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Mussio Cárdenas Arellano

Informe Rojo

Javier Duarte: mientras se muerde un huevo

* “Dejen a mi esposa en paz”  * Silencio para Karime Macías  * Y sepultar la pista del lavado  * Siempre amenaza con hablar  * ¿Cuánto tiempo vivirá?  * Hidalgotitlán: la militarización  * Otro fiasco de Winckler  * Cooperacha forzada para la posada de Edel  * El Vactor de Toledo en CAEV ya no está  * Fiesta sorpresa a Felicia
27/11/2017 07:54 a.m.

​Con un huevo a medio morder, Javier Duarte exige silencio para su esposa, la de las empresas de papel, las inversiones inmobiliarias, el lavado y los lavadores, Mansur y Ortega, cuya delación apunta  hacia ella, la inefable Karime Macías, el cerebro que ideó el saqueo a Veracruz. “Dejen a mi esposa en paz”.

Se lo muerde, dice el reo, “por no decir todo lo que tengo que decir”.

Y se muerde el otro, agrega el ex gobernador, por no mentarle la madre a Miguel Ángel Yunes.

No se los muerde, aunque ese es su mensaje, por mentársela a Enrique Peña Nieto, el presidente, cuya Procuraduría General de la República lo trajo, vía extradición, desde Guatemala y cuyo gobierno le imputó delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Ni se la mienta, aunque lo habrá pensado, a sus padrinos priistas, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, los capos del clan tricolor, sin cuya protección y disimulo, a él y a Tarek, a Mota y a Silva, no habría operado la quiebra de las finanzas y el saqueo a las arcas del gobierno de Veracruz.

Tipo sin lustre, procaz y vulgar, Javier Duarte habla el idioma del bajo mundo político, entre líneas su intención y suicida su amenaza, más que a Peña Nieto, al sistema que lo vio crecer, empoderarse, enriquecerse, extraviarse y enloquecer.

Se muerde un huevo, refiere la crónica del reportero Humberto Padgett, del noticiario de Ciro Gómez Leyva en Imagen Televisión, por hablar, dice el ex gobernador, y se muerde el otro por recetarle una mentada a Yunes azul. Pero el mensaje —sí, el mensaje— va más allá.

No es sólo la procacidad y la bajeza, la falta de pedigrí, lo que trasluce el reo del Reclusorio Norte que un día desgobernó a Veracruz. Es su voz, su última carta, por lo que está por venir.

“Dejen a mi esposa en paz”, replica días después, cuando aclara en una carta que no concedió la entrevista a Gómez Leyva por no poder hablar de su proceso penal. Y apunta que sus expresiones fueron sacadas de contexto, que la hora de su reloj es “la hora de México”, no la de Londres donde vive su esposa Karime Macías.

“Dejen a mi esposa en paz”.

Algo así como “dejen a la pieza clave del saqueo fuera de esto o, así me muerda un huevo, voy a hablar”.

Javier Duarte sabe que el futuro dejó de ser. Que Karime Macías será traída a México. Que la negociación falló. Que EPN y su clan incumplieron el pacto. Que en el juicio se terminará de hundir.

“Dejen a mi esposa en paz”.

Lo del huevo es lenguaje de políticos y gángsters. Y al que lo capte, que sepa qué hacer.

Lo de Karime es lenguaje entre líneas.

Con cajas de huevo, se escucha en el audio en que habla con Tarek Abdala, envió al PRI. Le dijo a su tesorero: “son mil”. Serían mil millones de pesos en una entrega, en tiempos de campaña, cuando Enrique Peña Nieto, su gallo, emprendía el camino a Los Pinos.

Suponía Javier Duarte que con dinero que no salió de su bolsillo ni de sus cuentas bancarias, con lo del erario, compraba impunidad.

“Son mil”, le dice a Antonio Tarek Abdala Saad, el joven basquetbolista que cayera en el ánimo de Rosa Borunda, esposa del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, y ahí comenzó su proyección.

“Son mil” para el PRI en cajas de huevo, expresa Javier Duarte en ese audio, que debió entregar el ex contralor Iván López Mendoza, tapadera del gordobés, implicado por omisión y desvergüenza y que hoy se postula encabezar la Auditoría Superior de la Federación. Y seguro Duarte sería el fiscal anticorrupción.

Aquel audio no llegó a las redes y a los medios por accidente o casualidad. Fue filtrado para revelar una verdad: Javier Duarte desvió recursos del erario de Veracruz para cuajar el proyecto de Peña Nieto, el asalto a Los Pinos, el regreso de Carlos Salinas de Gortari, el perdón a Raúl Salinas de Gortari, la venta del país vía las reformas estructurales.

No se difunde para nada ocurra. Se difunde para implicar y amarrar. Y así suponía Javier Duarte que tendría bajo su yugo a Peña Nieto, y a Salinas, y a Beltrones, y a Gamboa Patrón.

Otro día, Tarek Abdala “coincidió” con Raúl Cervantes Andrade y le metió en la trusa una granada de fragmentación: que Javier Duarte “no salpique aceite cuando le avienten los ajos”.

Trasladó el ex procurador general de la República el mensaje a quien lo debió escuchar.

Tarek le habría expresado que “muchas cosas no se han comentado”, según relata el periodista Jenaro Villamil, de la revista Proceso.

Mientras Javier Duarte se muerde un huevo por hablar, desde prisión se actualizan las hipótesis de cómo financió la campaña de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de México. O mejor, dicho los veracruzanos, con el dinero que les robó Javier Duarte, financiaron el sueño del salinismo de regresar a Los Pinos.

Está la de los “mil” en cajas de huevo, la del “no salpique aceite cuando le avienten ajos”, y la de la maleta con 25 millones de pesos en un avión del gobierno de Veracruz, detenido en el aeropuerto de Toluca a principio de sexenio, que ocasionó la detención de los pilotos, el arribo del entonces tesorero, Vicente Benítez González, la incautación y la absurda explicación de que serían recursos para pagar la promoción del Carnaval de Veracruz, las Fiestas de la Candelaria y la Cumbre Tajín.

Así de jodido está el ex gobernador que su única defensa es la amenaza. Y su destinatario, Peña Nieto.

Cuenta el columnista Salvador García Soto en su Serpientes y Escaleras, que la incautación de cajas de seguridad en Cancún Quintana Roo, no es ajeno a Javier Duarte. Ahí tendría, bajo resguardo de un sobrino, las evidencias que implicarían al presidente de México en el desvío de recursos del erario veracruzano para su campaña electoral.

Y ahí estarían implicados otros capos del PRI.

Se muerde un huevo Javier Duarte “por no decir todo lo que tengo que decir” y se lo va a tener que comer. Tentar al sistema suele ser suicida. Y a veces mortal.

Tarek Abdala es pieza clave. Karime Macías aún más.

Tarek fue el concentrador de los recursos federales y luego de su dispersión. Con Tarek bajo resguardo del peñanietismo —y de ahí que se le encubriera al no concederle al gobierno yunista del desafuero para ser juzgado en Veracruz—, Javier Duarte está perdido.

Karime Macías también es impune… o lo fue.

Va por ella Peña Nieto, sabiendo que es el hilo más delgado de la telaraña de Javier Duarte.

Encubierta, acuerpada, salió de Guatemala tras la detención del ex gobernador. Se le vio en un aeropuerto de Colombia, esperando viajar a Londres, Inglaterra, donde reside. Fue así la negociación.

Pesan sobre Karime imputaciones de lavado de dinero, vía la creación de empresas de papel, llegándole los recursos desviados del erario veracruzano, inyectados a negocios inmobiliarios, operados por Alfonso Ortega. Una vez apretado, el tipo cantó en la PGR y la evidenció.

Era Karime quien dirigía el lavado. Era Karime quien ordenaba crear las firmas, realizar inversiones y finalmente le eran endosadas las acciones. Así quedó en la declaración de Alfonso Ortega, el fiscalista de la pandilla.

Otro que la empinó fue Moisés Mansur Cysneiros. En un video que registra su charla con Miguel Ángel Yunes, en Canadá, relata que Karime no aparecía en cuentas bancarias. Los prestanombres eran los titulares y la ex primera dama sólo pedía que les fueran expedidas tarjetas adicionales para evitar dejar huella.

Un tercer personaje, José Juan Rodríguez Janeyro, señala que el cerebro del manejo de los dineros desviados era Karime Macías de Duarte.

Queriendo apretar al sistema, a Peña Nieto, a los hombres de poder, Javier Duarte deslizó que se mordía un huevo “por no decir todo lo que tengo que decir”.

Y sintió el apretón.

Horas después deslizó su temor: “Dejen a mi esposa en paz”.

Pues no. Por ahí se termina de hundir.

Y mientras, que se muerda el huevo.


Archivo muerto


Como Hidalgotitlán, muchos parajes en Veracruz. Ahí se conjuntan el narco y las autodefensas, o se miran y se alejan, o unos y otros le dan duro al rival. Hay un antes y un después de Santana Cruz. Hay un después de su ejecución. Aquella que es tierra de cárteles, de traficantes de droga y traficantes de migrantes, zona libre de malosos, hoy vive un virtual estado de sitio. La patrullan Ejército, Seguridad Pública de Veracruz y fuerzas de élite de civil, caliente ya como está esa plaza. Desde el crimen del alcalde electo ya nada es igual. 200 malosos cruzaron la ciudad, llegaron al hogar de Santana Cruz Bahena, lo conminaron a salir, le derribaron el portón, le balearon puerta y fachada, y en su interior hablaron las armas, sonó el traca-traca, humearon las pistolas y cayeron los casquillos, mientras el edil electo con sus ocho impactos en el cuerpo dejaba la vida con el horror reflejado en el rostro. Hoy, los malosos no están. O están mimetizados con la población. Hoy el patrullaje es intenso, el Ejército ahí, Seguridad Pública estatal ahí, los sistemas de información trabajando a todo lo que da ahí, porque cuándo se había visto que semejante grupo de malosos, más de 200, tomaran un pueblo así, desafiando al estado, velando las armas, ese día, ese 20 de noviembre, aplastando al Estado. Ahí andarán Ejército, policía y sistemas de información de élite. Se irán paulatinamente, cuando la brutalidad de aquel crimen se pierda en el olvido y la impunidad vuelva a reinar… 

Echando a perder, no se aprende. De pifia en pifia, Winckler ve derrumbarse su caso genial, el del encarcelamiento del general de cero estrellas, Arturo Bermúdez Zurita, que un día acredita que sus casas en Woodlands las adquirió en pagos y en paguitos y otro día tumba la acusación contra seis subalternos de la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz, acusados de complicidad vía la figura de incumplimiento de un deber legal. Doña Verónica Portilla Suazo, juez de control, aquella a la que se le imputa servir al yunismo, esta vez determinó “no vinculación a proceso” a los seis acusados. Jorge Winckler Ortiz, el fiscal nada autónomo de Veracruz, fincó su acusación en que los seis empleados de la SSP debieron denunciar a Roberto Esquivel Hernández por tráfico de influencias al haber obtenido un contrato, siendo simultáneamente socio o comisario en sociedades mercantiles de Bermúdez Zurita o sus familiares. De siete detenidos, sólo Gabriela “N” renunció a defenderse en el término constitucional y quedó vinculada a proceso; los otros seis la libraron con la determinación de la juez Portilla Suazo. Winckler basó su acusación en que firmaron el acta de la Segunda Reunión Extraordinaria del Comité de Adquisición, Arrendamientos, Servicios y Enajenación de Bienes Muebles de la SSP con la que se autorizó otorgarle un contrato a Roberto Esquivel. La juez no lo vio así y los dejó ir. Lo bueno es que a Javier Duarte lo tiene tras las rejas la PGR. Si fuera Winckler ya estaría en Londres, con Karime e hijos, preparando su denuncia contra el gobernador Miguel Ángel Yunes por daño moral… 

De a 500 y de a mil. Voluntariamente, dice la abogada, Lidia Elías Prieto, que todos se pongan las pilas para realizar la posada que habrá de engalanarse con la presencia del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Veracruz, Edel Álvarez Peña. A los abogados les pide caerse con mil pesos; al personal de los juzgados Segundo y Sexto de Segunda Instancia de Coatzacoalcos, a cargo de Raúl Aguilar Urcelay y Jorge Luis Guevara Coutbert, respectivamente, con 500 por cabeza. Con tacto sublime, Lidia Elías ha enfurecido a los abogados que suelen llevar sus casos en tales antros de justicia. Al personal más. Y peor cuando va implícita la amenaza. “Los están amenazando. Si no cooperan, le dirán al presidente del Tribunal para que los tenga en su lista”. Algo así como si Edel Álvarez, el magistrado Cara de Muela, esté aplicando todo lo que vio en la Sección 11 del sindicato petrolero con su amigo Ramón Hernández Toledo… 

Y el Vactor se fue. Por lo menos este jueves 23, cuando fue requerido para realizar tareas en Villa Allende, el Vactor de Ronald Toledo, no se encontraba a disposición de la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento —o CAEV— de Coatzacoalcos. Su caso, por si la empresa IPP 022, S.A. de C.V., está sujeto a investigación. Quien le haya pagado por días no trabajados, quien haya consentido o solapado ese daño patrimonial, quien haya alterado documentación para “justificar” el pago de 220 mil pesos más IVA por el servicio que el Vactor de Ronald Toledo, sea el ex director Rafael Abreu —“si estamos con Fernando no pasa nada”—, sea el ex subdirector de Administración y Finanzas, Jorge Cuauhtémoc Ursúa Zenteno, sea el nuevo director, José Antonio Wilburn González, habrá incurrido en delito. Por lo pronto, el jueves 23 cuando se requirió el equipo de Toledo para atender reportes en Villa Allende, el Vactor no estuvo ya. Espinosísimo, el asunto está en un importante escritorio del Congreso de Veracruz. Y peor, siguiendo la conexión Abreu-Fernando Yunes, Morena lo va a detonar… 

Dos figuras y un fiestón. A Felicia Parra se le enciende el rostro, y a Víctor Rodríguez también. Felicia trasluce su sorpresa al abrir la puerta y ver que todos están ahí, en Cancún. Víctor sonríe, la abraza, le dice algo en corto y se mantiene en el interior. Luego cierra la puerta. Sobre Felicia llueven parabienes, besos, el cariño de su gente, los que la adoran. Un video fechado el 8 de septiembre en Cancún, Quintana Roo…


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