En tiempos no muy lejanos
a niños que hacían borlotes,
les daban buenos azotes
con la chancla o con las manos.
En veces hasta inhumanos
según dicen los testigos.
Por andar con los amigos
las reglas solían romper
y el padre hallaba placer
en imponerles castigos.
Les ponían de condición
lectura en su acontecer,
pero no podían leer
muchos libros de ficción.
Señalaban por razón
exceso de fantasías,
según sus propias teorías
por mejorar la memoria.
habían de estudiar historia
los viajes y biografías.
En esos tiempos insisto
había una visión atroz,
que ser un niño precoz
tampoco estaba bien visto.
Pobre de aquel niño listo
que llegara a destacar.
Causaba hasta malestar
pues decían en su locura,
que una fruta prematura
nunca llega a madurar.
Aunque no faltaba afecto
cuando el hambre daba apuro,
un pedazo de pan duro
era el tentempié perfecto.
Y el relato predilecto
para estimular pesares,
contaban los familiares
de un niño con sus enredos,
que le cortaron los dedos
por chuparse los pulgares.