Meade no ve ni siente a México, ni al pobre y al olvidado, al que apenas tiene para vivir, al que carece hasta de voluntad para protestar, y si no muere de hambre, le arrebata la vida una enfermedad. A ese México quiere Meade gobernar.
Es José Antonio Meade Kuribreña el delfín del presidente. Lo hace canciller y de ahí a Desarrollo Social y a la fuente de riqueza que es la Secretaría de Hacienda. Y elimina los candados que impedirían que el PRI lo pudiera postular.
Sin militancia real en el PRI, Meade no acreditaba el requisito de 10 años afiliado como mínimo para por ser candidato presidencial. Enrique Peña Nieto lo arregló con un tronido de dedos: eliminar la prohibición contenida en el artículo 166 fracción X, como resolvió la Asamblea Nacional priista.
Así, Meade va por una candidatura que de entrada es un fiasco, enfrentando al líder de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, que desde su partido, Movimiento de Regeneración Nacional lo va a destrozar.
Meade representa la opulencia y la clase gobernante, el drink y la cúpula de oro, la mafia en el poder y las políticas que han llevado a México a niveles de desigualdad sin precedente, con 50 millones de pobres.
Es alfil del peñismo voraz, el que diseña reformas estructurales, no para lograr desarrollo y mejores condiciones de vida, sino para destroncar sindicatos y vender la riqueza nacional.
Con Peña Nieto hubo reforma fiscal, energética, educativa, laboral, y México siguió peor.
Meade es parte del peñismo, del régimen marcado por la corrupción, de la Casa Blanca que evidenció que al presidente le dan sus moches en especie, con mansiones que insultan a la masa de os pobres.
Meade es una pieza del gobierno peñista, incapaz de articular acciones para enfrentar el reto migratorio, las amenazas de Donald Trump.
Meade representa al jet-set político y López Obrador al México de los pobres. Y los votos de los votos de los pobres van a contar.
Aun siendo postulado por el frente amplio PRI-PAN-PRD y anexas, el Peje lo va a destrozar.
De sus nulas posibilidades de ser candidato presidencial, escribió la periodista Martha Anaya, el 24 de julio de 2015, en el portal 24 Horas:
“Es aquí cuando surge el nombre de José Antonio Meade Kuribreña, actual secretario de Relaciones Exteriores y ex titular de Hacienda. Las menciones vienen acompañadas de algunas de las cualidades del personaje —sencillo, educado, inteligente— y de algunos otros detalles relacionados con el poder: como el que muchos asuntos de otras secretarías están pasando por sus oficinas, sea para definir soluciones o para dar el visto bueno.
“En su equipo han notado la confianza, las deferencias y la importancia que desde Los Pinos –y por parte del propio Videgaray– se le está dando a Meade. Tanto que ellos mismos lo están viendo (y perfilando ya) como presidenciable”.
Y cuestionaba Martha Anaya su condición de priista o no.
“¿ESTÁ AFILIADO AL PRI?- Las elucubraciones de estos políticos, a los que poco les falta para ver a Meade con la banda presidencial al pecho, se han topado con algunos descolones de parte de priistas bien colmilludos.
“El primero suena a sopapo: ¿De veras creen que Meade podría ganar una elección? ¡Imagínenlo en campaña frente a (Rafael) Moreno Valle o frente a (Andrés Manuel) López Obrador! No tiene la menor posibilidad.
“El segundo lleva veneno. Inicia con una pregunta mordaz:
“–¿Y de qué partido (sería Meade candidato)?
“–Pues del PRI…–, responde el interlocutor.
“–Pero si no es priista–, refuta el viejo político.
“A renglón seguido manda buscar los estatutos del partido. Da con el Artículo 166 fracción X. Lee con todas sus letras: (…) para ser candidato a gobernador, presidente y jefe de Gobierno se requieren 10 años de militancia.
“Otro priista de antaño, de la época de Augusto Gómez Villanueva, mencionó entonces algo que clavó la duda en la mesa. Contó que en una ocasión escuchó a Meade confesar que él era priista. Y esto, siendo secretario de Hacienda en el sexenio de Felipe Calderón.
“¿Tiene Meade credencial del PRI? ¿Alguien la ha visto?
“Ninguno pudo asegurarlo”.
Peña Nieto le corrigió el escenario. Acomodó los estatutos del PRI, vía la Asamblea Nacional, para retirar el candado de la militancia y el cargo público para ser candidato presidencial.
Dicen los priistas que eso es leer la realidad nacional. No, es la sumisión y la dignidad perdida. Es la confección de un traje a la medida de Meade. Es el molde para que el sucesor sea también el encubridor de los yerros de Peña Nieto.
Hasta ahí, es válido. Es la naturaleza del priista dejarse planchar, aletear y aterrizar, negociar e hincar la rodilla. Se hace en el priismo lo que el presidente impone.
Meade tiene el camino libre. Lo secundarán los priistas, regateando espacios, senadurías y diputaciones, las cuotas de poder.
Pero de ahí a ganar la elección presidencial, es un sueño.
Meade es débil, tácitamente marcado por un gobierno impopular, que desdeñó el reclamo popular, la exigencia de mejores condiciones de vida, que aspira al desarrollo y a vivir con dignidad.
Veracruz es otro eslabón del caos. Aquí comienza a mandar Pepe Yunes —José Francisco Yunes Zorrilla— para alinear al priismo en torno a Meade.
Gris, apocado, Pepe Yunes tiene la derrota asegurada, para sí y para Meade.
Aspira a ser gobernador cuando los priistas andan a la greña y en pleno éxodo.
Unos van al PAN y otros a Morena. Unos se vinculan con el gobernador panista Miguel Ángel Yunes Linares, y otros ven en Morena el futuro del país.
Pepe Yunes no lee el drama tricolor, la estampida del priismo que en otros partidos mejores posibilidades de triunfo.
Yunes azul pacta con el priismo, así sean fidelistas o duartistas, y los inscribe en su proyecto de poder, llevando a su hijo, Miguel ángel Yunes Márquez, a la candidatura panista para imponerlo como sucesor.
Morena comienza a definir su ruta al poder. Va con candidatos propios o con aspirantes externos, sea Dante Delgado Rannauro, sea el priista Ricardo Ahued, quizá el mejor alcalde que haya tenido Xalapa.
Nada le va quedando a Pepe Yunes. Cuando llegue la hora de contender, se quedará con el senador Héctor Yunes Landa —“Javier Duarte es mi jefe político”— y las huestes de César del Ángel Fuentes —los 400 gángsters—.
Y mientras, a Meade o destrozará el Peje.
Archivo muerto
Dos, tres veces dijo Verónica Huerta que era periodista. Y un par de veces, en el forcejeo, el celular con el que graba fue al suelo. “Qué madres que seas periodista”, le respondió la mujer policía de identidad oculta, embozada, con casco y lentes negros. Y la reportera de AVC no cejaba en su labor. Cubría Verónica Huerta la protesta de los habitantes de Casitas, municipio de Tecolutla, bloqueando los habitantes la carretera Nautla-Poza Rica por falta de energía eléctrica y los daños ocasionados por el paso del huracán Franklin. Arribó la policía, intentó disuadir a las manifestantes, unas 30 mujeres en su mayoría, y se escuchó su argumento: “llevamos cuatro días sin luz, padeciendo moscos y calor. Sólo queremos que recolecten la energía”. Luego vino el desalojo, y entre el forcejeo un policía encara a Verónica Huerta e intenta arrebatarle su teléfono móvil. El aparato cae al suelo. Sigue la trifulca y ahora es una mujer policía. La toma de los brazo, la empuja, cae e nuevo el celular, que es recogido por las manifestantes, quienes la acuerpan y la protegen. Días atrás, siete reporteros fueron detenidos y llevados a la cárcel en Veracruz. Les imputaron que escandalizaban en la vía pública. Y ahí permanecieron horas. Salieron porque no había delito alguno, porque el encargado del operativo los confundió con motociclistas que suelen llegar al lugar y causar desmanes. Javier Duarte en los días en que desgobernaba a Veracruz, llamó a la prensa “manzanas podridas” y auguró días peores, días de violencia, días de agresión. Y así ocurrió. Hoy es igual o peor. Nada dice el yunismo, si acaso el gobernador Miguel Ángel Yunes sostiene que a Verónica Huerta nadie la agredió. Protestan organizaciones de periodistas y compañeros de Verónica Huerta. “La Red Veracruzana de Periodistas exige a la SSP y al Gobierno del Estado que se detengan las agresiones contra los periodistas, ya que no es la primera vez —durante el actual gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares— que los policías estatales atentan contra el derecho a la libertad de expresión y mantienen la dinámica de impedir el libre ejercicio periodístico”. Y acusa que los policías agresores no pueden ser identificados por llevar el rostro cubierto y en sus uniformes no tenían impreso su nombre… Una empleada de Cinemex cae, tocada por una bala perdida. Un agente consignatario de barcos es plagiado en su hogar y devuelto horas después. Una mujer sufre un levantón, mientras su esposo se tira a matar con los plagiarios. Un hombre es secuestrado en la colonia Petrolera. Un joven de 24 años es perseguido, deja el auto se interna una unidad deportiva, alcanzado por los sicarios que le vacían sus armas. Transcurren horas entre uno y otros casos. Es la violencia que golpea a Coatzacoalcos. Y de ahí el patrullaje intenso, el sobrevuelo de los helicópteros, los operativos que intentan dar con las células del crimen organizado. Ya ocurrió el golpe a la banda del Comandante H, alias Hernán Martínez Zavaleta, desmantelada la pandilla que perpetraba la mayoría de los secuestros, arrojando luz sobre las actividades del líder zeta, y de otros personajes más que orbitaban en torno al H. Fuera de eso, la violencia sigue siendo un flagelo mientras Coatzacoalcos se debate entre el miedo y la sangre… Grúas Vázquez aloja vehículos robados y nada pasa. Un trailer con varilla fue asaltado entre Nuevo Teapa y el puente Antonio Dovalí, el Coatzacoalcos II. Su propietario, Enrique Rodríguez, lo ubicó vía GPS en el corralón de la empresa de grúas. Ahí estaba la cabina, no el remolque ni la varilla, que suman en costo un millón de pesos. Enteró a la Fiscalía en Nanchital y oficialmente no les dieron parte. Lo mismo Tránsito federal, ni estatal, ni el Mando Único Policial. Grúas Vázquez tampoco explica cómo llegó el vehículo robado ahí, o quien se lo dejó a guardar, o alguien suele usar el corralón como zona vedada para la justicia. Ocho días después, el tractocamión sigue en Grúas Vázquez, sin que la Fiscalía Regional mueva un dedo. ¿Qué zeta lo robó y lo llevó ahí? ¿Qué fiscal lo sabe y encubre al zeta? Y luego no quieren en el yunismo que el pueblo piense que todo es igual que en el duartismo… ¿Quién es ese magistrado, pillado en una licitación amañada, involucrados los hijos y un allegado de confianza, por una obra que, la verdad, ni valía la pena? Una obra y tres invitados. Y tenían que ser el padre, el hijo y el abogado. Sí la nada santísima trinidad. A eso, señor magistrado, se le llama fraude y es delito federal…