Entre guasas se comparte
que fuerte como un estambre,
así fue la huelga de hambre
del obtuso Javier Duarte.
Vislumbró como obra de arte
su actuación disparatada,
pero solo a carcajada
de burla es que ha dado pie,
pues todos piensan que fue
ordinaria bufonada.
Ha corregido la senda
por las tortas y tepaches,
aunque ya sus contlapaches
no tendrán quien los defienda.
Pero nadie se sorprenda
porque ni en la muchedumbre,
por mucho que se le alumbre
y se busque entre la gente,
confirmarán que actualmente
“no hay loco que coma lumbre”.
Fingió andar entre la zarza
para ganarse una loa,
pero de Duarte de Ochoa
huelga de hambre fue una farsa.
Le gusta que haya comparsa
se siente de la realeza.
Poco o nada le interesa
que dejó en todos los planos,
a tantos veracruzanos
sumidos en la pobreza.
Tal vez tenía como meta
aunque nunca nos lo diga,
el rebajar la barriga
y quiso ponerse a dieta.
La huelga fue solo treta
de este necio merolico,
quiso sujetarse el pico
olvidando en su obsesión,
que “el que nace barrigón
aunque lo fajen de chico”.