(1)
A punto de incorporarnos a la inevitable interpretación de esta melodía sabrosa, bailable, alegre e inevitablemente sarcástica, vale la pena reflexionar sobre el 2019 mexicano.
El tema sería motivo de miles de páginas y cientos de libros elaborados por igual cantidad de autores con diversos y distintos ángulos de visión, amén de la variedad inagotable de rubros.
De los dos párrafos previos surge la primera reflexión: una sociedad madura en términos democráticos y educativos asume, per se, la pluralidad como elemento concomitante de su propia existencia y construcción cultural.
Dicho de otro modo: la polarización –muy presente en la identidad mexicana a lo largo de la historia y detonante en estos días de enfrentamientos fútiles- resulta elemento de inmadurez y representa un síntoma de enfermedad social antes de coadyuvar a un elemento constructivo.
El Yo no puede existir sin el Tú y ambos desaparecen sin el Nosotros.
El debate aparece allí como elemento creativo del andamiaje social pero rara vez acudimos a él.
Si la polarización viene de un líder o un Presidente –en este caso Andrés Manuel López Obrador, su discurso, su estrategia comunicativa, su visión del poder que debe cambiar al ser hombre de Estado y no más candidato- éste debe corregir para bien del gobierno que representa y su papel histórico.
Empero la sociedad –otro elemento del Estado- a su vez está obligada a la autorreflexión, la autocrítica, a elegir un camino distinto a la polarización bajo el entendido de que no es su papel seguir al líder sin criticarlo, a ciegas, y sí es su deber vigilar su desempeño y exigir su respeto a la ley, mientras hace lo propio.
Lo anterior obliga a la sociedad a respetar las normas de convivencia y de connivencia –exigente por naturaleza- de madurez democrática y educativa.
(2)
Exigir o asumir críticas extremas en torno a temas como la macroeconomía, la inseguridad, el subdesarrollo y la injusticia social, a un año de gobierno, resulta imprudente sin observar tres elementos clave de análisis:
a) La inercia histórica de estos fenómenos: todos nacieron en el siglo XX, con antecedentes en el siglo XIX -y aun antes- para sufrir elementos de cambio substancial –con aciertos y errores- en lo que va del siglo XXI.
Nadie los ha parido durante el último año.
b) La imposibilidad humana de obtener durante 365 días logros estructurales obligados para ajustar esa historia.
Ello dada la lucha dialéctica de intereses en todos los ejes sociopolíticos lo que implica resistencias poderosas al cambio, golpes internos y externos, coyunturas políticas impredecibles como el crimen organizado y su creciente poder, así como errores de los responsables y protagonistas del Momentum.*
c) Resumir a doce meses la comparación estadística de diez años en materia de avance del referido crimen organizado, su funesta consecuencia y/o el combate al mismo constituye un error metodológico.
Comparativamente hay un fracaso en ese sentido si nos basamos en el simple hecho de existir una cifra mayor de muertes dolosas respecto a lapsos semejantes observados en gobiernos previos.
El tiempo juega un papel importante.
La misma regla aplica para determinar logros y errores no obstante lo llamativos o escandalosos que éstos puedan ser.
Resulta lógica la desesperación pero los elementos para demostrar que el Fracaso es Fracaso no se obtienen de las redes sociales…
Lo mismo ocurre con el Éxito.
La economía mexicana tuvo un crecimiento de 0 % en el 2019; esto es una señal grave de un mal manejo en ese rubro: se enterraron inversiones cuantiosas –caso del AICM- y se soslayó la confianza en el terreno internacional de inversiones energéticas, concretamente petroleras, por citar dos ejemplos.
Hay puntos positivos pese a ello y la confianza es recuperable.
Al respecto debemos analizar a profundidad y con datos duros qué deja el 2019 y qué podemos esperar para el 2020; hacer este ejercicio, además, con un sentido crítico insoslayable y sin polarizaciones que en materia económica nunca son buenas invitadas y en política menos.
(3)
Ay yo no olvido, no, no, no al año viejo…
Momentum es un término de raíz etimológica latina cuyo significado es Movimiento. Se utiliza en la ciencia, en la mecánica y en la física: Isaac Newton lo empleó y antes de él lo hizo Galileo Galilei –por ejemplo- pero en términos de analogía podemos asumirlo como una muestra de la masa y la velocidad que además del pensamiento matemático nos permiten describir un comportamiento social en una coyuntura histórica y contextos sociopolítico y socioeconómico determinados.