Tu hermoso rostro en la arena
el oleaje va formando
y su murmullo ensayando
tu dulce voz de sirena.
De esa belleza serena
que es sueño y es despertar
me consuelo al escuchar
en las alas de la brisa,
el cascabel de tu risa
viajando a través del mar.
El mar tiene la virtud
de traerte a mi memoria,
provocar sensual historia
con aires de juventud.
En recurrente actitud
vuelvo amoroso a la orilla,
observo la maravilla
de su bravura y enojos
y el recuerdo de tus ojos
entre sus reflejos brilla.
En sus ondas repetidas
el vaivén de tus caderas,
suaves, ágiles, ligeras,
rotundas y embravecidas.
Unas gaviotas perdidas
adivinan mi pecado
y contemplo arrodillado
en el romper de las olas,
esas negras caracolas
de tu pelo alborotado.
Tiene la brisa marina
el aroma de tu amor,
ese salobre sabor
del momento que culmina.
Como barca peregrina
en ti sin rumo navego.
A tu tempestad me entrego
consagrado en cuerpo y alma,
al final viene la calma
y a buen puerto siempre llego.
El mar y tú se hacen uno
con sus variados matices,
multicolores barnices
que no hay en lienzo ninguno.
Del poderoso Neptuno
quisiera la majestad,
provocar tu tempestad,
vaivén de bienes y males
y en impulsos pasionales
ahogarme en tu inmensidad