* Suscribe la Alerta Temprana y le cambian el nombre * Iba a ser rebasado por el gobierno federal * 14 periodistas asesinados * Paco Grasa y el repudio del perredismo * Alianza PRD-PAN, asusta a Duarte * Víctor Rodríguez: la falsa unidad * El destape de Erick en Acayucan * Marcelo y Tomás en La Gavia
De “manzanas podridas” tilda Javier Duarte a los periodistas, y les llama mafiosos, y los hostiga y los reprime, y los espía y los enloda, exilando a unos, acosando a otros, hasta sumar en su gobierno 14 comunicadores asesinados. Y ahora se asume como el defensor de sus críticos.
Gusta de apalearlos y denostarlos, colmados de rencor, pues no se reprime el gobernador de Veracruz cuando la crítica lo apabulla y exhibe el desgobierno que le ha tocado protagonizar, violando libertades, su policía instruida para golpear y robar, para intimidar y amedrentar.
Así ha sido su gobierno. Lo distingue una fobia malsana, la obsesión por controlar hasta hurgar en las redacciones y usar los convenios de publicidad para someter a las voces que desentonan en el concierto de la complicidad, para arrinconar a quienes se resisten a callar frente al abuso de autoridad y el saqueo de las arcas públicas.
En su gobierno cayó Regina Martínez Pérez, corresponsal de la revista Proceso, ahorcada en su hogar de Xalapa, en un robo simulado, tras las innumerables denuncias que difundió sustentando la debacle financiera que comenzó en el fidelísimo y siguió en el gobierno de Javier Duarte.
A Regina la enlodó el gobierno de Javier Duarte, esgrimiendo que era amiga de los rufianes que le quitaron la vida, que noviaba con uno de ellos, que los había dejado pasar, bebieron a morir y finalmente en un altercado le quitaron la vida.
Luego inventaron que sostenía relaciones sexuales con otras compañeras periodistas y eso, para Javier Duarte, era motivo suficiente para haberse allegado la muerte.
A otros le hizo lo mismo. Milo Vela y Misael López, su hijo, así como Yolanda Ordaz, los tres de Notiver, figuraban en los archivos del duartismo como piezas del crimen organizado, que servían a los capos y a los jefes de plaza, que ocultaban o destacaban información al gusto de la mafia.
Un día le quitaron la vida a Milo y a su hijo y allá fue Javier Duarte a compartir su cuota de luto, con palabras sentidas. Pero cuando mataron a Yolanda Ordaz brilló por su ausencia, como preludio del lodo que lanzarían sobre ella los textoservidores del duartismo.
Otros más fueron asesinados. Gabriel Huge, Guillermo Luna Varela y Esteban Rodríguez, levantados, asesinados y luego desmembrados, cuyos restos aparecieron embolsados en un canal de aguas negras del puerto de Veracruz.
Diría después la Procuraduría de Veracruz que un narcomenudista capturado reveló que Huge, Luna y Esteban había pedido a otros criminales que ultimaran a Milo, Misael y Yolanda, como si los malosos estuvieran al servicio de ellos.
Eso dijo la Procuraduría mafiosa del duartismo y trasladó el caso a la Procuraduría General de la República por tratarse de asunto de drogas. Pero para la PGR aquello resultó fantasía y nunca le cause legal. Seis casos, pues, a los que no les llegó la justicia.
Marco Antonio Báez Chino, director del portal Reporteros Policíacos y reportero de policía en Milenio Xalapa, fue secuestrado. Su cadáver, también cercenado, apareció embolsado a unas cuadras del palacio de gobierno.
Meses después diría el gobierno duartista que dos Zetas le quitaron la vida. Pero esos dos Zetas murieron en un enfrentamiento con el Ejército. Convenientemente ya no existían.
Levantaron a Gregorio Jiménez de la Cruz en villa Allende, municipio de Coatzacoalcos. Se lo llevaron y no volvió. Seis días después el cuerpo del reportero de Notisur y Liberal del Sur fue hallado en una fosa clandestina de Las Choapas, torturado y mutilado. Según el gobierno de Javier Duarte, tuvo broncas con su vecina y ella contrató a cinco sicarios por la módica cantidad de 20 mil pesos para ultimarlo. Como si fuera venta de garaje.
Moisés Sánchez Cerezo fue levantado. Se sabía que lo habían ultimado pero el gobierno de Javier Duarte se negaba a admitirlo. Lo quería en calidad de desaparecido, y si no aparecía, mejor. Fue la presión de la prensa, de Artículo 19, de la ONU, del cuerpo diplomático acreditado en México lo que obligó a que entregaran el cadáver.
Armando Saldaña ejercía el periodismo en Tierra Blanca. Y lo hacía con sentido crítico. Un día fue a Oaxaca y no regresó. Pero como murió el Oaxaca, el régimen duartista ni siquiera investigó.
Rubén Espinosa Villarreal, fotoperiodista de Proceso, Claroscuro y AVC, cubría protestas y Denunciaba a través de la lente la represión del gobierno de Veracruz. Fue golpeado, asediado, espiado y tuvo que huir al DF. Allá lo ubicaron y luego fue asesinado en la colonia Narvarte.
Es el Veracruz de Javier Duarte, donde la violencia contra la prensa crítica no tiene freno, alentada por la actitud hostil de Javier Duarte, que tilda a los ”manzanas podridas”.
Simulador, suscribe ahora el convenio con el que se establece el Sistema de alerta Temprana del Estado de Veracruz, o así debió llamarse porque de último momento se transformó en Mecanismo de protección.
Y presume Javier Duarte logros intangibles, auténtica paja para maquillar su política de agresión a la prensa crítica.
Sostiene que Veracruz es pionero en acciones de para atender agresiones a periodistas y que su policía cuenta con protocolos para respetar el trabajo de los comunicadores. Ajá.
Nada más falso. La policía duartista agrede y acosa a la prensa que registra la protesta y el reclamo de los ciudadanos, que acredita el repudio al gobierno que provocó la peor crisis financiera de su historia, que protagoniza el saqueo, que roba elecciones, que ha dejado pasar al crimen organizado y provocado el peor baño de sangre en la historia de Veracruz.
Karlo Reyes, fotógrafo de AVC, es un ejemplo de la política de agresión del gobierno duartista. Fue golpeado y despojado de su equipo fotográfico por policías vestidos de civil cuando registraba el acarreo de asistentes a la ceremonia del Grito de independencia.
“Ninguna entidad federativa tiene los mecanismos y el marco normativo garantista como nuestro estado; por ello, todas estas acciones demuestran la voluntad política para atender con la mayor prontitud y sensibilidad la protección de la libertad de expresión”, dice Duarte.
Es su farsa. Es la simulación.
Archivo muerto
Qué cachaza la de Paco Grasa, alias Francisco Valencia García. Tiene el repudio en la piel, impresentable ante el perredismo por traidor, por ventajoso, por timador y por transa. Fidelista, duartista, al servicio de los intereses más sucios, se promueve —y lo promueven— para ser el candidato de la alianza de las izquierdas veracruzanas, cuando que al tipo lo detestan hasta en casa, más en el PRD donde no pasa de ser la oveja más negra del rebaño, y eso es ya decir algo alarmante. Con una mano delante y otra atrás vivió por años Paco Grasa hasta que un amigo suyo, Javier Duarte, le pidió que operara entre el perredismo y saboteara la alianza entre el PRD y el PAN, en 2013, ante el temor de que el Congreso de Veracruz fuera de oposición.
Y así lo hizo. Jaló alcaldes, militantes, dirigentes, comprados todos los millones que fueran pues no había límite y salían las carretadas desde las arcas del gobierno duartista, o sea dinero del pueblo. ¿O no Erick, o no Deantes? Armó la táctica de crear dos consejos estatales del PRD, el legítimo y el espurio, y dos líderes, uno el legítimo y otro el espurio.
Y luego ideó impugnar legalmente la alianza PRD-PAN por no haber sido aprobada por un consejo reconocido.
Se prestaron al show todos, los espurios y los legítimos, dividiendo al final de la jornada los votos de la oposición y así se robó la elección el PRI. Se prestó también el Tribunal Estatal Electoral de Veracruz, una cáfila de sinvergüenzas al servicio del fidelato.
Y como premio, al pseudoperredista Francisco Valencia le fue otorgada la Secretaría de Comunicaciones del gobierno de Veracruz, donde llegó y casi nada encontró porque la quiebra ya asomaba. Lo pusieron, pues, donde había: la Comisión de Aguas del Estado de Veracruz (CAEV), donde multiplica sus millones.
Más priista que los priístas, Paco Grasa vende que es el candidato natural de las izquierdas.
Vaya falacia. Morena y PRD son agua y aceite, son Chuchos y Peje; dos, López Obrador no ha cesado de descalificar a Movimiento Ciudadano, el partido de Dante Delgado, y al Partido del Trabajo.
Y de pronto, el mentado Paco Valencia o Paco Grasa como se le conoce en el bajo mundo, se muestra como el adalid de las izquierdas dispersas, no para contender y mucho menos para ganar la gubernatura de Veracruz, sino para frustrar la alianza PRD-PAN, donde el temor al yunismo azul se ha convertido en pavor, no sólo para el duartismo ladrón sino para el yunismo rojo, que sabe que la alianza es letal.
Qué raquítica imaginación. Suponer que Paco Grasa es la solución para el dilema priísta, es no tener claro el escenario electoral.
De Vinísimo, su restaurant, su mausoleo, montado a todo lujo y que debiera llamarse Carísimo, y de ahí que no se paren ni las moscas, hay una historia de espionaje y lavado. Pero esa, después… Risas fingidas, abrazos huecos, llamados a la unidad conde cunde el agravio y la tenebra, el ataque y la división.
Es el ambiente en que se mueve el marcelismo, la corriente al garete del casi ex delegado de la Secretaría de Desarrollo Social federal en Veracruz, Marcelo Montiel Montiel. Llegó Víctor Rodríguez Gallegos, su brazo derecho, el nuevo líder del Movimiento Territorial del PRI, a instalar la sede del MT en Coatzacoalcos y ahí escuchó el sonsonete de la unidad ficticia, las voces falsas, los elogios sin razón.
“Hermano”, le llamó el alcalde Joaquín Caballero como si rememorara a Caín y Abel, a Essaú y Jacob, pues si algo los marca es el odio y el rencor.
Niega Víctor Rodríguez diferencia alguna con el director del DIF, Jesús Moreno Delgado, el alfil de Caballero para la diputación local y qué mejor si lo lleva a la alcaldía, así sea a contrapelo de Marcelo Montiel. Y cuando lo escuchan, lo menos que le queda a los pirestas es sonreír.
Parecía aquello un evento no del marcelismo sino de Ramón Hernández Toledo, el líder de la Sección 11 del sindicato petrolero, al que todos trataban como patriarca.
Era la fiesta de un marcelismo que día a día ahonda sus diferencias, a la greña sus operadores, a la greña sus bases, sin medir que en la división se gesta la derrota… Si de locuras se trata, también Erick Lagos tiene las suyas. Programa su destape este sábado 6, en Acayucan, en La Arrocera, el feudo del cirilismo, usando montajes, usando la cobertura de la Confederación Nacional Campesina en Veracruz.
Ya lo atajó su líder, Juan Carlos Molina, quien le dejó claro que la CNC no es de su propiedad ni le avala la osadía.
Le dijo Molina que el 6 de enero Pepe y Héctor Yunes abandonaron el evento del centenario de la Promulgación de la Ley Agraria, presente el presidente Peña Nieto; su toma de posesión fue opacada por el “cañagate” con que Javier Duarte invitó a Héctor Yunes a atrapar “peces gordos” pero en El Estero, a sus parientes, los Yunes azules. No quiere Juan Carlos Molina “destapes” locos al amparo de la CNC.
Y le pidió a Erick Lagos que mejor ni se pare por ahí, so pena de que lo exhiba y lo descalifique… Día: 28 de septiembre.
Lugar: restaurant La Gavia, en Xalapa. Ahí estaban Marcelo Montiel y Tomás Ruiz González. Registró un comensal el encuentro y remitió la foto al senador Pepe Yunes Zorrilla, quien apenas lo podía creer.
Suponía el de Perote que Marcelo jugaba de frente, con lealtad, prometía ser su coordinador de campaña si el PRI le otorga la nominación a la minigubernatura de Veracruz. No imaginó que el ex alcalde de Coatzacoalcos conversaba con el secretario de Infraestructura y Obras Públicas del gobierno de Veracruz, potencial candidato si alguien pierde el paso…
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