* Tres secretarías municipales, ilegales * Violó Theurel la Ley Orgánica del Municipio * Coyotean el pago de demandas perdidas por el Ayuntamiento * Piden a abogados el 30 por ciento por “agilización de pago” * Triunfan Los Chuchos, pero el PRD seguirá estancado * Wong, Roselia, Nahle, Amado, ni a cual irle
A golpe de vista, Javier Duarte vive con un miedo infinito. Su expresión –mirada de ojos saltones, sonrisa fingida, gesto de temor— trasluce la inquietud de quien ve su gobierno frágil, rebasado por la violencia; el crimen organizado por doquier, a veces golpeado, a veces retador, y la sociedad inerme, irritada, expectante.
Veracruz, en las inexpertas manos de Javier Duarte de Ochoa, sufre una inseguridad pública creciente. Hace cuanto quiere la delincuencia común, a menudo encubierta, solapada, cómplice de elementos policíacos corruptos. Hace más, todavía más, el crimen organizado, la industria del secuestro y la extorsión, el tráfico de enervantes, arrendadores del territorio veracruzano, dueños de una parte del sector público desde obtienen poder y protección.
Han sido las últimas semanas particularmente críticas para el gobernador de Veracruz. Duarte fue calado por el crimen organizado con dos secuestros, uno de los cuales, el del ex alcalde de Tierra Blanca, Alfredo Osorio Medina, fue desarticulado de inmediato gracias a la participación del Ejército Mexicano.
Un segundo caso tiene que ver con la desaparición del alcalde Tampico Alto, Saturnino Valdés Llanos, y uno más con el ex edil de La Antigua, Valentín Casas. Ambos, por tratarse de figuras públicas, elevaron la temperatura de la inseguridad y evidenciaron la vulnerabilidad del aparato de poder del delfín del fidelato.
No se requiere una superinteligencia para percibir que Javier Duarte tiembla cada vez que el crimen organizado da golpes espectaculares, secuestra alcaldes o ex alcaldes, periodistas, empresarios o ciudadanos comunes. Atenúan esa tensión las acciones del Ejército o la Marina, la detención de Zetas, el desmantelamiento de bandas dedicadas a la extorsión y al chantaje, al crimen y a un elemento clave para el traslado de drogas: el dominio sobre inmensos espacios de Veracruz, parte del territorio tácitamente concesionado por gobiernos anteriores al narcotráfico.
Duarte tuvo un fin de semana convulso. En diversos puntos de Veracruz, grupos de ciudadanos salieron a las calles, marcharon en carreteras, ejercieron su derecho a la protesta y sacudieron a la opinión pública con una demanda tan controvertida como insólita: exigieron que la milicia vuelva a los cuarteles, que abandone la lucha antinarco.
Si bien el doctor Duarte implementó acciones que atenuaron el conflicto, evidenció también graves fallas en el sistema de información de su gobierno. La inteligencia oficial es ineficiente o desastrosa cuando actúa luego que los problemas estallan, cuando aplica fórmulas de diálogo a destiempo. Su misión es prevenir, no paliar; es desactivar demandas y reclamos aportando información para que las áreas especializadas de un gobierno puedan atender, allanar y remediar.
Duarte debió ser enterado previamente de la protesta que se fraguaba contra el Ejército Mexicano y, por elemental lógica política, estaba obligado a actuar y evitar las marchas y toma de carreteras. Si lo supo y no actuó, es peor, es una traición a los militares. Sea como sea, por ignorancia o por negligencia, generó un conflicto de imagen y opinión pública hacia las fuerzas armadas y un linchamiento los militares, altos mandos e infanterías, no habrán de olvidar.
Veracruz es en cuestión de inseguridad, de proliferación de delincuencia común y de crimen organizado, un problema mayor. Javier Duarte lo sabe. Heredó un estado convertido en territorio Zeta. Por sí solo, no tiene con qué enfrentarlo. De ahí que busque el regazo del Ejército, al que esta vez le falló.
Duarte proyecta una imagen patética. Le aflora el temor. Vive rodeado por un cerco de seguridad, guaruras a placer, su vida en manos de otros.
Decidió, por cuestiones de seguridad para Veracruz, que el Ejército lo lleve de la mano, y ni remotamente lo va a soltar.
Quizá tenga tiempo de enmendar el error. Quizá no.
Archivo muerto
Turismo, Agronegocios y Medio Ambiente, son tres secretarías en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos cuya operación es total y absolutamente ilegal. Su creación es obra de la mente fantasiosa del alcalde Marco César Theurel Cotero, capitán de la desvencijada nave municipal que marcha sin rumbo y a la deriva, y quien así pudo abrir espacios en la estructura administrativa, aún a costa de inflar la nómina con salarios para funcionarios de alto nivel. Turismo, Agronegocios y Medio Ambiente son dependencias cuya constitución no pasó por la aprobación del cabildo y por ello, jurídica y legalmente no existen. De acuerdo con el artículo 35, fracción XI, de la Ley Orgánica del Municipio Libre de Veracruz, es atribución del Ayuntamiento la creación de “órganos centralizados y desconcentrados que requiera la administración pública municipal para la mejor prestación de los servicios de su competencia, de conformidad con las disposiciones presupuestales y reglamentarias municipales aplicables”. Theurel, con una proclividad inusitada a violar la ley, no pasó por el cabildo de Coatzacoalcos la aprobación para crear tres dependencias municipales. Es ilegal, en consecuencia, el nombramiento de los funcionarios designados para encabezar esas áreas de trabajo; es ilegal el salario que se les paga, así como el de sus subalternos; son ilegales los gastos administrativos y de operación que generan esas dependencias. Cualquier documento que emitan esas dependencias, cualquier acuerdo que suscriban sus titulares, carecen de validez. Alguien, por supuesto, va a tener que devolverle al erario lo que se gasta sin que jurídicamente se sustente. Ha de creer el señor Theurel que Veracruz se rige por la Ley de Herodes…
Dos versiones sobre el mismo atraco. Cuenta una de la propuesta hecha llegar a los abogados que durante la administración municipal, en 1999, fueron despedidos, demandaron por la vía laboral y hoy se hallan a un paso de cobrar casi 20 millones de pesos. Les habrían hecho llegar una petición para que aflojen el 20 por ciento, o sea 4 millones, una auténtica mordida a fin de agilizarles el pago. De lo contrario, el Ayuntamiento le dará largas al caso, pese a que perdió en todas las instancias judiciales y tiene irremediablemente que resarcir el daño. Al final del túnel de corrupción aparecen dos figuras: una de apellido Theurel y otra de apellido Chagra, quienes serían los beneficiarios de tan escandaloso atraco. Otra versión circula en internet. Llegó a la bandeja de correo de este reportero, el pasado 15 de marzo, bajo el título “70 y 30”. El remitente se mantiene en reserva. Esa versión relata cómo un abogado de apellido Argüelles, del jurídico municipal, habría solicitado el 30 por ciento de lo que habrán de cobrar quienes vencieron al gobierno local en diversos juicios. Oficialmente se trata de 50 millones que erogará el Ayuntamiento, pero de los cuales la mordida le representará a Argüelles y padrinos algo así como 15 millones de pesos. Hay, sin embargo, un factor que amenaza con darle al traste al negocio: los demandantes sostienen que siendo casos ganados en las instancias judiciales, ningún porcentaje tienen por qué entregarles a los coyotes que operan en el área jurídica municipal y que hoy quieren intervenir a toro pasado y llevarse una tajada que no merecen. Otros correos electrónicos aportan más detalles e identifican al cerebro que urdió la maniobra…
Repercusiones en Veracruz y, concretamente, en Coatzacoalcos, de la elección de la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática. Al ganar la tribu Nueva Izquierda —los Chuchos de Jesús Ortega— la presidencia del comité nacional, se fortalece aún más el grupo encabezado por Rogelio Franco Castán y Celso Pulido Santiago en Veracruz. Dispondrán así se mayores espacios de dirección, recursos y margen de operatividad para mantener el control de la plaza. En Coatzacoalcos, su operador es Alejandro Wong Ramos, quien hasta ahora únicamente ha demostrado habilidad para armar camorra, generar caos, enviar a quemar militantes en elecciones internas e incrustar un regidor municipal, Ricardo López Carrera, quien sólo ha servido para hacerle la chamba sucia al alcalde priísta Marcos Theurel, a cambio de sus tres pasiones: la comida, la bebida y el dinero. Wong es pésimo para ganar elecciones, pero sus rivales de cuadra, Roselia Barajas de Robles Martínez, Rocío Nahle García, Roberto Ramos Alor, Amado Cruz Malpica y José Juan Ríos Ramírez han resultado peor que un cero a la izquierda en cuestión de resultados electorales. Por la cercanía con Rogelio Franco, Alejandro Wong será el mandón del PRD, pero sus alcances si acaso le permitirán mantener al PRD en el fango en que se encuentra hundido desde hace ya cuatro años en que no gana una elección en Coatzacoalcos…