No sé quien tenga razón
pero en duro toma y daca,
Humberto Moreira ataca
a Felipe Calderón.
Se presentó la ocasión
en su quehacer activista,
con un choque antagonista
cuando por andar de grillo,
se fue a apoyar en Saltillo
al candidato panista.
Dio comienzo la batalla
pues Calderón asegura,
para la gubernatura
apoyo a Guillermo Anaya.
Contra de Moreira estalla
con filoso bisturí.
Le expresa con frenesí
su desdén y le da palo,
“porque es tan malo, tan malo
que no lo quiere ni el PRI”.
Claro que armó un remolino
y Moreira, sin empacho,
contestó que era un borracho
usurpador y asesino.
Desahogo repentino
que suena revelador.
Pues le dijo en pormenor
que con trampas e indecencia,
le robó la presidencia
a Andrés López Obrador.
Si observamos con cuidado
en el triste laberinto,
resulta tan malo el pinto
como lo es el colorado.
Y aunque en un momento dado
estos versos repentinos,
los juzguen de desatinos
o se nos tilde de tercos,
miramos que unos son puercos
y los otros son cochinos.