Expresiones rutinarias
desecharlas te sugiero,
en cambio escucharte quiero
historias extraordinarias.
No importa sean milenarias
pero que tengan sentido,
como en mi caso, es sabido
que a cien metros del lugar
ya un mosco no veo volar,
pero escucho su zumbido.
Tuve un perro que metía
en el corral el ganado
y alimento preparado
para comer les ponía.
También la casa barría,
toda la ropa planchaba,
las cercas rotas clavaba,
pero un día se murió,
porque se electrocutó
cuando la tele arreglaba.
Enorme sapo aplasté
con mi auto casualmente
y por jugar solamente
me volví y lo repasé.
Como ni así lo maté
una llanta le subí,
pero su enojo encendí
y a la par que se iba inflando,
mi carro iba levantando
por eso mejor me fui.
Una niña al caminar
sin ver un chicle aplastó
y por más que lo intentó
no se pudo despegar.
Ahí le tuvieron que dar
sus alimentos, la escuela
y en tristísima secuela
como celestial castigo,
se casó y yo soy testigo
que allí mismo se hizo abuela.