* Las tres renuncias a Theurel * Crisis municipal en cinco meses de gobierno * Marco Salas, Toño Martínez y Vázquez Cuevas para la SCT de Veracruz * Da pena Pepe Robles; ahora hasta se autopremia * Theurel necesita clases de dicción y algo de historia * Papelazo en la conmemoración de la Batalla de Puebla * Herviz exhibe a Duarte * La Señora de la Cerveza y el Licor hizo de las suyas en la Expo Feria
En punto crítico, rodeado de vinos, en el límite del éxtasis, el gobernador Javier Duarte de Ochoa suele hablar de más, incurre en desfiguros de escándalo y no le inquieta, siquiera, plantarle un beso en la mejilla al líder nacional del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps.
Así lo hizo en aquella megajuerga, borrachera apocalíptica, en el selecto restaurant Piquitos, en el corazón de Coatzacoalcos, el 2 de marzo pasado, de la que aquí, en INFORME ROJO, se dio santo y seña en entrega anterior. Descompuesto, el gobernador de Veracruz olvidó la imagen pública, quizá imaginando que echarse unos tragos entre cuates era tema privado, desvaríos en lo oscurito, excesos a puerta cerrada, nada para comentar.
Le rodeaban Romero Deschamps; Marco César Theurel Cotero y Marcelo Montiel, alcalde y ex alcalde, respectivamente, presuntamente enemistados pero esa tarde-noche reían, sonreían y bromeaban; Ramón Hernández Toledo, dirigente de la sección 11 del sindicato petrolero, el hombre fuerte en el municipio de Nanchital; Flavino Ríos Alvarado, diputado local y ex secretario de gobierno de Veracruz; Tomás Ruiz González, secretario de Finanzas del régimen duartista, y el infaltable Jeús Antonio Macías Yasegey, suegro incómodo del delfín fiel, huésped de penales, simulador de la inversión privada, cuyos negocios –un parque tecnológico asentado sobre tierras que todavía debe y una planta de frutas y verduras que no produce ni una semilla— le han costado al pueblo veracruzano casi 2 mil millones de pesos, una parte de ella entregada por el entonces secretario de Finanzas de Fidel, don Javier Duarte.
Esa tarde-noche, Javier Duarte quiso ser el alma de la fiesta y lo logró. Bromeó con todos e hizo rehén de sus frases hirientes a quien tuvo a la distancia. Diez horas fue un gobernador descompuesto, atrapado en los efectos del licor, iniciada la velada con una comida a las 3 de la tarde y terminado el festín a la una de la mañana del jueves 3 de marzo.
A medio trayecto, conmovido por el momento, agitados los recuerdos de campaña, colmó de agradecimiento a Carlos Romero Deschamps. Y luego, plantó un beso en la mejilla del dirigente nacional del sindicato petrolero. “Es un beso de caballeros”, dijo justificando tan emotiva muestra de cariño, “cariño de caballeros”.
Si el gobernador Javier Duarte se hubiera propuesto asombrar a sus compañeros de juerga, quizá no lo habría logrado. Fue, a decir de quienes presenciaron el “chispazo de caballeros”, un momento espontáneo, incómodo, más para Romero Deschamps, que si algo tiene es que está bien definido. Sonrieron unos, asintieron otros, callaron unos más, queriendo todos darle vuelta a la hoja, simulando que nadie abriría la boca, prometido el silencio sepulcral.
Horas después, trascendía el desliz de Javier Duarte, acallado en medios de prensa, aludido sesgadamente por quienes presumen libertad para escribir, pero sometidos a la censura y a la autocensura.
Javier Duarte no acaba de entender qué rol juega en el proyecto político de la fidelidad. No hay priísta que lo respete porque simple y llanamente, no se ha hace respetar. Se engancha en reyertas verbales con la oposición; renuncian connotados priístas al PRI; declara non grato al secretario del Trabajo del gobierno federal; gobierna para un reducido grupo de alcaldes, miembros de su cofradía, y la versión de que en el gabinete hay favoritos, tan intocables como impunes.
Tiene el gobernador de Veracruz un problema de posicionamiento político y un gravísimo deterioro de imagen pública, atizada por sus limitaciones naturales, pésima fama de seguir siendo un empleado de Fidel Herrera, su antecesor, y ahora los desfiguros públicos.
No se sabe qué hizo Romero Deschamps con su mejilla tras concluir la pachanga, pero sí se augura para Veracruz un gobierno a los tumbos, colocado en las manos de Javier Duarte, un político al que el alcohol lo descontrola, lo pierde y lo lleva a correrse una noche loca.
Qué le costaba ahorrarse un “beso de caballero”.
Archivo muerto
Apenas en el quinto mes de gobierno, trasciende la crisis que tiene atrapado al Ayuntamiento de Coatzacoalcos y a su alcalde, Marco César Theurel Cotero. Renunciaron a sus cargos el secretario de Desarrollo Económico, Raúl Ojeda Banda; el secretario de Obras Públicas, Agustín Zamudio, y el director de Atención Ciudadana en Obras Públicas, José Ribón Zárate. Cada una tiene sus razones y sus consecuencias. Que Ojeda Banda haya dejado el cargo, significa el rompimiento del acalde Marcos Theurel con las cámaras de servicios, o sea las cúpulas del empresariado local. Theurel nunca mostró interés en los programas económicos, pues tiene fama bien ganada de que lo único que lo mueve es la rentabilidad que le aporten los negocios que arma al amparo del poder. Ojeda, que no es un novato, no iba a caer en las marrullerías del alcalde y terminó tirándole el arpa. Agustín Zamudio dejó Obras Públicas por dos razones: se sabía que sólo permanecería en el cargo seis meses a lo sumo y, dado a complicado carácter, estaba harto de tratar con colonos a los que debía manejar con mano izquierda. Theurel tenía en mente la sustitución de Zamudio desde que le dio el nombramiento; para ello colocó a Adrián Pérez Martínez como director de Obras, desde donde comenzó a atar los hilos del contratismo local. Ribón Zárate se fue por conflictos reales con el alcalde Theurel; la ayuda que se le otorgaba a colonos y vecinos de congregaciones provocaban agradecimiento, incluso en algunos noticiarios radiofónicos, al director de Atención Ciudadana y no al presidente municipal, como consta en las síntesis informativas del Ayuntamiento; versiones que hablan de que la ayuda municipal le servía a Ribón para lucrar políticamente; un caso ocurrió con la lideresa de colonias, María Jarquín, quien en vivo y en directo le diría al alcalde Theurel que los apoyos para sus representados los enviaba Ribón Zárate y no él; la gota que derramó el vaso fue la versión de que Ribón aseguraba que no se le olvidara a Marcos Theurel que estaba sentado en la presidencia municipal gracias a su trabajo políticos, a los votos que le había allegado el 4 de julio de 2010, día de la elección municipal. Como sea, tres renuncias en el quinto mes de gobierno revelan la profunda crisis que agobia al Ayuntamiento. Peor aún cuando Marcos Theurel fue incapaz de presentar dentro de los plazos legales el Plan Municipal de Desarrollo, y lo justifica con el argumento de que la organización del Carnaval Centenario 2011 y la Expo Feria le comieron todo su tiempo… Suenan tres nombres para sustituir a Agustín Basilio de la Vega como director del Centro SCT en Veracruz: Marco Salas, ex diputado federal, de la línea de Miguel Angel Yunes Linares; Antonio Martínez, ex director de Obras en el Ayuntamiento que encabezara Julen Rementería en el puerto de Veracruz, y Alfonso Vázquez Cuevas, hermano de Jesús Alejandro, El Pipo, líder de una de las corrientes panistas más influyentes en territorio veracruzano. Cada uno tiene lo suyo. Sin embargo, el nombramiento obedecerá a una decisión presidencial. Si las corrientes panistas no traban un acuerdo, será el secretario de Comunicaciones, Dionisio Pérez Jácome Friscione, con la venia de Felipe Calderón, quien designará al relevo de Agustín Basilio al frente del Centro SCT Veracruz… Da pena —y risa— Pepe Robles. Moralmente acabado, su credibilidad en el sótano, tiene que recurrir a la autosacralización para hacerse notar. El Colegio de Periodistas de Veracruz, que él preside, le otorgó un reconocimiento por su trayectoria. Sólo resta que sea homenajeado por los periódicos Diario del Istmo e Imagen de Veracruz, ambos de su propiedad y desde donde hace de la suyas cotidianamente. Hace unos meses, muy a su estilo, difundió la supuesta obtención del Premio Nacional de Periodismo por parte del Club de Periodistas, que resultó ser únicamente una mención honorífica. Se llevó tremendo chasco, al grado de no quedarle ánimos para asistir a la ceremonia de entrega de reconocimientos. Pepe Robles arrastra desprestigio y repudio. Aferrado a un prestigio inventado, convirtió al Colegio de Periodistas de Veracruz en un mausoleo del ego, nulos resultados y motor de conflictos, generando la condena unánime por el capricho de no soltar el hueso. Mientras, su periodismo serpentea entre los fangos que le son comunes, usado para obtener prebendas del sector público y dádivas de los señores del poder. ¡Ah, qué don Pepe! Tener que autopremiarse es señal de decadencia… Unas clases de dicción, y quizá de primeras letras también, no le vendrían mal al alcalde de Coatzacoalcos Marco César Theurel Cotero. Habló en el festejo de aniversario de la Batalla de Puebla, y se vio patético. Llamó indios “zacapoxtlas” a los zacapoaxtlas, aquel célebre contingente de indígenas que comandara Porfirio Díaz, cuya fiereza destrozó y humilló al ejército francés de Lorencéz. Marcos Theurel se explayó incurriendo en errores de fonética, palabras mal expresadas que denotaban ignorancia histórica. Una cosa es trompicarse políticamente; otra, no saber leer… Cierto, lo dicho por el senador perredista, Arturo Hervis Reyes, en torno a la incapacidad del gobernador Javier Duarte de Ochoa para garantizar seguridad pública a los veracruzanos, "pues los policías municipales solo sirven para agarrar borrachitos y algunos están coludidos con la delincuencia organizada". A su lado tuvo en todo momento al ex alcalde de Coatzacoalcos, Armando Rotter Maldonado… ¿Quién es esa connotada integrante del jet-set a la que ya se le conoce como La Señora del Licor y la Cerveza por su ambición desatada en la pasada Expo Feria Coatzacoalcos 2011?...