Sobre las ruinas de un parque público, el del DIF, demolido por su marido, el ex alcalde Iván Hillman Chapoy, erigió Mónica Robles un sueño y un capricho, el Parque Quetzalli, su mausoleo a la simulación ecológica, sin invertirle un peso, sangrando al erario municipal. Y el alcalde Carranza finge no saber.
A golpe de marro, con más mezquindad que seso, acabó Iván Hillman con un parque de entrada libre, abierto a los niños, que vio crecer a decenas de generaciones, ideado y construido en los días en que el empresario de infinita visión, Juan Osorio López, gobernó por vez primera Coatzacoalcos.
Su esposa, doña Gloria Corrales, quiso así dejar legado. Y lo logró.
De 1981 a 2006 así fue… hasta que Mónica Robles Barajas de Hillman lo reventó.
Se le atravesó en la mente que debía trascender en la moda ambiental. Retomó la bandera ecológica de su madre, la bióloga Roselia Barajas Olea, esposa del propietario de Diario del Istmo y su consorcio informativo, entonces envuelta en la oferta política del Partido de la Revolución Democrática, del que fue diputada federal por la vía fácil, la vía plurinominal.
Su máscara ha sido la defensa del entorno ambiental mientras el negocio del Clan de la Succión, los ejemplares que producen Diario del Istmo, Imagen de Veracruz y Revista Llave, suplementos dominicales, la revista Sé, o los libros y folletos que se procesaron en Editorial Robles, implican el uso de papel que proviene de la tala de árboles, y el uso de tintas altamente contaminantes cuando son vertidas al drenaje sanitario y de ahí a cuerpos de agua.
O sea, Mónica y Roselia, ecologistas proclives a la contaminación.
Nació Parque Quetzalli a partir de un plagio. El proyecto original habría de aterrizar en el estado de Morelos pero nunca cuajó. Al saberlo Roselia Barajas, hoy mandamás de Morena en Coatzacoalcos, vía la diputada federal Rocío Nahle García, le vio rentabilidad política e imagen de quien aporta a la educación ambiental.
Y el Clan de la Succión —lo mismo le chupan al PRI, que al Verde, que al PAN, que al PRD, que a Morena— decidió demoler el Parque del DIF y erigir ahí el Parque Quetzalli, sobre un terreno de 4 mil 496 metros cuadrados, enclavado entre las avenidas Zaragoza, Ignacio de la Llave y Matamoros, en el centro de Coatzacoalcos.
Al concluir el trienio de Iván Hillman, se le metió a Mónica Robles que el Parque Quetzalli tenía que ser suyo. Urdió, pues, el atraco. Maniobró para robárselo con un subterfugio legal.
Iván deslizaba en corto cómo planchar al cabildo. Hablaba y percibía el rechazo. Si el agravio de haber destruido el Parque del DIF había pesado entre el pueblo, peor sería saber que a la brava Mónica Robles se lo adjudicaría con un comodato ventajoso.
Habría de entregar el ayuntamiento el Parque Quetzalli a la Fundación Quetzalli, A.C., presidida por Mónica Robles, su esposa. Y el cabildo no lo secundó.
Una y otra vez insistió Iván Hillman y una y escuchó la negativa. Y así hasta que dejó la alcaldía para integrarse al gobierno de Fidel Herrera Beltrán.
Iván Hillman dejó de ser presidente municipal pero condicionó su salida a que Mónica Robles permaneciera en la presidencia del DIF. Y desde ahí se mantuvo la terquedad.
Semanas antes de concluir el trienio arreció la presión en contra. El alcalde sustituto, Alfonso Morales Bustamante; la síndica Olga Rebeca López Nassar, y medio cabildo se negaban a validar el atropello.
Una fecha fue clave. El 24 de diciembre de 2007, en sesión de cabildo fue recibida la solicitud de aprobación del comodato a favor de Fundación Quetzalli, A.C., cuyo presidente honorario era el gobernador Fidel Herrera Beltrán, y la presidenta era Mónica Robles Barajas de Hillman.
Apabullados por el mensaje implícito, Fidel dejándose succionar, los ediles cedieron. Y a partir del siguiente año, una vez que Marcelo Montiel remitió el acta de cabildo al Congreso de Veracruz, y éste lo aprobara, el 31 de marzo de 2008, el Parque Quetzalli comenzó a funcionar como negocio particular, subsidiado por el ayuntamiento.
Fundación Quetzalli fue constituida legalmente como las empresas fantasma o las operadoras dedicadas al lavado de dinero: en tiempo récord.
Apenas el 9 de noviembre de 2007, un mes antes de que se aprobara el comodato para agandallarse el Parque Quetzalli, se le dio carácter jurídico, según la escritura pública número 12,518 ante la fe del notario número 13 de Coatzacoalcos. Y en ella apareció Fidel Herrera Beltrán como presidente honorario.
Ventajosa, abusiva, Mónica Robles obtuvo no solo el inmueble, cuya construcción corrió a cargo del ayuntamiento de Coatzacoalcos. Se acordó que la nómina de empleados, incondicionales y súbditos suyos, fuera pagada con recursos municipales. Los servicios de agua, energía eléctrica, mantenimiento y vigilancia correrían a cargo del gobierno de Veracruz, pero finalmente también los pagó el municipio.
Son 11 años de simulación ecológica. Quetzalli es una máscara ambiental que encubre un proyecto político para detentar poder.
Y el alcalde Víctor Manuel Carranza Rosaldo, producto fallido de Morena, un as de la pifia y el tumbo, dice no saber si existe comodato, si el Quetzalli en realidad se beneficia del convenio.
“Hay que revisar el convenio —le dice a la prensa—. Desconozco el motivo por el cual está”.
Y apunta:
“Tenemos que revisar si existe el comodato. Desconozco sus condiciones”.
Y luego el sospechosismo:
“Qué casualidad que hasta ahorita se dan cuenta de algo que tiene años”.
Perdido en su dimensión, Carranza finge no saber del Quetzalli y las maniobras de Mónica Robles, su jefa política, para agenciárselo.
Todo Coatzacoalcos conoce la dimensión del atraco, ventilado año con año el abuso de Mónica Robles, y el alcalde Carranza pregona que “hasta ahorita se dan cuenta de algo que tiene años”.
En enero de 2016, el cabildo encabezado por Joaquín Caballero Rosiñol acordó extender el comodato por 10 años más. Hoy a Caballero en Diario del Istmo lo tildan de haber llenado de “aviadores” el ayuntamiento de Coatzacoalcos, de saquear el erario, de enriquecerse.
No le recuerdan que mes con mes al consorcio de los Robles, el Clan de la Succión, Caballero les pagaba un millón 300 mil pesos por concepto de publicidad.
Evade la realidad el alcalde Carranza. En su nómina se hallan 13 empleados asignados al Parque Quetzalli que sangran la nómina con 98 mil 959.50 pesos al mes. Y les paga.
Otra trabajadora más, Norma Angélica Martínez Cuervo, ficha 20120, con categoría de auxiliar administrativo “A”, detenta un salario de 500 pesos al día, unos 15 mil pesos mensuales. Y está al frente del Quetzalli. Durante la alcaldía de Iván Hillman, Norma Cuervo fue su jefa de prensa.
Todo lo evade el alcalde Carranza. Todo lo ignora.
No sabía que el del negocio del tratamiento de basura era el empresario Arturo Quintanilla Hayek, compadre de la diputada Rocío Nahle, su patrona.
No sabía que los “aviadores” estaban asignados a dependencias estatales y federales.
No sabía que la Policía Militar estaba por llegar a Coatzacoalcos.
No sabía que de la Expo Feria se habían robado transformadores de energía, cableado y luminarias desde diciembre de 2017.
No sabía que para reducir salarios a empleados municipales debía seguir un procedimiento legal.
Lo suyo es evadirse, perderse, ignorar. Allá, en su otra dimensión, supone que está mejor.
Allá no recuerda que sobre las ruinas y el escombro de lo que fue el Parque del DIF se erige el Parque Quetzalli, el capricho ecológico de Mónica Robles, sangrando por 11 años al erario de Coatzacoalcos, pagando su ayuntamiento la nómina de un negocio particular.
Y Carranza finge no saber.
Archivo muerto
Tan miserable anda el PRI que a Pepe Yunes lo dejan solo. Lo desaira un sector del priismo de Coatzacoalcos, al que dejan vestido y alborotado cuando ya tenía la maleta lista para acudir al registro de su candidato a gobernador ante el órgano electoral, este miércoles 21. Por falta de presupuesto, por recursos que nadie quiso soltar, las huestes del tricolor, los que promueven el voto y cuidan las casillas, la estructura territorial, ya no lo acompañó. Una noche antes, el martes 20, les cayó la noticia. Y se les fue el ánimo. No hay recursos para mover a Pepe Yunes, ni para otorgar los apoyos que en cada elección piden promotores, diseminándolos entre el electorado. Se suponía que Carlos Vasconcelos Guevara, el operador estrella del candidato priista al gobierno de Veracruz, tenía todo bajo control. Y que lo suyo es que la votación se dispare. A menos que como dice la máxima priista cuando la nave zozobra y la derrota asoma: no le eches dinero bueno al malo… Más sabio que la Suprema Corte, Rafael Carvajal ya interpreta la ley. Acude en auxilio de su jefe, el alcalde Nicolás Reyes Álvarez, y le dice al cabildo de Minatitlán qué se puede acordar y qué no, qué pasa a votación y qué no, qué es “fundamentar y motivar” y qué no. Con una argumentación de risa, intentaba impedir que el edil fuera arrollado en plena sesión de cabildo, embestido por los regidores de oposición y hasta de su propio partido, Morena, que lo ven débil, vulnerable, ignorante y ajeno al poder municipal. Por horas, ya en plena madrugada, renuente a que los temas sugeridos para ventilarse en “asuntos generales” fueran aprobados, Nicolás Reyes veía que el mundo se le venía encima. Y entonces acudió en su auxilio el jurisconsulto Rafael Carvajal, egresado de la universidad UCISV-VER, quien hasta tomó la palabra para explicar que si no “fundaban (fundamentaban) y motivaban” su insistencia para votar los puntos tratados, no pasaría la petición de los regidores. Una estampa de lo que Morena envía a los cabildos, ignorancia pura, desconocimiento de la ley y “juristas” que brincaron de la invasión de tierras a las tareas electorales y al oportunismo político y más tarde a convertirse en el cuarto secretario del ayuntamiento en tres meses de gestión… Con el brazo de Andrés Manuel López Obrador sobre su hombro, la sonrisa en el rostro de los dos, Leobardo Vásquez Atzin fue captado en una escena única. Hoy está muerto. Un sicario llegó a negocio, una tienda de abarrotes montada en su hogar, donde vendía tacos y carnitas, y descargó su arma, segando la vida del comunicador. Con Leobardo suman cinco periodistas asesinados en el gobierno yunista, 22 en los últimos siete años, sacudiendo al municipio de Gutiérrez Zamora, donde vivía, y a todo Veracruz. Laboró en La Opinión de Poza Rica y en el periódico Vanguardia, a los que renunció y seguía haciendo periodismo activo en Facebook, en una cuenta llamada Enlace de Gutiérrez Zamora. Ahí denunció el despojo de tierras, usando documentos apócrifos sobre un predio que tenía y tiene dueño, y la implicación de un notario público. Tras esa publicación llegó la amenaza. Un tal Francisco Cuevas, que luego se demostró que es un perfil falso en Facebook, le expresó: “Este es el hijo de su puta madre que solapa y tiene terrenos en ese lugar, lo conocen como la puerca preñada. Este pendejo le pagan para subir pendejadas, esos terrenos se pagaron y el dueño murió y no dejo ningún papel solo pelean lo justo, te va cargar la verga marrano, sigue subiendo mamadas”. De ahí la exigencia del gremio de prensa para que no se desvirtúe su condición de periodista y que se privilegie su trabajo periodístico como principal móvil del crimen. Llamarle “taquero”, noble actividad que Leobardo Vásquez desarrollaba para ganarse el sustento familiar, provocó la reacción airada de sus compañeros. Como en los tiempos de Javier Duarte, cuando a Moisés Sánchez Cerezo lo catalogó de taxista y activista. Sabiendo el potencial del avispero, para qué agitarlo… Ya habló Verónica Bringas. Falta oír a la síndica Yazmín Martínez Irigoyen. Por lo menos por alusiones personales, dirían los diputados, y porque una imputación de secuestro, lesiones, amenaza y agresión sexual, no es cualquier vaina. Hija de Manuel Bringas Burelos, el autonombrado Conde de Bringas, la del altercado telefónico con el abogadazo Samuel Muñoz de la Rosa, con lenguaje florido y trapos al sol, Verónica cimbra a Coatzacoalcos con la revelación del ataque sufrido cuando llegaba a su hogar. Relata que un tipo la sometió, la golpeó, ató sus manos, tasajeó su espalda, desnudó su cuerpo y abusó de ella. Cuenta Verónica Bringas que el atacante le transmitió mensajes clave: que no sabía con quién se había metido, que “le bajara de huevos”, que no denunciara. No le robó joyas pero sí sus teléfonos celulares. Le tomó fotografías desnuda. La intimidó. Y luego se marchó. Acusa Verónica Bringas que su único problema lo tiene con la síndica municipal, Yazmín Martínez Irigoyen, tras el conflicto entre el ayuntamiento morenista y la asociación protectora de animales AMEDEA, a la que la mujer agredida respalda. Desmintió ser amante del esposo de la síndica, Rouvier Ramírez, al que dijo no conocer. Auxiliada por la Policía Estatal, que le tomó fotos y luego las filtró a la prensa, finalmente denunció la agresión en la Unidad Integral de la Fiscalía Regional. O sea, que por mero procedimiento, Yazmín Martínez Irigoyen tendría que comparecer como imputada, al igual que el secretario del ayuntamiento, Miguel Pintos Guillén, de quien Verónica dice tener sospechas. Hay quien le cree todo a Verónica; hay quien no. Un detalle: reporteros que la entrevistaban advirtieron sobre una cámara de seguridad en su hogar, pero dice Verónica Bringas que no funciona. Otro detalle: quizá su caso lo lleve el abogado A.W. —¿Alejandro William?—, uno de los que mejor conocen a Verónica Bringas. Si Morena, si Rocío Nahle, si el alcalde Víctor Carranza no saben los alcances de la hija de Manuel Bringas, que indaguen. A un cirujano plástico le costó su cédula profesional por negligente…
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