Preguntarse por qué el Gobierno del Estado permite los grotescos espectáculos de la agrupación mercenaria que se autodenomina Movimiento Nacional de los 400 Pueblos, es ocioso.
Su líder, César del Ángel Fuentes, transó con Javier Duarte de Ochoa durante la campaña a la gubernatura de 2010 para lanzar a sus hordas desnudistas en contra de su principal oponente en esos comicios, el panista Miguel Ángel Yunes Linares, con quien el vetusto dirigente de por sí tiene viejas afrentas, y al que gustosamente se prestó a hostigar en donde se presentaba.
Desde principios de la década de los 90 del siglo pasado, César del Ángel se ha dedicado a lo que se ha convertido en una lucrativa industria para él: la invasión de predios e inmuebles, bajo el pretexto de que sus seguidores, falsos campesinos, quieren tierras para siembra.
Que se sepa, ni él ni sus huestes tienen una sola parcela sembrada en ninguna parte. Pero lo que sí ha logrado es hacerse rico a costa de lucrar con un supuesto movimiento social que sólo es un vulgar –en el sentido más amplio de la palabra- grupo de choque que se vende al mejor postor.
Como buen mafioso, César del Ángel cree que puede chantajear a su antojo a sociedades enteras, y ya no digamos a gobiernos. Es lo que hace desnudando a sus huestes en la vía pública cada vez que quiere presionar para obtener alguna prebenda. Y mientras sus seguidores exponen sus cuerpos al sol o al frío –por un pago, no hay nobleza en sus actos-, el líder se hospeda en buenos hoteles, come en los mejores restaurantes y negocia privilegios de los que sus “campesinos” reciben migajas.
El manto de impunidad que cubre a César del Ángel desde que el entonces gobernador Miguel Alemán Velasco tomó la desafortunada decisión de liberarlo de la prisión, a principios de su sexenio, lo hace cometer toda clase de ilegalidades, sabedor de que nadie en el gobierno de Javier Duarte levantará la mano en su contra. Para eso son aliados. Por eso su hijo Marco Antonio del Ángel es diputado local del PRI en la LXIII Legislatura.
Así que lo mismo agrede violentamente a periodistas que lo critican, como provoca enfrentamientos con otras organizaciones, incluso priistas, por el control de terrenos, bodegas, edificios, etcétera.
Y aunque para quienes no saben lo que hay detrás de César del Ángel y sus 400 Pueblos ver a estos hombres y mujeres bailotear semidesnudos en la vía pública sea una curiosidad e incluso les provoque (inmerecida) conmiseración, la realidad es que se constituyen varios delitos que si la autoridad tuviera un ápice de responsabilidad, perseguiría. César del Ángel debería estar en la cárcel de nuevo.
Los últimos tres días, el centro de la ciudad de Xalapa ha sido el escenario de una nueva exhibición de los 400 Pueblos. Sólo que esta vez, el muy “valiente” César del Ángel envió a desnudarse a las mujeres de su agrupación, entre las que se cuentan menores de edad.
Tan sólo el hecho de que se utilice perversamente el cuerpo de las mujeres para los fines aviesos de este rufián constituiría el delito de lenocinio, que según la definición de varios códigos penales del país lo cometen quienes “sin autorización legal, habitual o accidentalmente exploten el cuerpo de la mujer por medio del comercio carnal, se mantengan de este comercio u obtengan de él un lucro cualquiera”.
Pero además, al participar menores de edad en las protestas desnudistas, se podrían configurar otros tipos penales, como abusos deshonestos, corrupción de menores y los que resulten.
Quien esto escribe considera que es deber de la directora del Instituto Veracruzano de las Mujeres, Edda Arrez, y de su homóloga a nivel municipal en Xalapa, Yadira Hidalgo, condenar públicamente los abusos sistemáticos contra las mujeres que comete César del Ángel, e incluso, interponer una denuncia, mínimo, por explotación.
Como se siente intocable, César del Ángel se pone bravucón con la prensa, a la que le espeta que él no tiene por qué darle explicaciones a nadie de su infame proceder.
Y con su silencio y omisiones, pareciera que las autoridades le dan la razón.