Tu repentina llegada
fue para todos sorpresa,
que dejó luto y tristeza
por la furia demostrada.
Se ha salvado poco o nada
de los esfuerzos y empeños.
Dejaste rotos los sueños
al presentarte en alud,
como líquido ataúd
de los pueblos ribereños.
Fuiste arrastrando a tu paso
las vegas y pastizales,
hermosos cañaverales
que cedieron a tu abrazo.
Se ha quedado a cielo raso
el pobre trabajador.
No reacciona al estupor
y al ver lo que está perdiendo,
de a poco se va muriendo
ahogado, por el dolor.
Tampoco la gran ciudad
en tu furia perdonaste,
pues sin piedad la arrasaste
con máxima intensidad.
Señalas necesidad
de ecológico acomodo.
Dejas pestilente lodo
para que no te olvidemos
y a ti que tanto queremos
hoy nos lo quitaste todo.
Vuelve a ser graciosa nube,
a las alturas regresa,
sabia la naturaleza
vaporizada te sube.
Toma forma de querube
con alas grises y densas
y en situaciones intensas
de amenazas tormentosas,
con lágrimas amorosas
perdona nuestras ofensas.