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José Luis Ortega Vidal

Claroscuros

Algunos quinazos mortales y políticos en la historia de Veracruz

13/11/2013 10:34 a.m.

(1)
Hubo de quinazos a quinazos…
A Joaquín Hernández Galicia, el histórico luchador sindical Valentín Campa le advirtió sobre los peligros de enfrentar al Estado, pero el líder petrolero no escuchó.

Soberbio, “La Quina” decidió apoyar con todo a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en la elección de 1988 y retar a Carlos Salinas de Gortari.

El cacique petrolero “pateó el pesebre” del que alimentó su poder durante tres décadas: la todopoderosa dictadura perfecta del PRI.
Consecuencias de aquellos actos, Hernández Galicia:

a) Contribuyó al triunfo legal y real del Frente Democrático Nacional y
b) Se fue con todo y la democracia del país al “fresco bote”.

(2)
Visto desde una perspectiva, Joaquín Hernández Galicia fue víctima del sistema represivo que vivía su cúspide en 1988 y que aún se ejerce –con disimulo y apoyado en nuevos rostros, como el del narcotráfico- en el país.

Sin embargo, analizado el tema desde otro ángulo, “La Quina” recibió en 1989 –cuando le sembraron el cadáver de un agente del ministerio público federal y armas prohibidas en su residencia de Ciudad Madero- una sopa de su propio chocolate.

(3)
En Minatitlán y Poza Rica las secciones 10 y 30 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), protagonizaron sendos movimientos políticos capaces de enfrentar a “La Quina” cuando éste mantenía de rodillas incluso a los más altos directivos de PEMEX.

Figuras como Sergio Martínez Mendoza en Minatitlán, así como Heriberto Kehoe Vincent y Oscar Torres Pancardo en Poza Rica, disputaron la dirigencia nacional petrolera sin “La Quina”
Hubo muchos líderes nacionales del STPRM pero todos sabían que el mandamás estaba asentado de Tamaulipas.

Y los que intentaron romper este esquema pagaron su osadía.
A Sergio Martínez Mendoza lo “jubilaron”, a Heriberto Kehoe Vincent lo asesinaron a balazos en el restaurant “El Chalet” frente a la plaza cívica de Poza Rica y a Oscar Torres Pancardo lo “accidentaron” en la carretera Puebla-Poza Rica.

Así de simple. Así de “eficiente” en su control político era Joaquín Hernández Galicia.

(4)
Muchos protagonistas de aquella época continúan vivos y algunos siguen siendo pieza clave en grupos de poder regionales en Veracruz.

Cada caso tiene su particular historia; su individual destino.
Nombres como los de Marcos López Mora y Ramón Hernández Toledo son vientos de aquellos huracanes.

La del cacicazgo petrolero de Carlos Romero Deschamps –con zapatos de un número mucho menor al que calzó “La Quina”- es una herida viva y lacerante en el sindicalismo mexicano.
México padece un sindicalismo que se ha traicionado a sí mismo.
Unos cuantos se volvieron millonarios a costillas de la clase obrera.

Otros murieron en el intento de convertir a los sindicatos de petroleros, maestros, electricistas, ferrocarrileros, etcétera, en verdaderos espacios de justicia social para los trabajadores.
A un siglo de la Revolución de 1910 las grandes centrales obreras mexicanas ofrecen un lamentable hedor.

Constituyen un cadáver cuyas miasmas lo contaminan todo.
Entregados al poder por sus propios dirigentes, los obreros mexicanos han sido parte esencial del corporativismo aún útil y por tanto alimentado desde el Estado.

La presencia de un Carlos Romero Deschamps enfermo, decrépito y sin poder de decisión propio –pero eso sí, multimillonario- en el Senado de la República, es una de las fotografías más elocuentes de la Revolución traicionada.

Y esta traición constituye un error histórico que aún respira, a pesar de que su mayor símbolo -“La Quina”- acaba de morir.
Otro retrato infame lo constituye Elba Esther Gordillo Morales, la nefasta profesora encarcelada sin el cáncer que representó y que personaliza.

Que Elba Esther se encuentre tras las rejas no significa que la manipulación abyecta de más de un millón de maestros para los intereses estatales, se haya ido con ella.

Encarcelaron a la leona, pero se quedaron sus leoncitos.
Muere un león, pero nos quedamos con la carne sanguinolenta entre los dientes del inevitable canibalismo que padece México.


 


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