Amarga es la derrota, peor cuando se pierde el poder. De ahí la voz quebrada, la debacle priista que Héctor Yunes y Amadeo Flores admiten un día y reviran al siguiente, acusando fraude, el robo de 90 mil votos o más, como si el PRI no fuera el genio del fraude electoral.
Con rictus patético, devastado, decía Héctor Yunes que las cifras no le favorecían, la mañana del lunes 6, admitiendo la derrota ante la coalición PAN-PRD.
Igual de fúnebre era el rostro de Felipe Amadeo Flores Espinoza, el líder del PRI, a su lado, testigo mudo del caos priista, por vez primera fuera del gobierno de Veracruz en 86 años.
Dicen hoy que siempre no. Acusan irregularidades, mal recuento de votos, mal llenado de actas de escrutinio, mala leche en las mesas electorales para despojar al PRI de un triunfo que le allanaría su camino al gobierno de Veracruz.
Reculan el candidato y el dirigente del PRI, montados en el argumento del fraude, sobre el rumor de los 90 mil votos no atribuidos al partido tricolor, mal contabilizados, “un fraude descomunal”.
Dos días después de rendir la plaza, reemplazan los rostros de funeral por el ánimo de complicar la elección, enarbolando el argumento del fraude, el despojo y la violación a la voluntad de la sociedad.
Decía Héctor Yunes entonces que había que leer el mensaje que le había dado el electorado al PRI, reconocer que un gobierno con errores, insensible a la sociedad, provoca el rechazo de las mayorías.
Y de pronto el bandazo.
Héctor Yunes, dos días después, es otro. O intenta ser otro. Se recompone en un desfiguro demencial, refutando que aquella entrega de plaza haya sido un reconocimiento de la derrota. Sólo admitió, dice, los resultados del conteo rápido, las cifras que lo sepultan. Lo reseña Al Calor Político:
“Eso nunca lo he dicho (perder), yo lo que estoy esperando (…) en este momento estoy esperando a que se diga quién ganó la elección. La elección no la dice ni un candidato, quién la ganó, ni tampoco dicen otros quién la perdió. Lo determina la autoridad electoral y más en una elección tan cerrada. Esta es la elección más cerrada de todo el país, en donde el margen es equivalente al número de votos nulos que hay, es proporcional”.
Luego agrega:
“En ese sentido, nadie se puede declarar ganador y nadie se puede declarar perdedor hasta que no haya una definición del Órgano Electoral. Eso sólo lo determina la autoridad electoral, si fuera una elección como Hidalgo, está claro quién ganó y quién la va a ganar; si fuera una elección como Sinaloa, está claro quién ganó y quiénes no ganaron; si es una elección como Veracruz no hay una definición de esto todavía, hay tendencias”.
Cuenta su cuento el candidato del PRI. No sabe si va de nuevo al Senado o se enfila al gobierno de Veracruz, atento a lo que diga el Órgano Público Local Electoral (OPLE).
Precisa ahora que lo del lunes fue un “acto cívico”, al salir a reconocer que el conteo rápido no le favorecía. Desoyó, agrega, las voces que le aconsejaban que no lo hiciera.
“Yo no puedo hacer eso, yo no puedo dejar en la incertidumbre, en principio, a la sociedad veracruzana y, en segundo, a la gente del Partido mío y de los que me apoyaron. Yo quise dejar muy clara una posición responsable. Yo no quiero que haya desorden en Veracruz ni que haya ingobernabilidad, es lo que menos deseo”.
O sea, derrotado pero no derrotado.
Cambia también el rictus pateticus de Amadeo Flores, el líder del PRI. De lo sombrío a la esperanza, acusando también prácticas fraudulentas.
“Nuestros representantes —dice— en los consejos distritales han encontrado un cúmulo de graves irregularidades durante los conteos de este miércoles; por ello, con base en las garantías que nos otorga la ley, demandamos al OPLE ordene la apertura de la totalidad de las casillas, para corregir las anomalías que hemos registrado y eliminar la sospecha de que la voluntad de los veracruzanos no ha sido respetada”.
Y reitera:
“Se han encontrado votos para nuestra coalición que no habían sido contabilizados, lo que pone en tela de juicio la legalidad del cómputo y advierte una agresión a la voluntad de los veracruzanos”.
Si no fuera el dirigente del PRI, seguro Amadeo Flores podría ser el de Morena. Acusa irregularidades y demanda limpiar la elección.
“El PRI ha sido el partido de la legalidad y hemos actuado con absoluta congruencia con base en ese principio”, explica.
“Ejerceremos el derecho de pelear por cada voto que nos haya sido concedido por los veracruzanos y, en este sentido, apoyaremos todas las iniciativas que tengan el propósito de despejar cualquier duda sobre el resultado electoral definitivo, incluida la apertura total de casillas”.
Vende cara la derrota el PRI. Regatea en la fase de recuento final lo que no ganó en las urnas.
Cuentan que es fidelista este ardid, con sello del consulado mexicano en Barcelona, a partir de un rumor en redes sociales, difundido luego en portales en internet.
Son los 90 mil votos que supuestamente no le fueron contabilizados al PRI, que acercaría a Héctor Yunes al triunfo, o por la diferencia de votos entre el primero y segundo lugar, obligaría al recuento total.
Horas después, el OPLE salió al paso del rumor. A través de un comunicado “hace un llamado enérgico a los actores políticos a esperar los resultados que arroje dicho conteo, conforme lo marca la normatividad vigente. De igual forma, condena los textos anónimos que se hicieron llegar a los medios de comunicación, cuyo único fin es desestabilizar la elección que se realizó estrictamente apegada a la Ley Electoral, con total certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, objetividad y máxima publicidad”.
Lo que es la tragedia política. El PRI, el genio del fraude, acusa ser víctima de un fraude que lo despoja del poder en Veracruz.
Archivo muerto
Ratitas en fuga. Deja la Secretaría de Trabajo estatal Gabriel Deantes Ramos, mapache del duartismo, comprador de conciencias, el ideólogo del fraude. Se va tres días después del derrumbe del PRI, derrotado en la elección del domingo 5. Deantes solía ir con la maleta en la mano, plagada de dinero, a vencer inercias, a convencer adversarios, a traerlos al redil duartista. Así frustró la alianza PAN-PRD en 2013, generando el conflicto en el perredismo, con sus dos consejos estatales, sus dos presidentes de partido, hasta que los tribunales electorales determinaron que la alianza con el PAN era inexistente por no haber consejo estatal que la validara. Se escucha a Deantes Ramos sugerir a Javier Duarte suscribir un crédito de 20 mil millones de pesos para someter al candidato priista, darle viabilidad a su administración, a cambio de impunidad e inmunidad candidatos duartistas a diputaciones y espacios en el nuevo gobierno. Revelador, el audio fue un golpe letal que exhibió el sometimiento de Héctor Yunes, porque 20 mil millones es una fortuna. Se fue Deantes este miércoles 8, como las ratas que abandonan el barco cuando comienza a hundirse…
Unas eran de 4 mil pesos y otras de 5 mil. Así tasó Víctor Rodríguez el apoyo a las promotoras del voto, su equipo en cada una de las colonias de Coatzacoalcos. Pero el dinero no llegó. De ahí la ira y el rencor de esas mujeres que le sirven al PRI, que mueven el voto, que pujan y empujan para llevar al triunfo a los candidatos priistas. Esta vez no les llegó el apoyo, rasurado a medio trayecto, entre el mismo equipo cercano al derrotado candidato marcelista, que de por sí perdía aunque no tuviera contrincante enfrente…
Se trata de expulsar a los priistas traidores. Se trata de que Roberto y José Antonio Chagra paguen por operar en abierto por Nueva Alianza, sus fotografías en las redes sociales, su respaldo a los candidatos del Panal. Si se trata de eso, lo mismo hizo Marcos Theurel —“Te rompo tu puta madre”— y su esposa Lu-pilla Félix, inyectándole recursos al AVE, candidata plurinominal ella, pero por la baja votación registrada, fuera de toda posibilidad de llegar al Congreso de Veracruz. Si se trata de expulsión, he ahí a Martha Pineda de la Cruz, lideresa del OMMPRI, la agrupación femenil priista que operaba para el Partido Verde y su minicandidato Jaime Quintanilla, que no le metió ni 5 mil votos a su causa. Martha Pineda, la de la barbacoa de perro, más verde que tricolor, apuñalando al PRI y, obvio, a su candidato, Víctor Rodríguez Gallegos…
“Yo nunca me equivoco”, pregonaba Carlos Brito Gómez. “Héctor Yunes va a ganar. Yo nunca me equivoco”, reseñaba el veterano priista, ex alcalde de Coatzacoalcos, ex líder del PRI, ex subsecretario de Gobierno, ex diputado federal, ex líder del Congreso de Veracruz, un domingo, de noche, en el hotel Terranova, en tiempos de precampaña. “Nunca me equivoco”, decía. Y se equivocó…
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