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Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala signaron el acuerdo C-4, o Principio de Libertad de Tránsito en Centroamérica, que permite a sus ciudadanos el paso libre entre las fronteras de dichos países.
Se trata de una solución parcial a la inseguridad que implica viajar entre estas naciones, donde el derecho otorgado por la Ley para que los centroamericanos puedan caminar sin problemas entre sus territorios no tiene el aval del crimen organizado.
Así las cosas, si bien ninguna autoridad puede impedir la migración de un salvadoreño por –un ejemplo- el departamento guatemalteco de “El Petén” que hace frontera con Chiapas y Tabasco, en México- “Los Zetas” si lo impiden o cobran para permitirlo.
En “El Ceibo”, una región guatemalteca que se ubica cerca del municipio de Frontera, en Tabasco, el tránsito es casi suicida: ahí no valen ni las autoridades federales de Guatemala ni las del Departamento del Petén: ahí mandan “Los Zetas” en contubernio con “Los Maras Salvatruchas” que operan con total impunidad tanto del lado centroamericano como del mexicano.
Enfrentar los retenes del crimen organizado, con su estructura de grupos armados y encargados tanto del tráfico de droga como del cobro de “cuotas” a migrantes ilegales, es un acto de héroes, de víctimas a menudo mortales y de autoridades que suelen corromperse junto a los mafiosos u optan por hacerse de la “vista gorda” para sobrevivir.
Desde Tenosique, pasando por Frontera, en Tabasco y hasta “El Petén”, en Guatemala, las estructuras del Estado se encuentran rebasadas desde muchos años atrás, tanto del lado mexicano como del centroamericano.
Y por esta tierra de nadie, por estos kilómetros interminables de selvas y potreros, caminan día con día migrantes que salen mayoritariamente de Honduras, en segundo lugar de El Salvador, así como de Guatemala y en menor número de Nicaragua.
Los costos que esta gente debe pagar constituyen un Crimen de Lesa Humanidad.
La diáspora judía provocada por el nacismo es perfectamente comparable con la desaparición de pueblos enteros en Centroamérica que el mundo está atestiguando con una frialdad aterradora.
Desde la Organización de las Naciones Unidas, los países desarrollados y los gobiernos de México y Estados Unidos -donde nacen las causas y las condiciones que provocan miles de muertes impunes año con año- nadie asume su responsabilidad en torno a esta orgía sangrienta y cotidiana.
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No hay manera de eximir de su responsabilidad a los Estados Centroamericanos.
Salvo Nicaragua, que apoyada por la República de Cuba eliminó el analfabetismo como una forma de disminuir las causas de su pobreza, Honduras, El Salvador y Guatemala son auténticas fábricas de muertos vivientes.
Sus economías lucen devastadas a tres décadas de las guerrillas que intentaron cambiarlo todo y fracasaron.
Sus campos están desiertos tras la explotación y el abandono de la United Fruit Company y el capital internacional que no pudo cosechar en la Centroamérica agonizante el alimento de comunicación interoceánica que le ofertó Panamá.
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Durante un recorrido del reportero por esta región, el sacerdote franciscano Fray Tomás Gonzalez, conocido como “Fray Tormenta”, hizo una breve narración de lo que acontece en la frontera de México y Guatemala, vía Tabasco.
En Tenosique, paso obligado del tren “La Bestia”, y donde dirige un albergue para atender a migrantes, tanto el sacerdote como sus protegidos deben enfrentan a los cuerpos policiacos mexicanos: los municipales, estatales y federales.
La presencia del reportero y la toma de unas gráficas irritó sobremanera a los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) que se ubican a la entrada del lugar.
Amenazantes, los hombres vestidos de azul gritaron al periodista para que se detuviera.
El padre Tomás contó que a su albergue se han llegado a meter los policías en búsqueda de migrantes, no obstante la exigencia del eclesiástico para que este lugar sea considerado una suerte de espacio consular, que permita el descanso de los viajeros.
La reflexión es inmediata: los migrantes viajan con familias enteras, con mujeres y niños y en su mayoría son gente que huye del hambre y la falta de futuro… ¿por qué tratarlos como delincuentes?
La única explicación es la ambición, la codicia y la corrupción del lado mexicano, igual a la que prevalece del lado centroamericano.
“No vayas a Frontera”, recomendó “Fray Tormenta.
“Ahí no entro ni yo”. Es tierra de los zetas. Nadie garantiza tu vida en ese lugar.
- ¿Por qué pasan centroamericanos por ese lugar? Le cuestiono.
Por ignorancia, por desesperación, por falta de recursos. Ahí buscan el tren, “La bestia”, para viajar hacia Estados Unidos.
- ¿Qué pasa allí?
Deben pagar “cuota” o son violadas las mujeres, secuestrados los hijos y ellas mismas y asesinados los hombres o por lo menos golpeados hasta dejarlos en condición de indefensión total.
Los que logran pasar por Frontera llegan a Tenosique y ahí son detenidos, correteados, vejados por maras o por autoridades mexicanas de todos los niveles.
Después sigue Huimanguillo donde este domingo 25 de agosto del 2013 “la bestia” volcó y al cierre de esta redacción se reportaban 5 muertos y más de 35 heridos; cifras que podrían crecer en el transcurso de la tarde.
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El reportero incursionó en “El Ceibo” y cruzó decenas de kilómetros en “El Petén”, del lado guatemalteco.
Topó con policías estatales de Guatemala.
Lo frenaron.
A unos cincuenta metros observó a un grupo armado, vestido de civil, en un jepp.
Se saludaron policías y civiles armados.
Los policías se comunicaron por radio, en clave, con sus jefes.
Luego, regañaron al reportero por no portar permiso para tomar fotos y recorrer territorio guatemalteco.
Le advirtieron: “lo que nos hacen en México te lo podemos hacer aquí”.
“Vete”, ordenaron.
(5)
Nada cambia.
O como en la historia del “gatopardo”: todo cambia para quedar igual.
“La bestia” sigue arrojando muertos.
Esta gente no tiene de otra: o se muere de hambre en sus pueblos y sigue pariendo hijos sin futuro, o se aventura a buscar “el sueño americano”; tremenda falacia que mucho tiempo atrás falleció, si es que alguna vez existió.
El peligroso paso por México: desde Frontera y Tenosique en Tabasco; desde Huimanguillo y las persecuciones de centroamericanos amafiados con mexicanos en Coatzacoalcos, Sayula de Alemán, Tierra Blanca, en Veracruz.
El martirio sigue: el estado de México es la entidad más peligrosa del país, tanto para centroamericanos como para mexicanos.
No hay policía más atroz, asesina, asaltante e impune que la del estado de México en lugares como Netzahualcóyotl; Chalco; la estación de Lechería, entre otros.
Salvo un sector de la iglesia, donde sobresale también la figura de Alejandro Solalinde y la madre María en Tierra Blanca, así como sectores de la sociedad civil como las “Patronas”, en la zona centro de Veracruz, nadie hace nada.
Las autoridades consulares centroamericanas en Acayucan y el puerto de Veracruz sirven para un carajo.
El Presidente Enrique Peña Nieto sigue actuando conforme a la lógica de nuestra clase política que es muy semejante a la clase política internacional: hacen declaraciones de lamentos cuando hay muertes demasiado mediáticas como las de este domingo 25 de agosto en Tembladeras, entre Tabasco y Veracruz.
Los migrantes son dinero y cuerpos de sexo salvaje para los zetas, maras y otras mafias.
Son dinero y cuerpos de sexo salvaje, así como carne de trata de blancas para autoridades mexicanas de todos los niveles.
Son noticias de ocho columnas para los periodistas.
Y son declaraciones apasionadas y oportunistas para los políticos de todas partes, de todos los partidos y de todos los niveles.
Para el capital mundial: los migrantes son daños colaterales.
No más.
(6)
Hoy en día, somos testigos de una masacre semejante a la ocurrida en Europa entre los años 1939 y 1945.
Y nadie -salvo sacerdotes y religiosas suicidas y algunas mujeres valientes- hacemos algo al respecto.