Como era previsible, la imagen del presidente Enrique Peña Nieto resultó severamente dañada por la crispación que se generó en torno de los estudiantes desaparecidos en el estado de Guerrero y la mansión de la esposa del mandatario, Angélica Rivera.
De acuerdo con la encuesta nacional que publicó este lunes el Grupo Reforma, exactamente a dos años de que Enrique Peña Nieto asumió la Presidencia de México, la popularidad del mandatario está en caída libre. Su aprobación ciudadana alcanza apenas 39 por ciento, lo cual representa el nivel más bajo que ha tenido un Presidente desde 1995, cuando la crisis económica por el llamado “error de diciembre” acabó con la utopía de la entrada del país al primer mundo.
La encuesta de Reforma también muestra que tras haber iniciado su administración con sólo 30 por ciento de desaprobación ciudadana en 2012 –lo que en política es bastante decir– para el mes de agosto del presente año ésta llegaba a 46 por ciento. Pero después de los escándalos, el rechazo popular al gobierno de Enrique Peña Nieto es de 58 por ciento. Y va en aumento. Reforma también consultó en su estudio el nivel de aprobación del Presidente entre los “líderes de opinión”.
El resultado es demoledor. De 78 por ciento de aceptación con el que Peña Nieto arrancó su gestión, ésta se desplomó hasta 21 por ciento. Y aun cuando las encuestas son indicadores fugaces de la percepción de un segmento de la población que varían constantemente, sí ofrecen un panorama del momento en el que se levantan, mismo que para la administración de Peña Nieto es bastante sombrío.
Quizás por esa razón es que muchos adversarios y hasta supuestos aliados han comenzado a hacer “leña del árbol caído” y se han dedicado a vapulear a Peña Nieto, como pensando que de ésta ya no se va a levantar. Es el caso del Gobierno de Veracruz y sus amanuenses.
Mientras en el discurso oficial la administración de Javier Duarte le expresa su “apoyo irrestricto” al Presidente de la República, por debajo del agua le ha mandado a hacer la guerra a través de un intenso golpeteo mediático. Porque no es casual que las plumas asociadas al gobierno de la “prosperidad” duartista, de buenas a primeras, prácticamente en coro, arremetieron con todo en contra del Gobierno Federal, lanzando ácidas críticas al Presidente al que hace unas cuantas semanas alababan por las reformas estructurales, y hasta poniéndose del lado de los grupos que, también unas cuantas semanas atrás, tachaban de “revoltosos” “inútiles” y “violentos”.
¿Por qué el gobierno del priista Javier Duarte atacaría al gobierno del priista Enrique Peña Nieto? Por una razón muy sencilla. El primero está furioso con el segundo porque lo desairó en la inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2014, y porque ni el intento hizo de hacerse presente en la clausura.
Así que aprovechando la debilidad –aparente– de la figura presidencial y montándose en la ola de las críticas que se le han hecho desde otros frentes, el gobierno veracruzano se “vengó” del federal, de la misma manera torpe y sin argumentos con la que se pretende “desquitar” de quienes ejercen la crítica a sus (malas) acciones, ineptitud y crapulencia.
Sólo que, a diferencia de sus críticos, la respuesta del Presidente sí puede ser de grandes dimensiones –y consecuencias– para ese duartismo que quiere extenderse en el poder otros dos años más. En las participaciones federales lo verán.