Yo sé que debo cambiar
pues mi diario proceder,
desespera a mi mujer
que por todo ha de pelear.
Me dice para empezar
que soy un desordenado,
que todo dejo tirado,
que no ayudo para nada,
la casa desarreglada
y yo tan despreocupado.
Cuando tarde me levanto
enseguida hace una muina,
porque en la “pinche” cocina
se estará quien sabe cuánto.
Perderá su tiempo tanto
dándome desayunar,
que a qué horas irá a comprar
para comer, al mercado;
soy un desconsiderado,
¡por eso voy a cambiar!.
Si se me llega a ocurrir
el temprano levantarme,
no se tarda en regañarme
pues no la dejo dormir.
Porque me quiero vestir
y ella se debe parar,
para correr a planchar
la ropa que uso del diario;
sé que es para ella un calvario,
¡por eso debo cambiar!.
Si a veces en la oficina
se hace tarde sin querer,
nunca me quiere creer
dice que fue en la cantina.
O con una concubina
por quien cambiarla yo quiero,
le digo: “no estoy tan cuero”,
pero insiste en su canción
y nomás por precaución
me quita todo el dinero.
No ayudo nada en la casa,
si estoy, solo es para estorbo,
porque la atención absorbo
y el quehacer se le retrasa.
No entiendo lo que me pasa
con ésta forma de actuar,
que solo por trabajar
doce horas con gran tesón
llego exigiendo atención;
¡por eso voy a cambiar!.
Hace tiempo que he querido
hacer un giro en mi vida,
pero una cosa escondida
no sé por qué lo ha impedido.
Tal vez he estado dormido
pero tengo que poder,
sé que quizá va a doler,
pero ya sabré encontrar
una que sepa aguantar
para cambiar... ¡de mujer!.