.
Dejó llegar a Javier Duarte, el 6 de octubre, y lo hizo cómplice de un fraude: la repavimentación de la carretera Transístmica, en el tramo Puente Joroba-Puente Calzadas.
Primero dijo destinar a ese proyecto 36 millones de pesos, cuyo origen es el Fondo Metropolitano, herencia del gobierno theurelista, concebido en el trienio anterior pero sin ejecutar por las incapacidades del ex alcalde Marcos Theurel.
Establecía la licitación que el “colado, vibrado y regleado” debía realizarse con “pavimentadora y cimbra deslizante con motor de 215 HP (caballos de fuerza) de 2,220 RPM (revoluciones por minuto), con sistema de autopropulsión por medio de tracks para garantizar el nivel del proyecto y perfil de la superficie de rodamiento”.
Eso decía la licitación. Pero en los hechos no ocurrió así. Lo documentó el diario Presencia, de Las Choapas. Una noche captó imágenes de los obreros “colocando el concreto sin el triple rodillo o pavimentadora. Usaron regla vibratoria, que según el secretario de Obras Públicas Municipales, Fernando Ramos Torres, no está permitida para estos trabajos”.
Realizaban la treta por las noches, con un flujo mínimo de autos, pero sobre todo lejos de las miradas de quienes conocen del tema.
Tres compañías realizaron la obra: Construcciones del Golfo, Contractor y Grupo OPC (Obras Porturarias de Coatzacoalcos), esta última integrante del pull de empresas que construyen el túnel sumergido de Coatzacoalcos y que mantienen conflicto con el gobierno de Veracruz por los recursos millonarios, pues se resisten a concluir la obra si nos les aflojan el billete.
Técnicamente, la repavimentación consiste en sustituir 50 mil 354 metros cuadrados de asfalto por concreto hidráulico con un espesor de 20 centímetros, en un tramo de 4.8 kilómetros lineales. En teoría así es, pero el periódico Presencia logró acreditar que en algunos tramos no se cumplió con el espesor señalado.
De hecho, el asunto apesta. Y mucho. Originalmente, el ayuntamiento joaquinista informaba que la obra tendría un costo de 36 millones de pesos. Sin embargo, el comunicado 543 que difunde la página oficial municipal, de fecha 6 de octubre, advierte que tuvo un “costo estimado de inversión de 44 millones de pesos, procedentes del Fondo Metropolitano (FOMENTROC)”.
¿Ocho millones más de lo presupuestado?
Duarte llegó a Coatzacoalcos a ciegas. Así le ocurre siempre. Dio el banderazo. Vertió elogios para Caballero. Anunció más obras. Prometió que regresaría en seis meses a inaugurar la carretera de seis carriles entre Coatzacoalcos y la congregación Las Barrillas. Y esbozó su mejor sonrisa.
Consumada la burla, Joaquín Caballero implicó al gobernador de Veracruz en un fraude. Técnicamente no se cumplieron los términos de la licitación. Se alertó a tiempo, durante la construcción, y pese a saberse la violación a las bases de la obra, siguió adelante con la complicidad de la pandilla joaquinista.
Lo único que le faltaba al alcalde era entrampar al gobernador.
Finalmente lo logró.
Archivo muerto
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