* Gonzalo, el mapache hablando de orejas * Olvidó cuando embarazaba urnas para el PRI * Theurel ganó con 54 mil votos * Guízar creció porque lo victimizó mediáticamente * Renato amenaza hacer “limpia” en el Ayuntamiento de Las Choapas * Nueva versión de la Ley de Herodes
Vive un conflicto sublime con los números y con la ética el doctor (?) Javier Duarte de Ochoa. En cuestión de horas cambia las cifras de la elección, se autoproclama gobernador electo de Veracruz y da por cerrado el capítulo del fraude fiel.
Duarte no es iluso aunque lo parezca. Lo que sí padece es una tendencia a imaginar que fuera de él y su padrino Fidel Herrera, no hay inteligencia alguna en suelo jarocho, que a todos los duerme y a muchos los embauca. Eso se llama soberbia.
Así, nos acaba de sorprender con una nueva cifra en la elección por el gobierno de Veracruz. Dice el priísta, invento político del proyecto de la fidelidad, que siempre no obtuvo un millón 403 mil 629 votos los que le permiten suceder en la gubernatura a su padrino Fidel.
Esa cifra, basada en el cómputo del 99 por ciento de las actas de escrutinio, la expresó en entrevista con la periodista Denise Maerker, titular del programa Atando Cabos, en Radio Fórmula, el miércoles 7.
Contrastó sus datos con la cantidad de votos que supuestamente obtuvo su contrincante, el panista Miguel Angel Yunes Linares, a quien le atribuyó un millón 310 mil 955 sufragios. O sea, la diferencia, según el delfín del fidelato, sería de 92 mil 674 votos a favor del priísta.
Don Javier El Magnífico ha variado nuevamente su versión. Ayer, frente a los medios de comunicación, aseguró que con el “total” de las actas, de acuerdo con el conteo en los 30 distritos electorales de Veracruz, obtuvo un millón 392 mil 386 votos; Yunes habría logrado un millón 307 mil 811 sufragios. La diferencia ahora sería de 84 mil 575 votos.
Si Pitágoras no se equivoca, el pupilo del sultán de Veracruz ha terminado hecho un enredo con las cifras del fraude. Ahora, con el total de las actas de escrutinio, ha bajado sus números respecto al rollo que le tiró a Denise Maerker en Radio Fórmula.
Duarte, el doctor en economía, no sólo tiene problemas con los números. Trae un conflicto con la ética. Frente a la prensa también incurrió en otro acto de magia y de escapismo.
Dijo que para él y para su partido, el PRI, con estas cifras el proceso electoral ha terminado. O sea, da por sentada la victoria del proyecto fiel y tácitamente se autoproclama gobernador electo de Veracruz.
No se vale salir corriendo cuando la elección apenas se está calentando. Duarte da por hecha su victoria, pero no sigue la ruta de la legalidad.
Según la Constitución de Veracruz y el Código Electoral, nadie tiene la atribución de declarar quién es el gobernador, a excepción del Tribunal Electoral de Poder Judicial. Duarte cayó en esa tentación como un par de días antes lo había hecho su patrón, Fidel Herrera Beltrán.
Es evidente que la guerra de cifras lo reventó. Duarte, su jefe, el sultán tropical, y el PRI nada quieren saber del cómputo de la elección. Quieren vuelta a la hoja. Atrapados en la mecánica del fraude, desde el domingo 4 divagaron y se extraviaron.
Maniobraron con el Programa de Resultados Electorales Preliminares, inflaron cifras, inventaron votos, violentaron las sedes electorales y rescataron alcaldías y distritos. En una frase, consumaron un escandaloso fraude para perpetuarse en el poder.
Como Duarte, otras especies de la fidelidad intentan cuadrar los números del hurto fiel. En Jalapa, Elizabeth Morales ascendió de 50 mil a 90 mil votos; Carolina Gudiño, la oaxaqueña o Madame Cachirul, va en vías de rescatar el puerto de Veracruz; Salvador Manzur, el vándalo que derriba estatuas, experimentó la multiplicación de los votos en Boca del Río.
Sin ética, Duarte y la pandilla cosechan las bondades del fraude; imaginan que esto ya se acabó, mientras Yunes Linares los espera en los tribunales.
Archivo muerto
Desde que se convirtió en profeta de la dignidad, Gonzalo Guízar Valladares perdió la memoria. Condena el robo de elecciones, la violencia electoral, el relleno de urnas, las trampas, las amenazas, el atropello a la voluntad ciudadana, la elección de estado, la complicidad de los órganos electorales y los porros, a los que llama “batallones de guerra”.
Dice que Marco César Theurel Cotero no ganó la alcaldía de Coatzacoalcos sino que se la robó. Ya no recuerda cuando en el PRI hacía el trabajo sucio; cuando los gonzalistas violentaban elecciones o introducían paquetes con votos a los órganos electorales, a punta de balazos.
Así hizo ganar a Edel Alvarez Peña la presidencia municipal de Coatzacoalcos, en 1991. Su discurso no le queda. Suena hueco, inverosímil. Gonzalo Guízar fue el mayor mapache del PRI, el porro, y hoy, desde la trinchera panista, reclama pulcritud electoral.
Allá quien le crea... Marcos Theurel recibió constancia de mayoría que lo acredita como alcalde electo de Coatzacoalcos. En el cómputo oficial obtuvo 54 mil 154 votos; Gonzalo Guízar, del PAN, 48 mil 28, y Amado Cruz Malpica, del PRD, 7 mil 367 votos.
Theurel ganó la contienda montado en un aparataje financiero, derroche de propaganda y voto corporativo. Habría tenido una victoria menos complicada si no hubiera equivocado la estrategia hacia su contrincante panista, Gonzalo Guízar Valladares. Tanto lo atacó y lo ridiculizó mediáticamente, que terminó victimizándolo, haciendolo agradable a los ojos de muchos.
Ojalá haya aprendido la lección, aunque lo más seguro es que no... Más volado que de costumbre, Renato Tronco Gómez promete una limpia en el Ayuntamiento de Las Choapas. Apenas había recibido su constancia de mayoría por parte del Consejo Municipal Electoral, comenzó a expresar disparates, bravatas, amenazas contra quienes rivalizan con él.
Dijo que ya pueden ir haciendo sus maletas y pidiendo su liquidación los empleados municipales que no le son afines. Una vez en la presidencia, asegura, limpiará el Ayuntamiento. Ridiculizó al Presidente Felipe Calderón y a los priístas que votaron por el PAN.
Despotricó contra PRESENCIA por su información crítica. Qué bueno. Y que se acostumbre. Recargado, Renato Bronco viene a comerse lo que queda de Las Choapas; el erario destinado a su constructora; el aparato de seguridad a su disposición.
Una parte de los choapenses —unos con su voto y otros con su indiferencia— le permitió regresar. Promete disfrazarse de Renato Tronco, atropellar a sus rivales y hacer de Las Choapas un capítulo de “La Ley de Herodes”...