Entre el rezo, la plegaria
y conjuros que se palpan,
vivimos en Tlacotalpan
fiestas de la Candelaria.
Ahí la clase proletaria
junto con la mojigata,
se vuelcan en catarata
sobre esas hermosas calles,
para apreciar los detalles
de lucida cabalgata.
Cierto, sus autoridades
procuran se haga mejor,
para que luzca el folclor
y el arte en diversidades.
Múltiples actividades
se ven en variados foros.
Los decimistas sonoros
son poética propuesta,
pero se mancha la fiesta
con el mal trato a los toros.
Insuficientes esmeros
serían justificación,
por la discriminación
a grupos de jaraneros.
Son artistas verdaderos
que traen el son en la entraña
y administración tacaña
de políticos opacos,
les ofrece puros tacos
y una tienda de campaña.
En cambio en modo suntuario
dentro del teatro elegante,
presentaron un cantante
con un costo millonario.
Esto lo paga el erario
que el bolsillo nos afecta.
Pero fue noche perfecta
para diversión mejor,
del señor gobernador
y pura gente selecta.