Ganen o pierdan, los morenos están forjados en la joda diaria, en el reclamo airado y en la ira que los curte, o en el denuesto y la denuncia contra el ladrón y el apátrida que forjaron una nación desigual, alzando la voz en las calles, tomando las plazas, gritando a todos que México no da para más. Y cuando alcanzan el poder, siguen siendo lo que son.
Opositores natos, nadie maneja la queja como las huestes de Andrés Manuel. Ni increpan con tinte tan radical.
Ya tienen la agenda política de su lado, opacando al gobierno legal, a Peña y al PRI, a lo que queda del PAN, y aún así su lenguaje no deja de ser de oposición.
Ya son gobierno —de facto desde el 2 de julio— y ni así dejan de ser rupestres. Dominan el Congreso Federal, las dos cámaras, legislaturas locales, cinco gobiernos estatales, remolcados por el efecto López Obrador, y persisten en protestar.
Que si Ayotzinapa, que si la Casa Blanca, que si Peña Nieto —“Asesino, asesino”, gritan al escuchar su nombre—, que si la venta del país. Que si las benditas redes sociales. Que si las malditas reformas estructurales. Que si los muertos de Calderón. Que si el régimen del fraude electoral. Que si Odebrecht, o los contratos petroleros a los Salinas, o los salarios del grupo en el poder, o el avión presidencial.
Actúan como gobierno y lo serán a partir del 1 de diciembre, pero no dejan de ser oposición.
Nutren su acervo los pejistas del discurso de su patriarca. Y lo replican. Así exprese una gran verdad o suelte una barbaridad, lo siguen sin chistar.
Cuenta López Obrador que el cáncer de México es la corrupción, y así es.
Dice el Mesías que la pandilla que ha manejado a México es la mafia del poder, y así es.
Describe al sistema neoliberal y sus terribles efectos, el crecimiento de las fortunas en unas cuantas manos y la dispersión de la pobreza en algo así como 60 millones de mexicanos. Y así es.
No dice el Dios Peje, en cambio, que a lo largo de periplo presidencial —18 años empeñado en ser— aprendió que para llegar hay que pactar. Y terminó reclutando a la escoria del PRI y el PAN, al Napito que de sátrapa del sindicalismo minero es vendido como héroe nacional; a los partidos rémoras, a la minoría rapaz del empresariado, según su propia y reciente definición, y hasta a los afectos a la narcocultura que en campaña se engolosinaron cuando soltó aquello de que exploraría la ruta de la amnistía para enfrentar el problema de la violencia brutal.
Y así haya ganado la elección presidencial, Andrés Manuel no se libra del estigma que le endilgó el PRI-AN: Andrés Manuel quiere liberar delincuentes.
Cosecha agria la del Dios Peje que ahora, ante la repulsa social y el rechazo a la impunidad que ofrece a narcos menores, o a narcos obligados a sembrar —amapoleros y marihuaneros—, o a mulas que trasladan droga, o halcones que si no reportan lo que ven los descuartizan, cambia el concepto de “amnistía” por el de “perdón”.
Y ahí se vuelve a enredar.
Le rechazan el perdón los padres de hijos ejecutados, o los familiares de desaparecidos, o los secuestrados, o las mujeres obligadas a prostituirse, o la sociedad que vive en estado de terror.
Primero debió ser lo primero. Primero el reconocimiento de culpa, el castigo, el propósito de enmienda, reparar el agravio; luego, si la víctima lo quiere, el perdón. Pero el modelo obradorista exploró la ruta y comenzó al revés.
Así, los “Foros Escucha” comienzan a naufragar.
Pero la fanaticada no ve ni escucha, menos razona.
Y así andan los nuevos tribunos de Morena, dueños del Congreso en los tres años por venir.
Aunque siendo el poder, no actúan como tal.
Llegan a sesión de rendición de protesta y montan un circo infame.
Tocan el tambor de guerra y recitan la frase que mejor suelen hilar: “Es un honor estar con López Obrador”.
Y el Congreso retumba.
No son coreógrafos pero debieran ser. Acuden al recinto legislativo de San Lázaro y pese al respeto que le debieran tener, rinden protesta de ley entre loas y proclamas al Dios Peje que todo les dio.
Mano al frente, brazo estirado, pecho orondo, el rostro que trasluce la emoción al jurar cumplir la Constitución y entregarse a la defensa del interés nacional.
Y ya quedó.
Son porra, más que legisladores; gritones que arengan sin reparar en que la campaña terminó y el ejercicio del poder es algo más.
Así llegan a la sesión de Congreso General, el 1 de septiembre, recibiendo el informe presidencial, increpando a Peña Nieto, a Salinas, a la banda —“mafia del poder”— con la que el Dios Peje suscribió el pacto de impunidad.
Estampa para la historia la de Porfirio Muñoz Ledo, el borrachín que despacha como presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Aquel que interpelara a Miguel de la Madrid en 1988, iniciando la fragilidad de la institución presidencial, la burla, el insulto, hoy niega el debate al senador Emilio Álvarez Icaza por ser “diputado sin partido”, no diputado independiente.
Hoy en Morena, hay quienes le dicen el padre de la reforma política. ¿Cuál? Muñoz Ledo plantea de tiempo atrás un régimen parlamentario que en México no existe; un Congreso al que acuda el presidente en turno y dé respuesta a los cuestionamientos de los diputados en un diálogo de altura por el bien de la nación.
Porfirio es la estampa de un fósil del echeverriato. Y actúa como tal. El que pidiera la palabra para interpelar a De la Madrid dice hoy que esa sesión no es para debatir.
Desatadas, las hordas de Morena interrumpen por ocho veces a Claudia Ruiz Massieu, lideresa del PRI, senadora, sobrina de Carlos Salinas de Gortari, desdibujada al concluir su intervención, dominada por la víscera, por el arrebato mientras el Bronx morenista realiza el pase de lista de los 43 normalistas desaparecidos —y calcinados, según el informe oficial— en Ayotzinapa.
Dante Delgado, dueño de Movimiento Ciudadano, hiere a Morena y al Dios Peje. Consumiendo su tiempo, azuzado por Muñoz Ledo a parar, suelta el dardo: que cumpla el futuro presidente con su promesa de disminuir el precio de las gasolinas y no pase como un demagogo más.
Mario Delgado, líder de Morena en San Lázaro, interviene y confirma que es un fiasco al hablar.
Uno que otro toma la palabra. Uno que otro interpela desde su curul. Y las hordas de Morena suscriben lo que mejor suelen corear: “Es un honor chutarse a Obrador”.
Peor, imposible.
Congreso matraquero para la Cuarta Transformación.
Archivo muerto
Algo tienen los ojos de Peña Nieto. Ven un país que no existe. Ven a un México-potencia, a un México en desarrollo, a un México con mejor educación. “Entre todos”, cuenta el aún presidente, se logró la transformación educativa para lograr un país con una educación de mayor calidad; un México en el que se amplió el acceso a los servicios de salud y se alcanzó la “disminución de la pobreza y la desigualdad”. 33 videos, uno que da una visión general y 32 que corresponden a las entidades del país, describen al México que Enrique Peña Nieto quiere ver, pero que no es. Previo a la entrega de su Sexto y último Informe, difundido en medios y redes, muestra que en la cúpula de oro se vive en la irrealidad y en el cinismo. ¿A qué transformación de la educación se refiere cuando su reforma educativa se estancó en el encono de las partes y la resistencia de los maestros por concebirla más laboral que tendiente a la profesionalización, o que afectaba el gran negocio de la venta de plazas, o sabiendo que aquellos que fallaran en la evaluación serían retirados de las aulas. Y ya AMLO le anunció que se la va a derogar. Y así con otras reformas estructurales que se quedaron a medio andar. Habla Peña de Ayotzinapa y para él, dice, los 43 desaparecidos están muertos y sus restos, quemados. Habla de la Casa Blanca y asume que la mansión es suya, que mandó al ruedo a su esposa Angélica sólo para ser destripada por la nación. Habla de un país tan pujante que otro tanto y es potencia mundial. ¿Qué diablos se mete el presidente? Si así fuera, si hubiera tanto tino, tantos logros, tanto compromiso social, seguro el PRI no habría acumulado tal nivel de repudio hasta ser echado de Los Pinos y que Morena asumiera el poder. Peña Nieto dio su último mensaje a la nación, el recuento de los sueños y el elogio de la mentira. México, por si EPN no lo dice, es cada vez más desigual, más pobre, más olvidado. Pero eso, los ojos de Peña Nieto no lo quieren ver… Contaba López Obrador que la de los Yunes sería una monarquía, “la monarquía de la moronga azul” por aquello de la sangre real y la herencia de los reyes a los príncipes y así la sucesión monástica. Y los suyos, la fanaticada militante y la prensa fan, festinaba la gran definición. Pues tuvo efecto de búmerang. Dos predilectos de Andrés Manuel construyen su monarquía en el sur. El de Tabasco, Adán Augusto López Contreras, es cuñado del de Chiapas, Rutilio Escandón. Adán Augusto, notario, ex priista —ligado al madracismo-, ex diputado local, ex diputado federal, ex senador por el PRD, será gobernador de los tabasqueños. Su hermana Rosalinda, ex senadora por el PRD, operadora cercanísima al Dios Peje, tiene un vínculo matrimonial con el futuro gobernador chiapaneco, que antes fuera diputado federal y senador por el PRD. Hoy, los cuñados —Adán y Rutilio— militan en Morena. Uno reinará en Tabasco; el otro en Chiapas. O sea que también en Morena hay monarquías. Y el Peje, como dice el dicho, por la boca —y la lengua— muere… Acribillada, 8 o 10 balazos en su humanidad, segaron la vida de Marjorie Oropeza Núñez. Siempre al filo del abismo, tentando a la muerte, quiso ser poderosa dirigente obrera, sin ser obrera. Pasó por el periodismo sin pena ni gloria, aceptada a medias en el gremio sólo por ser esposa del columnista Leopoldo Zea Salas, autor de Mi Metralleta Olivetti, director del semanario Gráfico, fundado por su tío Javier Zea Salas. Marjorie provocó ahí una ruptura y luego Polo tuvo que caminar como pudo hasta hallar refugio en Diario del Istmo, a veces en el ánimo de los Robles, sus propietarios, a veces frío, ausente, sin espacio para publicar. Marjorie Oropeza, por su parte, pujaba por ser política sin lograrlo, vetada entre los priistas que la conocían como nadie más, cosechando el rechazo que por años sembró. Regenteó bares de mala nota en Agua Dulce y otro más Las Choapas que poco después cerró; bares con alcohol y chicas, risas y llanto a granel. Su más certera incursión se dio entre albañiles, organizando grupos que se constituyeron en parte del gremio de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), buscando escalar, atesorar poder, acaparar obras de construcción, enfrentando a rivales de la talla de la FATEV. Por lo menos una decena de dirigentes obreros, amigos y enemigos, fueron cayendo en la batalla. Todos aniquilados por las balas del odio, al estilo de las mafias y el crimen organizado. Y ahora Marjorie. Ocho impactos, quizá más, le segaron la vida la tarde del lunes 27 de agosto, en Agua Dulce, que junto con Las Choapas es el municipio más al sur de Veracruz. Intensa su vida, la marcaron anécdotas que se deben contar. Unas, las menos, reivindicando su nombre. Otras, las más, de rechazo social. Y otras de las que, por ahora, mejor no hablar… Próximo el relevo, para API suenan nombres diversos, los de hombres de bien y los de tipos impresentables. Uno de ellos es del Jaime Quintanilla Hayek, de fina estampa en el mundo de los torcidos, con un cerro de expedientes judiciales en su haber y la peor fama que un empresario —o pseudoempresario— ha de tener. Una de sus gestas tiene que ver precisamente con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, la que regentea la Administración Portuaria Integral. Con dos sentencias clonadas, que llevan números de juicio que corresponden de asuntos de carácter familiar, Jaime Quintanilla, vía su abogado Cosme Atonantzin Cruz, hizo creer a la SCT que su familia era dueña de los predios afectados por la construcción del Libramiento Vial de Coatzacoalcos. Y le pagaron a su padre, el finado Jaime Quintanilla Garza, 7 millones de pesos. Aclarado el caso, con una sentencia judicial categórica, la SCT se negó a recuperar lo erogado pese a haber daño patrimonial, pero la deuda creció y se le debe saldar a quien es el dueño real de los predios por los que cruza el citado distribuidor vial. Por orden de un juez, una cuenta de la SCT se halla congelada y los recursos ahí depositados están a resguardo para cubrir la indemnización. Pero el célebre Quintanilla ni por equivocación devuelve lo timado. Y los funcionarios de la SCT, los de DF y los de Veracruz, ya ni pululan en el servicio público federal. Ahí es donde habrá de verse si el régimen que encabezará el Dios Peje hace bueno aquello de que por encima de la ley nadie y todo, absolutamente todo, con honestidad. Ajá…
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