La destitución fulminante de tres funcionarios del gobierno de Cuitláhuac García
Jiménez fue una orden –sin comillas, literal- que le dio Rocío Nahle a quien
todavía cobra como gobernador de Veracruz.
Los hoy ex funcionarios Yair Ademar Domínguez Vázquez, quien fungía como
encargado de la Subsecretaría de Gobierno; Israel Hernández Roldán, ahora ex
encargado de la Subsecretaría de Asuntos Jurídicos y Legislativos; y Rafael
Castillo Zugasti, quien encabezaba el Instituto Veracruzano de Desarrollo
Municipal (Invedem), tenían en común ser operadores cercanos del otrora
poderoso ex secretario de gobierno Eric Patrocinio Cisneros Burgos.
Cisneros salió del gobierno –donde era quien en realidad mandaba- para disputar
en serio la candidatura de Morena a la gubernatura a la propia Rocío Nahle, de
quien en un principio él mismo fue operador y pieza clave para controlar la
administración pública estatal de Veracruz, ante la debilidad e indolencia de
Cuitláhuac García.
Eric Cisneros acumuló tal cantidad de poder –del bueno y sobre todo del malo-,
que se creyó que podía disputar con plenitud de derecho la candidatura a la
gubernatura de Veracruz. Al menos, él sí había nacido en su territorio, no como la
“elegida” por “ya saben quién”.
Precisamente, fue esto último lo que perdió de vista el cuenqueño: la contienda
interna –como ocurre con casi todo en Morena- era una mera simulación para
legitimar una decisión tomada en Palacio Nacional. La ungida sería la zacatecana,
a pesar de todos los pesares. Y así fue, exactamente.
Rocío Nahle fue postulada candidata a pesar de que perdió la contienda interna.
No frente a Cisneros, sino ante un ninguneado Manuel Huerta, que durante todo
el sexenio se dedicó desde la delegación del Bienestar –y aprovechando los
programas sociales que manejó a discreción- a construir su red de operadores y
una base social de la que carecieron sus contrincantes. A pesar de ello, la
decisión ya había sido tomada por Andrés Manuel López Obrador y Nahle sería la
candidata, con todo y su fracaso en Dos Bocas, que hasta la fecha y dos
inauguraciones después, sigue sin refinar una gota de combustible.
Huerta se disciplinó hasta la ignominia. No solo no le dieron la candidatura que
ganó, sino que lo bajaron a la segunda posición en la fórmula al Senado para
beneficiar a una comadre de la zacatecana, que como diputada federal por Xalapa
en dos legislaturas seguidas hizo… absolutamente nada por el distrito que alberga a la capital veracruzana.
Pero Cisneros quedó mal parado. Y sabedor de que cómo se las gasta su ex
aliada, puso tierra de por medio. Pero en la estructura de la Secretaría de
Gobierno permanecieron sus tres alfiles, que siguieron operando cercanamente
con el oriundo de Otatitlán. Hasta esta semana. ¿Qué fue lo que pasó?
Rocío Nahle responsabiliza a Cisneros –y por ende, a sus cercanos en el
gobierno- de la filtración de toda la documentación que ha evidenciado la vida de
lujos de la abanderada de la “austeridad republicana” y sobre todo, exhibido
públicamente la incongruencia entre sus ingresos como servidora pública y el
aumento desorbitado de su patrimonio, demostrado con escrituras en mano.
La paranoia se apoderó de quienes juran que llevan una ventaja inalcanzable y
que la elección es mero trámite. Y a dos semanas de los comicios, iniciaron una
purga en el gobierno estatal que podría ir todavía más allá, mientras Cuitláhuac
García es un cero a la izquierda.
No podía esperarse otra cosa tampoco. El estilo zacatecano es bastante
autoritario, de esa “izquierda” más bien estalinista que se asoma amenazante en
Morena. Lo ha demostrado en más de una ocasión.
Esquirol y mamón
Pésima actitud la del candidato presidencial de Movimiento Ciudadano Jorge
Álvarez Maynez en su visita a Xalapa.
Con una actitud prepotente y altanera, él y sus “oompa loompas” maltrataron
a los reporteros que ellos mismos convocaron a la universidad a la que acudió
y que, como con cualquier candidato, buscaban una declaración.
Hasta en eso es igual a sus verdaderos patrones.
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