* Túnel sumergido, a punto de la cancelación * Se retiran las constructoras * ¿Dónde fueron a parar los 800 millones invertidos? * Fidel en el velorio de Fausto Fernández * En vida le dio la espalda * La amenaza a Othón González
De respetable, José Pablo Robles Martínez no tiene nada. Va por la vida y el periodismo acumulando quejas y provocando agravios, denostando al que puede y sirviéndose de las complicidades del poder. Así ha construido una fortuna y erigido un enclave de prensa tasado, invariablemente, al mejor postor.
Robles Martínez tutela tres medios escritos y uno electrónico —Diario del Istmo, Imagen de Veracruz, Llave y Agencia Imagen del Golfo— desde los cuales lo mismo le chupa los presupuestos a los gobiernos priistas como a la oposición. No camina en paralelo a los poderosos sino que reclama para su cofradía espacios públicos, áreas de influencia y suele coyotear obras en municipios que entrega a su séquito de constructores.
En su haber tiene un historial que haría palidecer a delincuentes de renombre. Lo han denunciado por difamación en Acayucan, según publicación del Diario del Sur, entonces bajo la dirección de Ángel Leodegario Gutiérrez Castellanos, medio que recogió versiones de jefes policíacos, abogados y organizaciones de derechos humanos.
Se agenció, también, un Premio Nacional de Periodismo que no era suyo. La anécdota se remonta a 1987, cuando el suplemento cultural El Istmo en la Cultura, bajo la conducción de Ricardo Perry, José Homero y Agustín del Moral, obtuvo el reconocimiento más importante otorgado por el gobierno federal a la prensa. A ellos –diez miembros que conformaban el equipo ganador— correspondía recibir el galardón y llevarse la gloria.
Robles Martínez, quien siempre les dijo que el proyecto era de los diez y que el éxito o el fracaso sería suyo y de nadie más, maniobró para dejarlos fuera de la ceremonia oficial. Les alegó que no habría más que un gafete por restricción de Los Pinos. Le creyeron y nombraron a Agustín del Moral para estar presente en el evento. La sorpresa llegó cuando ahí se hallaban, portando su gafete respectivo toda la familia Robles-Barajas y los amigos y colaboradores del señor Robles.
Quizá eso se lo hubieran pasado, pero no la manipulación. Robles Martínez publicitó el premio como un galardón para Diario del Istmo, no para el suplemento cultural, y provocó con ello la renuncia masiva del equipo ganador. Contacto y Proceso fueron los dos medios que dieron a conocer el hecho y de ahí le siguieron Excélsior, El Universal y muchos más que al unísono condenaron la pillada del rufián.
De otras anécdotas está plagada su vida periodística. Una vez lo emplazó legalmente Bancomer por incumplimiento de un arrendamiento financiero por el terreno en que hoy se halla el periódico Imagen de Veracruz. Mediante un juicio civil se le obligó a cumplir sus obligaciones con el banco.
También incurrió en plagio cuando tomó un desplegado del periódico Excélsior donde se formulaba un retrato del paso del periodista Manuel Buendía, asesinado la noche del 30 de mayo de 1984, por ese rotativo. Robles Martínez hizo publicar el texto e hizo creer que Buendía trabajaba para Diario del Istmo, no para Excélsior, y habló del cúmulo de columnas publicadas, cuando en realidad eran parte de un servicio informativo.
Hoy Robles Martínez vive el repudio del gremio periodístico veracruzano por su obsesivo afán de arrebatar y permanecer al frente del Colegio de Periodistas de Veracruz hasta que la vida se lo permita.
Llegó ahí para no hacer nada por el gremio, promoviendo conferencias balines y gestionando titulaciones de dudosa solvencia. Lo incrustó en la presidencia del Colegio de Periodistas el entonces gobernador Miguel Alemán Velasco, en 2006, y desde ahí ha intentado autoerigirse como rector de la opinión pública.
Tres años después, valiéndose de lineamientos internos a modo, logró una primera reelección, apuntalado por el gobernador Fidel Herrera Beltrán. Debía dejar el cargo en febrero de 2009, pero ahí se entronizó y ahora resulta que un grupo de empleados a su servicio, desde las sombras, lo reeligió.
Tramposo superlativo, esgrime que los recursos oficiales son insuficientes, y sus corifeos le embarran en el rostro al gobernador Fidel Herrera que los eventos y las conferencias los pagan de su peculio. ¿Cómo entonces explicaría el señor Robles que la cuenta pública revisada por el ORFIS le da el visto bueno cada año, si supuestamente trabaja con subejercicios?
Su estilo, escribir con máscara, le ha permitido a Maquivelo Robles Martínez embestir a sus adversarios desde el reducto de los embozados: el seudónimo. Y cuando no lo hace él, usa a sus testaferros, mozos de redacción, para lanzar dardos.
No le sobran razones, pues, a Virginia Durán Campollo, autora de Mole de Gente, exigirle le invoca una renuncia por dignidad, si es que la tiene. Lo atrapa en los laberintos de sus contradicciones; en su fama de succionador profesional, bautizo atinadísimo de su amigo, el gobernador de Veracruz, y la respuesta a la premisa de que para ser titular del Colegio de Periodistas se necesita ser profesional. No, se requiere algo más, como dice bien Virginia Campollo: se exige ser honesto.
En ese terreno, Robles Martínez es hombre al agua.
Archivo muerto
Tiene los días contados el túnel sumergido de Coatzacoalcos. Se sabe de fuente informadísima que en breve se anunciará su cancelación definitiva luego de un sinnúmero de conflictos, retrasos, elevación de presupuestos, quejas y escándalos mediáticos. Una de las compañías opera actualmente con ocho trabajadores; el ingeniero Rubén Ruiz Villarreal, quien desempeñaba un papel preponderante en la construcción de la obra, ya se encuentra en Monterrey; el gobierno federal no le inyecta recursos, y el dinero que se capta de la caseta de peaje que se halla entre el puente Coatzacoalcos I y los complejos petroquímicos sólo sirve para cubrir algunas obligaciones. Originalmente presupuestado en mil 400 millones de pesos, se disparó a 2 mil 700 millones; al ritmo que va, las proyecciones estiman que costará 4 mil millones de pesos. El avance es mínimo, no al 65 por ciento como declaró el secretario técnico del Fideicomiso de Administración y del Fideicomiso Público del Túnel Sumergido, José Jorge Calderón Todd, el pasado 12 de abril. El anuncio oficial de la cancelación está a un paso de producirse. Por lo pronto, el destino de los 800 millones invertidos es un misterio...
Un acto más de hipocresía política del gobernador Fidel Herrera Beltrán: pese a haberle dado la espalda en vida, se presentó al velorio del maestro del periodismo Fausto Fernández Ponte. Ahí estuvo, en el puerto de Veracruz; montó una guardia de honor y hasta ofreció pagar los gastos funerarios y los que se generaron por la atención médica en la Beneficencia Española. Por fortuna no hubo necesidad. Personajes como el diputado federal José Francisco Yunes Zorrilla y un reducido grupo de periodistas auxiliaron en el momento tan dramático que vivían. Al publirrelacionista de la fidelidad, Othón González, se le hizo saber que si se acercaba a una cuadra de distancia del lugar en que era velado don Fausto, le iban “a partir la madre”. Othón, malagradeciado como suele ser, fue uno de los personajes que en vida tuvo el respaldo irrestricto del periodista oriundo de Coatzacoalcos y terminó mordiéndole la mano...