El largamente anunciado reportaje “Mexican political family has close tiesto ruling party, and homes in the U.S.” del diario The New York Times, sobre los políticos mexicanos propietarios de lujosos y millonarios inmuebles en Estados Unidos, pone un especial énfasis en la relación entre los ex gobernadores José Murat Casab y Fidel Herrera Beltrán, a quienes involucra directamente en la adquisición de bienes en el corazón de la Gran Manzana.
El diario –cuyo accionista mayoritario es, por cierto, el magnate mexicano Carlos Slim Helú–, destaca que según la asesora de inversiones Geralda Buckley Kral, ella ayudó a “una familia de apellido Herrera a establecer un fideicomiso que en 2007 se utilizó para comprar un condominio, ubicado entre la calle 40 West y la 55, en un pequeño edificio sobre la famosa Quinta Avenida, cerca del Museo de Arte Moderno y Central Park. Las escrituras enlistan a un hijo de Fidel Herrera, amigo de Murat, como representante de la compañía fantasma que compró el condominio”.
Ese hijo del ex gobernador veracruzano es seguramente Javier Herrera Borunda, quien desde hace varios años es socio de Alejandro Murat Hinojosa –el hijo del ex gobernador oaxaqueño, también implicado en la compra de condominios en Nueva York– en un despacho de abogados que ambos comparten en un edificio ubicado en Santa Fe, una de las zonas de más alta plusvalía de la Ciudad de México.
La relación entre ambas familias, pues, no es de ahora. El New York Times la ubica desde finales de la década de los 60 y principios de los 70, cuando Fidel Herrera y José Murat se unieron a “un grupo progubernamental”, que no es otro que el sector juvenil del Partido Revolucionario Institucional, donde ambos iniciaron su carrera política. Desde entonces, cita el periódico estadounidense, son “amigos cercanos”.
Vaya que esa amistad les ha rendido frutos. De acuerdo con el reportaje, ambos políticos participan juntos en negocios inmobiliarios en el estado de Chiapas, donde, “coincidentemente”, Javier Herrera Borunda ocupó un cargo en el gobierno de Manuel Velasco Coello entre 2012 y 2014.
Sólo que algo habrá de turbio en esos negocios, que un abogado y activista chiapaneco, Horacio Culebro, presentó una denuncia por “desviar recursos del estado hacia compañías constructoras” en las que Herrera Beltrán y Murat Casab “tienen intereses”, lo que le valió recibir amenazas a su teléfono celular y a su Facebook, y por lo cual responsabilizó a ambos ex mandatarios de “cualquier cosa que llegue a sucederme”, remarca The New York Times.
En el reportaje firmado por las periodistas Louise Story, Alejandra Xanic von Bertrab y Stephanie Saul, se alude también a una petición hecha por senadores de oposición en el verano de 2013, para que la Procuraduría General de la República investigara “una gran red de corrupción en la que están involucrados ex gobernadores”, entre los que se incluyó a los de Veracruz y Oaxaca, que, por supuesto, se deslindaron. Exactamente igual que ahora.
A Herrera y a Murat los identifica su origen humilde, el primero en la comunidad veracruzana de Nopaltepec, municipio de Cosamaloapan, y el segundo en el istmeño pueblo de Ixtepec, Oaxaca; así como su manera de hacer política y ejercer el poder, casi como monarcas de sus demarcaciones.
Durante su sexenio, Fidel Herrera contrató a su amigo José Murat como asesor de su administración, función que sigue desempeñando en el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, a un costo, hasta donde se sabe, altísimo.
Tanto financiero como político.