* Ni Pepe Yunes ni Héctor Yunes quieren la de dos años * En 2018 sus padrinos estarán a la baja * La perversidad de Fidel y Duarte * Hundir a Veracruz para asestar un golpe político * ¿Y qué dirán Videgaray y Beltrones? * Renato resultó paloma * Theurel grabó a todos * Rocío Nahle, a causar problemas en Morena
Veracruz es un infierno político con Javier Duarte. Su pandilla, el fidelismo del cual procede, sigue operando desde las instituciones, acumula dos sexenios —la docena trágica— y ahora se allega dos años más, el minigobierno articulado con doble fin: encubrir sus corruptelas y boicotear a los Yunes rojos.
Pobre tipo. Encabeza una asonada legaloide, pasada su reforma de ley por la inmoralidad de un Congreso estatal títere, de nivel ínfimo, que le aprueba todo así sea una barbaridad, que no lee sus iniciativas, que no las modifica, que avala un período de gobierno recortado.
Con Duarte han sido cuatro años perdidos. No gobierna para darle brillo a Veracruz, pero sí para cubrir las huellas del fidelismo que saqueó impunemente, endeudó, sumió en el atraso y en la marginación, agregó más pobres a la estadística y entregó el territorio veracruzano a las bandas del crimen organizado.
Javier Duarte fue parte de todo ello. Vulgar cargamaletas de Fidel Herrera Beltrán en sus días de talacha electoral, fue vestido con traje de luces en 2004 cuando el candidato a la gubernatura lo hizo secretario de Finanzas del PRI estatal.
Javier Duarte abría el portafolios, suscribía el cheque o soltaba efectivo pues se trataba de que no parara la maquinaria que haría de Fidel el gobernador corrupto de Veracruz. Ese era el plan.
Luego fue el financiero del régimen fidelista. Pasó a una diputación federal que le permitió cumplir el requisito interno del PRI para otorgarle la candidatura al gobierno de Veracruz. Fidel Herrera Beltrán lo hizo gobernador con un fraude, descomunal el gasto, la compra de conciencias, la inversión en el voto de los priistas cautivos, los de Oportunidades, los de 65 y Más, los que desde su pobreza contribuyen a la vigencia de un sistema que produce desigualdad.
Al fidelismo se debe Javier Duarte y su gobierno ha servido para encubrir el gran latrocinio, el fraude a los veracruzanos, los grandes negocios que produjeron una nueva casta de políticos y empresarios cuya riqueza se cocinó desde las entrañas del gobierno de Veracruz.
Duarte no ha hecho nada como gobernador porque su misión ha sido contener el embate de los enemigos del fidelismo. De 34 mil millones de deuda fidelista, Veracruz enfrenta hoy una deuda de 98 mil millones, según las cifras que el diputado del Partido del Trabajo, Fidel Robles Guadarrama rescató del área financiera del gobierno estatal. La obra pública es nula; los municipios braman por falta de recursos, retenidas sus participaciones federales; los narcos, los secuestradores, los extorsionadores impunes, operando a sus anchas, coludidos con policías, sus amigos en el Ministerio Público, sus cómplices en los juzgados.
Además de torpe, Javier Duarte es un dechado de mentiras. Su gobierno está reprobado y los veracruzanos sufren los efectos de la pobreza; se crean fuentes de trabajo, pero mal pagadas; se crean empresas, pero poco después cierran; los Juegos Centroamericanos y del Caribe representaron inseguridad, robos y asaltos a atletas extranjeros, violencia física; el sistema educativo sigue atrapado en manos del cacicazgo callejista, muerta así la reforma educativa; el sistema de justicia está podrido, encarcelando inocentes y dejando libres a delincuentes; aún sin resolver el asesinato de 10 periodistas, entre ellos la corresponsal de la revista Proceso, Regina Martínez; el columnista de Notiver, Miguel Ángel López Velasco, y el reportero Gregorio Jiménez de la Cruz.
Fallido, el gobierno de Javier Duarte ha provocado el estancamiento de Veracruz en sus cuatro años de gestión. Socialmente, un desastre; políticamente, el caos.
Y ahora, en su oportunidad de trascender, enloda la reforma política con una trastada de rufianes al aprovechar la homologación de elecciones locales con el calendario electoral federal. Y así creó una gubernatura de dos años. Todo un acto de mezquindad.
Para Javier Duarte la armonización electoral se reduce a trastocar la vida política de Veracruz. Propone y obtiene el aval del Congreso de Veracruz, el cual el jueves 18 aprobó que el próximo gobernador asuma funciones el 1 de diciembre de 2016 y concluya su mandato el 30 de noviembre de 2018. El siguiente período sí será de seis años.
El daño a Veracruz será irreparable. Un gobierno de dos años es sinónimo de atraso. Un gobierno de dos años no arranca y concluye proyectos, programas y obras. Un gobierno de dos años está condenando al fracaso a los veracruzanos.
La contradicción es mayor. El mismo Congreso que aprueba ampliar a cuatro años el período de los alcaldes para que puedan administrar mejor los recursos y desarrollar programas a largo plazo, es el mismo que reduce la gestión del gobernador.
Si en tres años un alcalde no alcanza a cristalizar proyectos, ¿cómo lo puede hacer un gobernador en sólo dos años?
Javier Duarte desechó la propuesta de los Yunes azules —Miguel Ángel Yunes Linares y su hijo, el senador Fernando Yunes Márquez— y de varios actores de la oposición de que el próximo gobernador sea electo para un período de cinco años. No quiso la homologación con el calendario electoral en 2021, período que sí tendría un gobierno con tiempo suficiente para realizar proyectos, programas de obra e inversiones, y reduciría el gasto electoral.
Ahí radica el trasfondo real de la gubernatura de dos años. Fidel y Duarte usan la homologación electoral para bloquear las aspiraciones de los Yunes rojos, sus enemigos al interior del PRI.
Fidel y Duarte saben que si la elección de gobernador a seis años se celebrara en 2016, los padrinos de José Francisco Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa estarían en la cúspide de su poder. Luis Videgaray y Manlio Fabio Beltrones los favorecerían para acceder al palacio de gobierno de Xalapa.
En cambio, si la elección es para gobernador a dos años, ni Yunes Zorrilla ni Yunes Landa estarían dispuestos a participar.
Fidel y Duarte saben que ni Pepe Yunes ni Héctor Yunes quieren ser gobernadores de dos años, pero esperar la siguiente ronda, en 2018, la de seis años, es un paso al vacío.
Para entonces, ni Videgaray ni Beltrones tendrán la fuerza de hoy. Videgaray es hoy el favorito de la corte peñista; Beltrones es el operador del salinismo. Están en la plenitud del pinche poder. En cuatro años más, en 2018, el peñismo estará de salida, los padrinos a la baja y los ahijados políticos —los Yunes rojos— en la incertidumbre.
En 2018 habrá nuevo candidato presidencial del PRI. Será él quien escoja a los candidatos a gobernadores que habrán de cogobernar si logra sostenerse el PRI en Los Pinos.
La clave está ahí. 2016 representa un quiebre en los tiempos políticos y, sobre todo, en los tiempos priístas. Si en 2016 la gubernatura se mantuviera de seis años, Yunes Zorrilla y Yunes Landa usarían el poder de sus padrinos para amarrar la candidatura.
Pero no será así. La reforma duartista, el minigobierno de dos años, tiene dedicatoria para los Yunes rojos. Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte no los quieren en la sucesión, ni en 2016 ni en 2018.
Grande es la perversidad de Javier Duarte, mayor la de Fidel Herrera. Provocaron un minigobierno de dos años para asestar un golpe político, grilla pura.
Veracruz andará a la deriva, sin inversión privada, sin proyectos a realizar, con obra de mínimos alcances, estancado el estado. Todo para bloquear a Pepe y Héctor Yunes.
Habría que ver cómo responden Videgaray y Beltrones. Sus Yunes están heridos.
Archivo muerto
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