* Panista, fidelista, duartista * El trapo sucio * Al servicio de las mafias * Agresión a reporteros gráficos * Balandrano y Chapuz, víctimas de invasores * La policía no actúa * El agresor se esfuma * Clima de hostilidad a la prensa * El Congreso federal contra Javier Duarte * Los crímenes de los reporteros
Le faltaba a Gerardo Buganza mostrar su lado cómico. Ya lo exhibió. Dice que es más bronco que el “Bronco”. Y advierte que es más independiente que cualquier independiente, así se le vea atado a su patrón, Javier Duarte, ligado a la mafia en el poder.
Estiradito como es, soberbio aunque incurra en pecado, el secretario de Gobierno ha perdido la mesura, devorado por el afán y la ambición, inagotable el sueño de gobernar Veracruz.
Presume que es más bronco que El Bronco, Jaime Rodríguez, el tipo que desafió al sistema, que volvió loco al electorado en Nuevo León, que convocó a los libres, a los indignados, a los valemadres del norte, a los empresarios antipriístas, y con una candidatura independiente ganó la elección a gobernador en aquella entidad.
Pero El Bronco es el bronco, que habla rasposo, que tira y denuncia, que desnuda con su discurso a las mafias en el poder, que advierte que Nuevo León bajo su mando no volverá a ser igual.
Sabrá si lo logra. Tiene sólo una pizca de poder. Le es ajeno el Congreso local. No tiene un solo diputado a su lado. Y le sobra un pasado priísta con el que llegó a ser alcalde de García, del que se desligó apenas un año atrás.
Así que Bronco sí es, pero independiente a medias.
Buganza no. Habla sin lógica el ex panista, senador por el PAN, diputado por el PAN, católico ferviente, creyente, que no falta a misa, que se codea con obispos y arzobispo, que invoca el nombre de Dios y al que algunos feligreses a veces lo han visto reservarse la limosna, quizá porque no tenga morralla.
Una cosa es El Bronco y otra es ser verdaderamente un bronco. Buganza dice que él es “más que bronco”. ¿Dónde? No se sabe. Quizá en la intimidad del hogar, quizá entre los amigos cercanos, quizá en el círculo bugancista, a quienes sólo migajas políticas les pudo dar.
Lo bronco no se le sabe. Lo tajante, imprudente, falto de visión quedó a la vista cuando la periodista Maruchi Bravo Pagola y el profesor Gilberto Martínez Vera fueron encarcelados por retuitear y compartir información que aparecía en un portal de noticias, que hablaba de violencia en centros escolares del puerto de Veracruz.
Gozaron los bugancistas con el encarcelamiento. Cayeron en cuenta de su error cuando la opinión pública los apabulló, sabido que el gobierno de Veracruz carecía de marco legal, que el delito de perturbación del orden público es aberrante y que la Suprema Corte de Justicia de la Nación habría de exhibir el analfabetismo jurídico del doctor Javier Duarte y de sus empleados en el Congreso, la bancada priísta y sus satélites legislativos.
Más bronco que El Bronco, según imagina, Gerardo Buganza se presenta como el candidato independiente a seguir en el próximo proceso electoral de 2016.
Se balconea Sor Buganza. Acusa que pudo ser gobernador en 2004 pero la mafia priísta se lo impidió, robándole la victoria, quedando en empate técnico.
Regresó en 2010. Tenía, según expresa, el respaldo de un amplio sector de los veracruzanos, pero Miguel Ángel Yunes Linares y Felipe Calderón le pudrieron el proyecto, cabildearon en el PAN, impusieron al ex priísta, proveniente de la peor mafia que sufrido México.
Pregona Buganza que él advirtió que Yunes Linares, entonces candidato del PAN, no gobernaría Veracruz y lo logró. Ofrece de nuevo que el patriarca de los Yunes azules no será gobernador.
No tiene partido, aunque bucea en los pantanos del duartismo. Invoca su salud, su cáncer de piel, en un alarde provocador, generador de misericordia, como si causar pena popular pudiera ser motor del voto.
Son pues, PRI y PAN, mafias por igual, según el Evangelio de Sor Buganza.
¿Anda bien Buganza o ya perdió la razón?
Apenas y le responde Miguel Ángel Yunes Linares, su acérrimo rival. “Es una vacilada”, dice el ex priísta, hoy diputado electo, sin darle mayor valor a sus bronqueadas independientes.
Buganza “forma parte de la banda que gobierna Veracruz y que tiene a los veracruzanos con pésima administración de recursos públicos, servicios de salud, educativos y nadie le cree que sea independiente”.
Y remató: “Lo usan como trapo sucio”.
Del tambo de lodo saca Yunes azul un episodio. Buganza candidato, en 2004, perdió. “Después de esa elección tuvimos un acto importante en Xalapa e hizo uso de la palabra y anunció que ese mismo día iniciaba una revolución pacífica. Lo que no dijo —agregó MAYL— es que esa revolución la inició en París él y su familia con boletos pagados en primera clase”.
No agitó al estado. No motivó a los veracruzanos. No provocó que el gobierno de Fidel Herrera Beltrán careciera de legitimidad.
Seis años después navegó entre acusaciones de que, vía un familiar, recibía dividendos del fidelismo, jugosas ganancias, privilegios. Cierto o falso, nada pudo hacer Buganza contra el desprestigio que lo llevó a no ser apto para contender por el gobierno de Veracruz bajo las siglas del PAN. Era ya uno más de los tentados por Fidel.
Yunes fue candidato. Buganza ayudó a sus verdugos a imponer a Javier Duarte, vía fraude, pecadote para el persignado ex panista, que mató la vaca y terminó por agarrarle la pata.
Hoy dice ser más bronco que El Bronco y más independiente que cualquier independiente. Ríen dentro y fuera de palacio. Ríe Javier Duarte, su patrón. Nadie se traga el embuste, sabido que no deja de cobrar su salario de secretario de Gobierno el señor Buganza.
Mas que bronco es bronquitis, dice el periodista y caricaturista Jesús Hernández Tea, agudo como siempre, puntilloso y demoledor.
Es el trapo sucio de Javier Duarte.
Archivo muerto
Sergio Balandrano Casas y Fidencio Arévalo Chapuz van a todas. Captan con su lente la historia del día, la noticia, la expresión de la gente, el gesto del político, la marcha de protesta, el atropello policíaco, al delincuente atrapado, al candidato en el triunfo, al candidato en la derrota, al campesino que reclama, el accidente industrial, la gira del gobernador, del fiscal, del alcalde, del senador. Van a todas y arriesgan su integridad por una fotografía. Sergio es reportero gráfico de Coatza Digital; Chapuz lo es en Notisur. Más de 30 años han hablado con sus imágenes. Experimentados, agudos, virtuosos de la lente, este miércoles 15 sufrieron una agresión. Cubrían el bloqueo de la carretera Coatzacoalcos-Minatitlán, tras el desalojo de invasores de un predio en la colonia Trópico de la Ribera, que llevó a cabo la policía estatal como parte de una diligencia judicial. Captaban todo, documentaban con imágenes el suceso. Un individuo los grababa con la cámara de su teléfono celular. Balandrano lo enfocó y el sujeto le soltó un golpe. Cayó Balandrano, noqueado, sintiendo el impacto del cuerpo de su cámara fotográfica contra la nariz. Pero la imagen no la perdió, la prueba de la agresión. Se generó un conato de violencia, jalones entre invasores, periodistas y colonos. Dan cuenta de los hechos videos que circulan en las redes sociales. Se observa el reclamo de Chapuz —quien es cuñado de quien esto escribe— hacia el agresor. Luego lo identificarían como Javier Alonso; él y su hermano son Los Gemelos. Ambos portan mochila. Ambos tienen la misma actitud desafiante. Sigue en sus reclamos Chapuz, secundado por más reporteros y fotoperiodistas, que vieron caer a Balandrano por la mano del cobarde violento, hampón, despojo humano. El sujeto persiste en grabarlos, obvia la provocación. Se observa a Chapuz correr y volver a enfrentarlo. De un manotazo le tira el teléfono. Se generaliza la agresión, al tiempo que intervienen colonos. El agresor arremete contra quien puede. Pega y le pegan. Mide el agresor que hasta ahí llega la provocación. A unos metros se halla la policía estatal, los inútiles de Bermúdez, el falso general, pero como si no estuviera, ajena a todo, sin intervenir. Desoye a los periodistas que exigen que haga algo, que aprehenda a los agresores, que desquite lo que se les paga. ¿Son policías? No, son convidados de piedra, dedicados a grabar cómo se comete un delito y cómo huye el delincuente, sin mover un dedo, dejando que la violencia reine. Se le exige que haga. Entonces corren tras el tal Javier Alonso. Lo persiguen 20 metros y el truhán se aleja. Después de los 20 metros aflojan el paso; ya no corren, caminan. Regresan con las manos vacías. Dicen que el agresor se escondió en una casa y vigilarán para aprehenderlo. Falso. El agresor se refugió en una vivienda en la esquina de Pinos y Díaz Mirón, en los límites de las colonias Trópico de la Ribera y Electricistas. Luego salió, sin policía que lo molestara. Se le vio en el taxi 167 de la Central Camionera, entrando y saliendo al bloqueo que se mantuvo a lo largo del día. Es parte del grupo invasor, según reporte de las autoridades. Balandrano y Chapuz interpusieron su denuncia ante la agencia segunda del Ministerio Público, radicada bajo el número COAT2/724/15. Balandrano y Chapuz son ahora más que reporteros gráficos. Son ya parte de la estadística de violencia que envuelve al periodismo veracruzano. Han transitado más de 30 años en la faena diaria de retratar la verdad, de reportar la inseguridad, de describir que la muerte es cada vez peor, por sus lentes los ejecutados, los mutilados, las fosas clandestinas, el secuestro, la extorsión. Hoy son periodistas agredidos. Son víctimas del ambiente hostil generado por un gobernador, Javier Duarte, que no piensa, que no razona, que le falta cerebro cuando habla, que hostiga, que categoriza a los periodistas como manzanas podridas, que les atribuye vínculos con el hampa, que dice que son la expresión de los delincuentes. Otro gobernador, Fernando Gutiérrez Barrios, decía que la prensa es el espejo del poder y mantenía su respeto irrestricto a los periodistas, a los amigos y a los adversarios, a los que lo colmaban de elogios y a quienes lo vapuleaban a diario. Su respeto era irrestricto y era señal para todo el gobierno, para las esferas de poder, para líderes y empresarios, para el sector público en general. Javier Duarte lanza otra señal: insulta, agravia, menosprecia a la prensa y va así construyendo los cadalsos y las guillotinas, las mazmorras para refundirlos y la arena para lanzarlos a los verdugos. Cuando puede fabrica delitos y los pasa por la espada de la justicia duartista, que es corrupción judicial. Si no, que le pregunten a la columnista Maryjose Gamboa Torales, ocho meses encarcelada por un homicidio imprudencial que le escaló inventando que manejaba en estado de ebriedad, sin probarlo, pues la infamia tarde o temprano se revela como es. Incontenible, la violencia contra la prensa veracruzana ha dejado 13 comunicadores asesinados, sólo durante la pesadilla duartista, desaparecidos y exiliados, y son decenas de agresiones, unas a manos de la policía represora, que usa armas tácticas, bastones eléctricos, toletes, armas largas, escudos, para embestir con mayor precisión. En ese clima de hostilidad, de agresividad, de violencia creciente, se da el ataque a Sergio Balandrano Casas y a Fidencio Arévalo Chapuz, a manos de un hampón al que la policía veracruzana no quiso perseguir...
Y este miércoles 15, en el DF, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión adoptó un punto de acuerdo en el cual urge al gobierno de Veracruz a “intensificar las investigaciones que permitan procesar, juzgar y sancionar a los responsables de los homicidios y las desapariciones de periodistas en la entidad”. Lo propuso la senadora del PRD, Angélica de la Peña Gómez, quien potenció el caso, estableció la grave situación que enfrenta la prensa veracruzana y logró que el Congreso federal coloque a Javier Duarte en el centro de la escena pública por tanta agresión contra el gremio de los comunicadores. Es Veracruz “la entidad más peligrosa en América Latina para ejercer el periodismo”, dice el boletín difundido por el Congreso federal. Golpe demoledor el que se lleva el gobernador de Veracruz. Los detalles en la próxima...
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