Carlos Salinas de Gortari es villano político y ave de mal agüero. Mueve los hilos del sistema; impone modelos económicos; inserta sus piezas el ajedrez de la sucesión presidencial y acaba, pulveriza, aspiraciones de poder. Tiene, por si faltara algo, un extraño don para pactar con veracruzanos de alto nivel y luego despeñarlos y condenarlos a la extinción. Lo hizo así con Fernando Gutiérrez Barrios —su “leal don Fernando”—, al que en campaña por la presidencia de México, en 1987, le alzó la mano, lo tildó como el “hombre leyenda”, el guardián del sistema, ícono del Viejo PRI, heredero de la familia dinosáurica y al que engañó haciéndole soñar con que sería su sucesor. Aquel episodio fue una pincelada de perversidad política. Salinas de Gortari llegó al Puerto de Veracruz, abarrotado el zócalo en una noche cálida, trovadora y jarocha. Displicente, sonriente, dueño de su momento, encantó a los priístas y, mucho más aún, a los gutierrezbarristas que se imaginaron en la Presidencia de México. Habían pactado previamente los hijos del neoliberalismo con el echeverrismo que representaba Gutiérrez Barrios. Irían juntos por la Presidencia de México. Salinas de Gortari sería el próximo huésped de Los Pinos y Gutiérrez Barrios despacharía en la Secretaría de Gobernación, trampolín inmejorable hacia el poder presidencial. Lo que ocurrió después fue un agravio a los hijos del echeverrismo. Gutiérrez Barrios, masón como era, tuvo que llevar adelante la reforma constitucional para legitimar los derechos de las iglesias; vio cómo le arrebataban las áreas de inteligencia, los espacios para ejercer el espionaje político, y cómo un personaje menor, José María Córdoba Montoya, favorito de Salinas de Gortari, controlaba la política interna del país. Vapuleado, vilipendiado, Gutiérrez Barrios fue echado de la Secretaría de gobernación en enero de 1993. Se retiró a la vida privada, pero su destino estaba marcado. Tiempo después fue secuestrado, mantenido desnudo por días en una mazmorra y amagado con ser sujeto de tortura. Fue una afrenta y un indigno trato al “hombre leyenda”, al “leal don Fernando”.
Carlos Salinas de Gortari ha vuelto a Veracruz. Colma de elogios al gobernador Fidel Herrera. Emplea adjetivos sobredimensionados. Lo llama excepcional, formidable y destaca la política económica y la generación de empleos.
“Ésa –dijo Salinas de Gortari— ha sido la tarea de un político excepcional que ha sabido ejercer ese liderazgo político, comprometerse con la labor social y dedicarse a promover el crecimiento económico de su estado: el gobernador de Veracruz. “Si, es un estado excepcional con un gobernador formidable pero sobre todo, no olviden que el resto de México también los necesita porque con la experiencia de ustedes el país puede también avanzar con su trasformación. Pero además nuestro país puede comprender que si a Veracruz le va bien es que a México también le va a ir bien, que si el estado vence la adversidad permitirá sumar su esfuerzo a que nuestro país salga adelante.  “Veracruz estoy seguro tiene un mejor horizonte gracias a ustedes y sin duda, gracias a Fidel Herrera.” Fidel Herrera Beltrán es un ícono del echeverrismo. Al ex presidente Luis Echeverría le debe su proyección política. Se mueve en la línea de los dinosaurios priístas o de lo que queda de ellos. Busca insertarse en la sucesión presidencial y sabe que no será Presidente de México. Ejerce su derecho de regateo para negociar espacios en el próximo gobierno federal luego que el PRI regrese a Los Pinos. Aspira, si acaso, a la Secretaría de Gobernación, como lo hizo Gutiérrez Barrios, nutriendo el sueño ilusorio de brincar desde ahí a la Presidencia.
Salinas de Gortari tiene la perversidad a flor de piel. Diseñó la próxima sucesión con dos cartas salinistas de altísimo peso político: el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y el líder de los senadores priístas, Manlio Fabio Beltrones Rivera. Uno de ellos será el candidato del PRI a la Presidencia de México. Como en 1987, ha vuelto a Veracruz para enviar un mensaje de opinión pública. Antes, con Gutiérrez Barrios, fue el elogio al “hombre leyenda”, al que luego pulverizó; ahora lo hace con Fidel Herrera, el “gobernador excepcional” y “formidable”. No se sabe si se trata del beso del diablo, que quema y apesta, o el signo de una transición pactada. El tiempo lo dirá. Así teje Carlos Salinas de Gortari la política nacional. Adulación para golpear.

Se le complica el panorama a la pandilla de Roberto Chagra Nacif en la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento de Coatzacoalcos (CMAS). No sólo es objeto de una auditoría por parte del Organo de Fiscalización Superior del Estado de Veracruz (ORFIS), sino que los actos de magia del subdirector de Administración y Finanzas, Carlos Bahena González, para hacer que cuadren las cuentas, no convencen a los auditores. Paralelamente se realiza otra investigación financiera con la que habrá de esclarecerse si los documentos con que soportan los gastos de CMAS corresponden a las erogaciones de la dependencia o si son parte de una estrategia para tapar fugas de dinero… El 4 de octubre próximo, el Grupo de los Cien, jefaturado por la ex regidora Martha Elba Vargas, tendrá evento en grande. Se ha impuesto congregar a más de 500 personas, entre seguidores y militantes, para otorgarle un reconocimiento al alcalde de Coatzacoalcos, Marcelo Montiel Montiel, por su labor al frente del Ayuntamiento. Es un signo de madurez política, pues aunque el munícipe representa a una corriente priísta distinta a la del Grupo de los Cien, lo que se valora es el trabajo realizado por Coatzacoalcos. Organizan el evento el ex síndico Tomás López López y el ex regidor Juventino Martínez…