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El proceso de sucesión presidencial a concretarse vía la elección el 2 junio del 2024, generó una constante violación a numerosas leyes desde el año 2021, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador abrió el juego de las corcholatas.
Eventos preelectorales disfrazados de conferencias por parte de Claudia Sheinbaum, cuya imagen se reforzó a través de miles de bardas pintadas con la frase “EsClaudia” ...
Concentraciones masivas bajo el eslogan “Estamos Augusto con López” así como miles de bardas pintadas con la frase “Ahora es Adán” …
Ataques mediáticos furibundos –en el caso de Veracruz- contra el senador Ricardo Monreal por parte de funcionarios estatales; destacadamente el secretario de Gobierno Erick Patrocinio Cisneros Burgos, pero también del propio gobernador Cuitláhuac García Jiménez…
Todo ello, constituye apenas un conjunto de detalles de una mega competencia entre grupos políticos al interior de MORENA, por hacerse del poder durante el próximo sexenio.
Durante dos años, este accionar se consolidó como una campaña ideológica de Estado y por tanto no topó con autoridad alguna que lo frenase, ni existe investigación oficial -de ningún nivel- capaz de informar a los ciudadanos sobre el origen y la cantidad de dinero invertido.
Evidentemente se han gastado muchos millones de pesos –de origen oficial, aunque disfrazados de aportaciones privadas- para colocar dos elementos clave en el imaginario colectivo del país:
a) Sólo MORENA tiene capacidad de luchar y ganar la elección del 2024
b) Claudia Sheinbaum constituye la mejor opción, además de estar mejor posicionada que cualquier rival…
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Una parte de este proceso propagandístico corresponde a la dinámica natural de todo proceso de lucha por el poder: cuando se quiere acceder al mismo, o cuando el objetivo consiste en mantener su control porque previamente se obtuvo; como es el caso de MORENA y su aplicación ideológica de Estado: la 4T o Cuarta Transformación.
Esta idea permeó hasta el pasado 4 de junio, cuando MORENA y sus adláteres, el PVEM y el PT, sacaron al PRI del gobierno en el estado de México luego de más de nueve décadas de nefasta permanencia.
Se dijo en esta columna y abundan los análisis al respecto entre articulistas del país, que una diferencia de dos dígitos implicaría un triunfo aplastante por parte de MORENA: con más de 10 puntos porcentuales de diferencia.
Por otra parte, la victoria por un dígito de distancia oscilaría entre un triunfo a medias –entre 5 y 9 puntos porcentuales- o un resultado que podría terminar en tribunales –con menos de 5 puntos porcentuales.
Con alrededor de 8 puntos porcentuales de diferencia, y la lectura de un triunfo a medias, la salida del PRI del palacio de gobierno en Toluca es histórica, pero la votación de priistas y sus aliados del PAN –el PRD no alcanzó los 250 mil votos prometidos-, no pierde su significado de alerta: tricolores y azules perdieron, pero están vivos; mientras los guindas se han puesto nerviosos.
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Vinculemos dos variables aquí expuestas: durante dos años MORENA se adueñó de la propaganda y convirtió –ilegalmente- el discurso oficial en herramienta partidista, para obtener un triunfo histórico pero pírrico en la joya de la corona: el estado de México.
Haber sido aplastados en Coahuila, añade un factor más a la alarma en el cuartel morenista: el horno no ha quedado para bollos luego de los ocurrido el 4 de junio, no obstante que la oposición luce hecha pesados por sí misma al no contar con liderazgos ni candidaturas sólidas frente a la caballada de MORENA.
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Hay un sector de la sociedad civil que marchó en defensa del INE y luego en apoyo de la Suprema Corte de Justicia.
Filtrada por vergonzosos y cínicos partidos políticos, así como personajes del sector empresarial mexicano –Claudio X. González- de talante funesto, la sociedad civil mostró músculo y reforzó la idea de una clase media anti sistema o anti MORENA o anti López Obrador.
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Si la oposición mexicana ha demostrado ser el peor enemigo de la oposición mexicana, el poderoso partido en el poder también ha dado muestra de ser el peor enemigo del partido en el poder.
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Aunque Dante Delgado blofee con la afirmación de que en diciembre habrá candidato de Movimiento Ciudadano y triunfarán en el 2024, el vaticinio del senador veracruzano no se debe echar en saco roto y ha de tomarse en cuenta desde la dimensión adecuada: ni Samuel García, ni Enrique Alfaro, ni Luis Donaldo Colosio junior representan una candidatura competitiva frente a MORENA unido.
El único escenario donde MORENA convierte a Andrés Manuel López Obrador en un Goliat debilitado, resulta de su división interna al más alto nivel.
Esta división –ya existente- escalaría a hechos concretos en septiembre próximo.
Es muy probable la aparición de pistas sobre dicho tema durante los meses de julio y agosto.
Desde ese contexto se debe dar lectura a las afirmaciones de Dante Delgado Rannauro.
Viejo lobo de mar, el ex gobernador olfatea una división morenista y piensa en un “Plan B” cuya existencia ha negado Marcelo Ebrard.
En este momento Ebrard dice lo que está obligado a decir y la oposición –Dante principalmente- huele la carne a partir de las heridas provocadas entre los propios morenistas.
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Durante dos años, desde palacio nacional y la dirigencia de MORENA –así como desde el gobierno estatal veracruzano- se trabajó para armar la pista de aterrizaje de Claudia Sheinbaum en la silla presidencial.
En este caso sí hubo y hay un “Plan B”: Adán Augusto López.
En el mismo lapso, Marcelo Ebrard sólo recibió golpes –bajos y abiertos- así como desdén.
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Hoy, le temen.
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Si MORENA hubiese aplastado en el Edomex durante los comicios del domingo 4 de junio, Ebrard continuaría despreciado; recibiría el trato de un paria.
Ante el resultado obtenido –política y electoralmente ambiguo- el cálculo es muy obvio: el ex canciller representa el liderazgo, la figura que daría sustento a la afirmación de Dante Delgado y el MC.
Añadamos a la sociedad civil molesta con la 4T; a la oposición autodestructiva cuyo priismo en el Edomex y Coahuila levantó la mano; a la figura de centroizquierda, moderada, experta en política al más alto nivel, que Marcelo Ebrard ha construido de sí mismo…
El resultado está ahí:
Claudia puede llegar a ganarle a Ebrard, pero no contaría con el Congreso a su servicio.
Marcelo puede ser candidato de MORENA y próximo presidente, pero no ha dicho, ni dirá, que está comprometido a obedecer las instrucciones de AMLO desde “La chingada”.
Ebrard puede llegar a ganarle a Sheinbaum como cabeza de un movimiento opositor al lopezobradorismo y en ese caso la 4T se convertiría en un referente histórico defenestrado.
La carta principal de Ebrard es su puerta de salida de MORENA.
La carta principal de Claudia es la ubicación de la llave de esa puerta, en manos de AMLO.
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La semana donde Ebrard marcó la pauta política del país –entre el 5 y 11 de junio- luego de casi cinco años de poder y control absoluto de AMLO…
Los signos emanados desde la jornada del Consejo Nacional de MORENA el domingo pasado…
El rechazo a los debates propuestos por el ex canciller…
Y lo que viene…
De este nuevo conjunto de elementos a desarrollarse durante los próximos dos meses y una semana, surgirán respuestas para las dudas intensas que todos compartimos:
¿AMLO impondrá a Claudia a pesar del riesgo de una ruptura con Marcelo?
¿AMLO cederá el poder a Marcelo, a sabiendas de que no lo obedecerá, pero bajo el pacto de la unidad morenista y el respeto al legado de la 4T?
¿Marcelo simplemente negociará y se perderá su encuentro con la historia?
¿Marcelo cobrará cara la osadía de sus enemigos guindas, de haberlo subestimado durante dos años e intentar chamaquearlo en la parte final de ese espectáculo antidemocrático denominado “encuestas”?
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A todo esto: la prohibición del gobernador Cuitláhuac García Jiménez de toda clase de cargada a favor de cualquier corcholata, dirigida a la burocracia bajo su mando…es un chiste de mal gusto que se cuenta solo.
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Por otra parte, el tema de la lucha morenista por la sucesión del gobierno veracruzano y su vínculo con la guerra entre corcholatas federales, requiere análisis aparte.