Hasta ahora se soslaya
por una u otra razón,
la orden de detención
del caso Ricardo Anaya.
Cuidan que no tenga falla
o que se dé pie a la crítica.
Con atención analítica
para el que por hacer ruido,
su defensa siempre ha sido
que es “persecución política”.
La Fiscalía General
le ha imputado acusaciones,
seis punto ocho millones
de sobornos en total.
Como reacción natural
se aferra de todos lados.
Por él no son aceptados
los barruntos de soborno,
comunicando en su entorno
que son cargos inventados.
Es un caso repetido
de corrupción y de abuso,
se le ha señalado incluso
desde su propio partido.
En el PAN han insistido
su retorcido sendero.
Lo dijo Ernesto Cordero
igual que Jorge Lozano,
que Anaya no era lejano
al lavado de dinero.
“Es un hombre deshonesto”
fue la sentencia furiosa,
de Calderón Hinjosa
con un riguroso gesto.
Muchos se suman a esto
pero al ser nota pequeña,
solo dejamos por seña
para este breve telón,
de que “es un vulgar ladrón”
le dijo Meade Kuribreña.