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Mussio Cárdenas Arellano

Informe Rojo

El Peje, los Yunes, Bejarano, los rateros, los corruptos

14/09/2015 09:04 a.m.

* Discurso explosivo en Xalapa  * Fidel y Duarte, la mala administración y la crisis  * Los Yunes rojos, “ladrones y corruptos”  * Yunes azul, “ratero”  * Cuitláhuac, la imposición democrática  *  Bejarano y los fajos de dinero  * Mandoki y Costa, pase de charola  * El Mesías también peca
 
Sobreviviente de todo, un susto cardíaco incluido, Andrés Manuel López Obrador se duele por Veracruz, por la violencia y la inseguridad, por los periodistas muertos, por los Yunes rojos y azules, unos “ladrones y corruptos” y el otro “ratero”, y por el PRI y el PAN, que no son opción porque “son lo mismo”.


Sigue siendo un imán. Atrae mayorías. Lo siguen a ciegas, sin condiciones, envuelto en esa aura en que se entremezcla el idealista y el patriota, el populista y el mesiánico, el indoblegable que habla con la fuerza de la realidad en sus palabras, el obsesivo que se anuncia desde ya candidato —por ene ocasión— presidencial.


Qué va que lo acusen de autócrata, de impositivo, de terco cuya palabra es única en el naciente Morena, su Movimiento de Regeneración Nacional, aunque los suyos, Batres, Huerta, Luján, Pinchetti, Brugada, Taibo, Rosario Ibarra, sepan que su líder habla y escucha, que no es como lo pintan, que no impone y si lo hace, teje fino, a veces con alto costo y graves daños.


Toca Veracruz con su discurso incendiario, quizá sobado, quizá trillado, pues hace ya 15 años que habla de un gobierno rico y un pueblo pobre, de la mafia en el poder, de la revolución pacífica, del lado del pueblo, como si la toma de Reforma no hubiera desquiciado al DF y le haya provocado el desplome de gran parte de su fuerza política.


Llega a Xalapa —sábado 12— y sacude con su discurso, con el que arenga y confronta, con el que desnuda al PRI y al PAN, con el que se duele de Fidel Herrera, de su mala administración y derroche, de Javier Duarte y la tremenda crisis en que se metió y el caos del que no puede salir.


Al Peje no se le niega Plaza Lerdo o Plaza Regina Martínez. Ahí lo ven los morenos de la capital y alrededores. A López Obrador no le envía Javier Duarte sus huestes de los 400 Pueblos o Antorcha Campesina o el Partido Cardenista a secuestrar la explanada para evitar que grite sus verdades frente a palacio.


No aparecen los robocops del general de cero estrellas Arturo Bermúdez Zurita para asestarles una madriza como la que le propinó a los maestros disidentes la madrugada 13 de septiembre de 2013 porque había que garantizar que Javier Duarte diera el Grito con voz tipluda, de pito, el gemido del gato desde el balcón.


Un actor que ya no está, Rubén Espinosa Becerril, registró las imágenes de la noche de los bastones eléctricos. Fue golpeado, obligado a borrar las escenas contenidas en su memory stick y luego la agresión para que entendiera que con el gorilato duartista no se juega. Pero Rubén no entendió. Protestó en el Congreso de Veracruz, protestó en las calles por los colegas asesinados, reseñaba con su lente cada movilización contra el déspota ilustrado.


Casi dos años después, Rubén Espinosa, aquel fotógrafo de Proceso, AVC y Cuartoscuro, se exilió en el DF tras una serie de amenazas, detectó que lo seguían, alertó, fue desoído, olvidado, dejado a su suerte y finalmente asesinado en un departamento de la colonia Narvarte, junto a la activista social Nadia Vera Pérez.


Al Peje no lo inquieta Javier Duarte. El Peje sí inquieta al gordobés. Le recuerda los 14 periodistas asesinados en sus casi cinco años de gobierno. Lo tilda de vergüenza y exige que se castigue a los autores de los crímenes y condena la desaparición de comunicadores.


“No se puede aceptar una realidad de represión, injusticia y pérdida de libertades fundamentales”, dice El Peje.


Denuncia a Fidel, a Javier Duarte, a Calderón, a Peña Nieto. “Nada ha dañado más a Veracruz, a México que sus gobernantes, es la causa principal de la pobreza y por eso tenemos que cambiar al régimen de corrupción, de privilegios y no perder la fe, las esperanzas”.


Que los veracruzanos no se queden con el oprobio, con la opresión, con las injusticias. Que deben seguir adelante. Que debe darse el despertar de la sociedad como nunca se había visto en Veracruz y en el país. Ve a la gente buscando una salida, porque ya es insoportable esta crisis. “No se puede seguir con estas pesadillas”, refiere el dueño de Morena.


AMLO es implacable. Habla de las mafias, de las herencias malsanas, de la estirpe corrupta. Pregunta a los priístas si creen que al PRI le importa quiénes son los líderes de otros partidos. Habla del cáncer verde, el PVEM en Veracruz: el hijo de Fidel Herrera, o el líder del PVEM en Tabasco, el junior de Roberto Madrazo, o el líder en Chiapas, el Güero Velasco, gobernador, nieto de Manuel Velasco Suárez, ex gobernador, surgido del PRI.
Remata El Peje:


“A la mafia no les preocupa que esos partidos avancen. Son ellos mismos. Ahora hasta compraron a los dirigentes del PRD, pues se fueron con Peña Nieto que firmaron el llamado Pacto por México. Por eso pintamos nuestra raya. No tenemos nada que ver con el PRD”.


AMLO ve en el PRI y PAN simulación yunista. Alza el brazo de Cuitláhuac García Jiménez para el gobierno de Veracruz. Lo tilda de “promotor de la soberanía nacional en Veracruz”, pues decirle candidato sería darle argumento a sus contrincantes y ser acusados de campaña anticipada.


Cuitláhuac García, el diputado federal por Xalapa, moreno e hijo del ex diputado local perredista Atanasio García Durán, candidato sin consulta a la bases. Dice El Peje que su promotoría obedece a un acuerdo democrático.


O sea, AMLO actuando como los priístas y los panistas que tanto detesta, imponiendo y maquillando. No aprendió la lección de Colima. No entendió la realidad. No escuchó las voces de los morenos que reclamaban que al general Gallardo le iba a ir mal en la elección y aquello terminó en un desastre.


Viene a Veracruz AMLO y consuma la imposición de Cuitláhuac García. ¿Cuitláhuac qué?, se preguntan fuera de Xalapa, desconocido el as de la baraja morena por medio Veracruz.


Pero El Peje lo exalta. “La salida está en Morena con Cuitláhuac García y no con los Yunes, que son lo mismo (…) El PRI y el PAN son lo mismo (…) No hay ninguna diferencia de fondo”.


Dice que el destino de Veracruz está con Cuitláhuac. Sean rojos o sean azules, según López Obrador, los Yunes no son la solución. “Son lo mismo”, agrega. La única de entre los priístas Héctor y José Francisco Yunes y el panista Miguel Ángel Yunes Linares es que “los primeros son corruptos y ladrones” y los segundos “rateros”.


“PRI y PAN son lo mismo —precisa—. Se pueden pelear abajo pero arriba siempre se ponen de acuerdo. Los priistas y panistas de Veracruz están igual de dispuestos a que haya un cambio pero arriba son lo mismo porque no hay diferencia de fondo, solo que los priistas son corruptos, ladrones y los panistas son ratero”.


Punza el lenguaje del Peje. Los rateros están en la otra orilla; las virtudes en Morena, como antes, en sus días de reinado, estuvieron en el PRD. No dice más. No argumenta ni da detalle. No identifica a los senadores Héctor Yunes Landa y José Francisco Yunes Zorrilla con ningún acto de corrupción. No cita las recientes denuncias contra Miguel Ángel Yunes Linares, venteadas por los legisladores del PRI.


Olvida dos episodios: Bejarano y Ahumada, los fajos de billetes en las manos y hasta las ligas en los bolsillos, para financiar la campaña presidencial del Peje en 2006, y el pase de charola de Mandoki y Costa Bonino en 2012.


Salinas de Gortari urdió aquel video en complicidad con Ahumada. Bejarano, el operador de López Obrador, fue a su cita con la trampa, con el dinero subterráneo. “Mientras observaba el video, pasaba por mi mente una disyuntiva: era Andrés o era yo. Y preferí caer yo”, dijo en 2007, tras salir de la cárcel el profe Bejarano, en su oficina de la colonia Narvarte.


Seis años después, dos personajes, el cineasta Luis Mandoki y el asesor uruguayo  Luis Costa Bonino, pedían recursos a empresarios en una mansión de Las Lomas. Lo pedían a nombre de AMLO. No sabían que eran grabados. La reunión ocurrió el 24 de mayo de 2012 y la cantidad requerida era de 6 millones de dólares para darle el último jalón a la campaña del entonces perredista. El dinero no lo obtuvieron.


De todos se deslindó López Obrador. Ni Bejarano era su operador ni Costa Bonino y Mandoki eran sus asesores. Ajá.
Prende, pues, AMLO a los morenos. Toca las llagas de Veracruz, la violencia y muerte, la crisis por mala administración. Identifica a sus autores, a Fidel, a Duarte. Tilda de ladrones y corruptos a los Yunes rojos y de ratero al Yunes azul.


Falta la autocrítica. El mesianismo lo nubla. Dos episodios de dinero sucio, al estilo priísta, al estilo panista, en dos campañas presidenciales, mereciera por lo menos admitir que el caudillo es de carne y hueso, que falla, que se derrumba y se vuelve a levantar, que el discurso de amor en 2012 no fue pantomima, demagogia y farsa.
Sigue siendo un imán. Le falta ser auténtico.
El Mesías también peca.
 
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