* “Te reto a que me demuestres que hay un solo cadáver”: el fiscal * Hubo nueve * El gobernador y el afán de ocultar los cuerpos * El Caso Alvarado * Las fosas de Tres Valles y Cosamaloapan * Sepultar la verdad * Manzanas duartistas, manzanas podridas
Hay de muertos a muertos. Duelen, espantan, agravian los ejecutados y desmembrados en la vía pública, en el campo o en las calles, marcados con el horror que deja el crimen. Pero sacuden a Javier Duarte y a “Culín”, su fiscal, los de las fosas clandestinas. Esos los desquician.
Por ello el silencio. Por ello la mentira. Por ello la manipulación, retador Luis Ángel Bravo Contreras, que niega y se confronta, que pierde el juicio, descompuesto y queriendo ocultar la verdad.
Una fosa más en Alvarado, el célebre municipio cuenqueño ligado a Veracruz y a Boca del Río, que da tanto de qué hablar, de nuevo en la nota roja, en la estadística de muerte, en el baño de sangre y en la disputa por el territorio para el trasiego de droga, para la trata de blancas, para el levantón, la extorsión y el secuestro.
Corre la información cuando ya el fin de semana esta cerca. Es jueves 10. Se sabe en los medios —los “pinches medios” a los que alude el secretario de Seguridad, Arturo Bermúdez— que el hallazgo es real. Se advierte una cifra preliminar: 15 cadáveres.
Cuenta Luis Velázquez en su Blog Expediente MX de las
insolencias del fiscal Bravo Contreras, que encara y aunque sea a salivazo puro, pretende sofocar la información.
“Te reto —dice ‘Culín’— a que me demuestres que hay un solo cadáver”.
Pasarían unas horas, creciente la inquietud de un grupo de familiares de desaparecidos, alertados que en el rancho Calarga, en el Alvarado mítico, ahí donde sólo se llega por lancha, un islote, está la fosa y están los cuerpos.
Pasarían una horas. Ya en pleno viernes 11 la realidad volvió a abollar el ego de Fisculín. Sólo varió la cifra. No eran 15 sino nueve los cadáveres hallados, sepultados clandestinamente, queriendo ocultarlos para siempre, lejos de la piedad de sus captores, lejos también de un sepelio digno y del adiós de sus familiares.
Otra fosa para Javier Duarte, que sigue hilando muertes en su sexenio, que corre y corre la sangre por el Veracruz duartista, sin control el hampa. Peor aún, impune el hampa. Peor, solapada el hampa, tolerada y auspiciada desde las entrañas del poder, dueña de policías, de ministerios públicos, de jueces.
Fin de semana rojo, el de Alvarado estaba marcado por el escándalo de las fosas del rancho Calarga, cuyos cuerpos —de 30 a 40, según Crónica de Xalapa— eran reclamados por familiares de desaparecidos para su identificación, plantados en el Servicio Médico Forense.
Llegaban en lancha al lugar del hallazgo. Cercaban el área en que fueron detectadas las fosas clandestinas, limitando así la presencia de reporteros y testigos de lo que en realidad se había encontrado.
Así ocurrió en Coatzacoalcos en febrero. Se filtró que en las fosas ubicadas entre las colonias Lomas de Barrillas y Veracruz había entre 18 y 20 cadáveres. Se estableció un férreo cordón de seguridad, traspuesto por reporteros que cubrían la nota, enfrentados a policías y navales. Al final, oficialmente, sólo se admitió la existencia de seis cuerpos. ¿Alguien le creyó al fiscal y su pandilla?
Muy ufano, “Culín” incurre en desfiguros que no son propios de su linaje ni de su cargo. Ya se sabe de su problema con la verdad, de su habilidad para mentir, proclive al embuste y a la manipulación de la realidad. Pero de ahí a que un fiscal rete a un reportero, es un exceso.
“Culín” Bravo no pasó bien el fin de semana. Se manifestaban los familiares de desaparecidos, se lo comía la prensa crítica –la otra no sirve más que para aplaudir, callar y solapar— y se iba confirmando que la lengua del fiscal es peor de lo imaginado.
Lunes 14. Bravo Contreras varía el tono. Autoexhibido como un farsante que echa mano de la provocación y la confrontación, pide a los periodistas que no le metan calor a la nota.
“Yo ahí apelo un poco —pregona— a la comprensión de lo que se anticipa a la postura oficial del gobierno. Una nota, un comentario sesgado o relativo o un chisme que tenga que ver con el hallazgo de cuerpos, inmediatamente trastoca las fibras de todas esas madres”.
Teatral, imputa “Culín” a la prensa el impacto en las madres de las víctimas y, sutil, esboza la tentación de controlar la información.
Dice el fiscal que se trabaja con más de 50 madres de desaparecidos. Se avanza. Se conflictúa la relación entre ellas la Fiscalía cuando esas madres leen información en los medios en torno a que sus muertos podrían estar en determinada fosa.
Bravo Contreras es como la doméstica del gobierno de Javier Duarte. Recoge la basura, la embolsa y la lleva al contenedor. Limpia el cochinero que provoca Seguridad Pública –quizá por disputa con le general de cero estrellas, Arturo Bermúdez, por los favores del gobernador— cuando sus policías acreditables se coluden con la delincuencia.
La famulla del duartismo también contribuye al cochinero. Sus fiscales regionales, sus ministerios públicos, su policía ministerial son omisos, torpes, quizá cómplices de la delincuencia. Fallan sus consignaciones, sus aprehensiones, sus investigaciones ministeriales y en los juzgados federales se caen los casos.
Y ahora dice “Culín” que la prensa trastoca las fibras de las madres de las presuntas víctimas halladas en las fosas clandestinas.
Trastoca Bravo Contreras las fibras de aquellos que van de morgue en morgue, de ministerio público en ministerio público, tras la verdad, tras la suerte de los suyos, hayan sido o no malosos, hayan pasado por las filas del crimen organizado, que un día, sin más, pasaron al mundo de los que volvieron a hablar.
Su argumento es falaz, mentiroso, embustero. Trastocó Bravo “Culín” el sentir y el dolor de los familiares de decenas que exigían saber si en las fosas de Tres Valles se hallaban los suyos. Y a no ser por el subprocurador Herrera Cantillo, quien admitió que había fosas y que había cuerpos, nunca más habrían sabido de ellos.
No apeló entonces a nada el fiscal de Veracruz. Cesó a Herrera Cantillo por decir la verdad, mientras sus agentes trasladaban en el sigilo los cuerpos a Xalapa, lo más lejos posible de las familias, quizá, como se publicó en medios y redes sociales, para declararlos en calidad de no reconocidos y enviados a la fosa común.
Días después ocurrió el hallazgo de nuevas fosas en Cosamaloapan, a kilómetros de Tres Valles. Esa vez qué comprensión, qué sutileza, qué consideración “a las fibras de todas esas madres”. Cerró el caso el fiscal, negó que hubiera fosa alguna y no volvió a tocar el tema.
Tienen Javier Duarte y su fiscal “Culín” alma de sepultureros. Sepultan la verdad. Sepultan la vorágine de violencia que agobia a Veracruz. Sepultan la mesura y el respeto a la angustia de miles de familiares que no volvieron a saber de su gente.
Lo rebasa el crimen organizado y la delincuencia común. Lo atrapa su proclividad a ocultar el nivel de violencia y el baño de sangre que ha marcado al sexenio duartista, sellado desde sus primeros meses, cuando se desentendió del conflicto y lo endosó al gobierno federal, a la operación a manos de Ejército y Naval, pero sin que el proceso de depuración policíaco fuera genuino, pues hoy se ve a elementos acusados de secuestro, en la nómina del crimen organizado, señalados por tortura, la violación sexual de los propios elementos en la Academia de Policía El Lencero.
Sacuden los veracruzanos el árbol y caen manzanas duartistas, podridas. Ocurre a diario, en Alvarado o en Tres Valles, en Coatzacoalcos, en Agua Dulce, en Las Choapas. Es la constante del gobierno de Veracruz.
No es la prensa la que trastoca las fibras de las madres de las víctimas. Son Javier Duarte y “Culín” quienes las trastocan ocultando y manipulando la verdad.
Hay, pues, de muertos a muertos. Espanta ver cuerpos fragmentados en las calles, en el campo, en parajes solitarios, con mensajes. Pero hay otros peores. Son los que sacuden al gobernador y a su fiscal. Son los cadáveres hallados en fosas clandestinas.
Qué mejor si se les puede ocultar.
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