La elección presidencial del 6 de julio de 1988 en México tiene como impronta un robo histórico de la democracia en el país.
Quienes cometieron ese atraco –los representantes de la “dictadura perfecta”, brillante epíteto del intelectual peruano Mario Vargas Llosa- fueron motivados por diversos aspectos; he aquí algunos de ellos:
La existencia de un Narcoestado del que formó y forma parte un importante sector de la oligarquía política y economía mexicana, temerosa de ser desnudada y –peor aún- sometida al imperio de la ley.
Los intereses inmanentes y trascendentes de un país dominado por el nominalismo tricolor, impuesto desde 1929 vía el robo de la Revolución de 1910, sus ideales y el poder que de sus consecuencias políticas emanó.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano obtuvo la mayoría de votos por parte de un pueblo que reclamaba democracia, justicia, desarrollo social desde décadas atrás y había recibido hasta ese momento represión, subdesarrollo y una repartición de riqueza cada día más dramática con el incremento del número de pobres en el campo y las ciudades.
Añadamos un punto fundamental: Carlos Salinas de Gortari defendía un elemento ideológico-macroeconómico: el modelo Neoliberalista, impulsado desde el gobierno de Miguel de la Madrid contra el populismo de los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo y el estatismo que los precedió con dos modelos: La sustitución de importaciones y El desarrollo con estabilidad.
Además de lo anterior el robo electoral de 1988 se inscribió en una dinámica histórica esencial para entender la etapa que antes y después del triunfo de la Revolución Castrista en Cuba, habría de surgir en América Latina:
El fracaso de un capitalismo salvaje extendido desde Estados Unidos
Revoluciones con bandera comunista en Centroamérica
El derrocamiento del socialismo democrático en Chile
La imposición del modelo Neoliberal en el propio país chileno
Las dictaduras en Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Nicaragua, entre otros países (1)
El surgimiento de poderosos cárteles de tráfico de cocaína en Sudamérica, con presencia particularmente en Perú, Bolivia y Colombia y un cliente principal, el país que impuso los sistemas dictatoriales y alimentó los movimientos contrarrevolucionarios en América Latina: Estados Unidos
Dos grupos mafiosos van a sobresalir desde mediados de los setenta y la década de los ochenta en Colombia, principal país exportador de cocaína: El cártel de Cali de los hermanos Orihuela y El cártel de Medellín de Pablo Escobar.
Sumida la mayoría de sus pueblos en la pobreza, México y los países con gobiernos dictatoriales en América Latina tendrán algo en común: la falta de democracia.
Y en los años 80s, Colombia y México son hermanados por algo más: el tráfico de cocaína.
A fines de la década de los 70s e inicio de los 80s se formó el cártel de Guadalajara con Miguel Ángel Félix Gallardo a la cabeza y Rafael Caro Quintero como el cerebro de la explotación de una versión novedosa de marihuana “sin semilla” en el desierto de Chihuahua.
La creación del narcotraficante Caro Quintero le dio un efecto poderoso al enervante y el añadido de su industrialización desde su siembra y cosecha, convirtieron al grupo delincuencial encabezado por Félix Gallardo en líder del crimen organizado en México.
Ello, con pagos vía dinero sucio a cuerpos policiacos estatales y federales de toda índole, incluida la entonces denominada Dirección Federal de Seguridad (DFS), dependiente de la Secretaría de Gobernación.
Paralelamente en la década de los 80s el Partido Revolucionario Institucional (PRI) sufre un rompimiento político interno a través de la llamada Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
El País, diario español, publicó el 27 de julio de 1987:
“NO SE puede considerar como fenómeno marginal la aparición, en el seno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, de una Corriente Democrática que expresa las preocupaciones de sectores importantes del partido y está encabezada por figuras de indudable prestigio, como Cuauhtémoc Cárdenas, gobernador de Michoacán hasta hace 10 meses e hijo del legendario Lázaro Cárdenas, y Porfirio Muñoz Ledo, antiguo ministro de Trabajo y Educación y embajador en la ONU. El surgimiento de esta corriente refleja un desasosiego profundo ante la gravedad de los problemas económicos y sociales que tiene el país y la creciente incapacidad del partido gobernante para desempeñar el necesario papel de mediación entre el poder y una sociedad agitada por corrientes de insatisfacción y protesta.” (2)
La crisis interna del PRI durante la década de los 80s -lo que conducirá al robo electoral de 1988- coincide en el tiempo con la evolución más significativa del narcotráfico en el país.
Surgido como un conjunto de bandas traficantes de marihuana y opioides a Estados Unidos ubicadas en distintas entidades, el cártel de Guadalajara –impulsado de origen por narcotraficantes nativos de Sinaloa- se convertirá pronto en el principal puente del tráfico de cocaína desde Colombia a los millones de consumidores en suelo norteamericano.
Miguel Ángel Félix Gallardo –conocido popularmente como el “Jefe de Jefes” o ´El Padrino´- encabezará este proceso del lado mexicano. (3)
El cártel de Guadalajara hará un trato con sus pares de Medellín y Cali, Colombia, y operarán hasta el encarcelamiento y/o muerte de las cabezas de las principales organizaciones delictivas involucradas.
Durante la década de los 80s nació la hidra que hoy, a inicios del 2020, muestra día con días cientos de cabezas en las dos vertientes: un país con casi el 45 % de su población empobrecida, una economía debilitada, una polarización social grave y una guerra civil sin precedentes con estadísticas de violencia in crescendo e infernal.
Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo (a) “Don Neto” fueron detenidos en 1985 tras el secuestro y muerte del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena.
Su líder Miguel Ángel Félix Gallardo fue aprehendido en 1989.
El colombiano multiasesino Pablo Escobar Gaviria murió a manos de la policía de su país en diciembre de 1993.
Los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela –Cártel de Cali- fueron capturados en la década de los 90s y se encuentran presos en Estados Unidos.
La relación de estas historias paralelas se teje por:
La coincidencia temporal: México logró su democracia por un voto mayoritario en 1988.
Esto, gracias a un movimiento democratizador dentro del PRI que devino la candidatura del candidato opositor y triunfador Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, abanderado por el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (1987).
Durante la misma década, los 80s, el narcotráfico ligado al ala oscura y más corrupta del Estado mexicano cambia de giro al convertirse –además de principal vendedor de marihuana y heroína- en el co-proveedor de cocaína en Estados Unidos.
Las siguientes dos décadas, es decir durante los años 90s y 2000 a 2008, el país vivirá dos giros en los mismos rubros: la política y el crimen organizado.
En los comicios del 2 de julio del 2000 por fin la democracia es reconocida vía las urnas con el triunfo del panista Vicente Fox.
Al respecto es muy importante no perder de vista el retraso de doce años para el reconocimiento de una derrota en forma oficial por el todopoderoso PRI (la dictadura perfecta) y la instauración del modelo Neoliberal impulsado por Carlos Salinas de Gortari desde el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988).
Los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, así como el de Enrique Peña Nieto, quien representó la vuelta del PRI al poder, le dieron continuidad a este modelo Neoliberal y en su contexto se generaron las Reformas Estructurales durante el 2013.
Otro giro se vincula con el crimen organizado, pues el encarcelamiento de los fundadores del cártel de Guadalajara no marcó sino la construcción de un nuevo mapa del narcotráfico en el país.
Todo cambió para seguir igual, parafraseando a Giuseppe Tomasi di Lampedusa y “El gatopardo”.
El Estado continuó involucrado, incluido el ejército y la clase política; hubo repartición de territorios para los líderes sustitutos: se generaron nuevas y cada vez más violentas guerras entre cárteles.
Entre los años 2007/2008 el gobierno de Felipe Calderón sacó a las fuerzas armadas de sus cuarteles para combatir al narcotráfico y el resultado ha sido: cientos de miles de muertes y un país en zozobra durante la última década.
Los productos del narcotráfico se diversificaron: hoy se fabrica en México buena parte de las drogas sintéticas que compiten en Estados Unidos contra la cocaína y la heroína; el consumo de la marihuana se ha ido legalizando en el país vecino y se estudia hacer lo propio en el nuestro.
El narcotráfico es un asunto geopolítico, geoeconómico y geosocial.
No hay un país en el mundo donde no aparezca esta problemática.
Pero la falta de una democracia madura; la debilidad del Estado y la macroeconomía; una pobreza atroz producto en parte de la incorrecta repartición de la riqueza no ocurren en todo globo terráqueo.
En ese sentido somos una de las excepciones: un país tan rico en recursos naturales y humanos con problemas estructurales producto de un siglo de corrupción e injusticia.
Nuestra democracia ha tenido avances pero insuficientes.
De hecho uno substancial fue la creación del Instituto Federal Electoral que entró en funciones el 11 de octubre de 1990 para ser relevado por el Instituto Nacional Electoral a partir del 4 de abril del 2014.
El IFE y el INE han sido pieza clave para un reconocimiento, institucionalmente serio, de los triunfos opositores durante los comicios presidenciales del 2000, 2012 y 2018; pues el resultado oficial del 2006 se mantiene hasta la fecha bajo dudas creíbles.
En conclusión, no es posible entender la coyuntura del primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador ni los primeros días que han corrido en el 2020 sin estos antecedentes históricos.
Hablamos de dos líneas paralelas que se entrecruzan: la construcción de una democracia demasiado joven y el crimen organizado mexicano con sus ligas internacionales, amén de su nacimiento desde el Estado al que mantiene contaminado como un cáncer metastásico
La justicia social, el combate de la impunidad, el desarrollo social, son temas que no pueden conseguirse sin la construcción de un presente que voltee al pasado para conocerse a sí mismo y fincar su adecuada transformación desde la multiplicidad cultural que nos caracteriza y la variedad ideológica obligada y necesaria.
No es posible construir para los vivos sin el recuerdo y el recuento de los muertos.
https://culturacolectiva.com/historia/el-poder-militarizado-cinco-dictaduras-en-latinoamerica
https://elpais.com/diario/1987/07/26/opinion/554248811_850215.html
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37269571