Muy cara podría salirle al gobierno de Javier Duarte de Ochoa la “cacería de brujas” que emprendió contra funcionarios y ex funcionarios de su propia administración y de la anterior, con el fin de “lavarse las manos” y evadir responsabilidades por el desaseo en el manejo de las finanzas de la entidad, que según ellos ya fue “aclarado”.
El contralor general del estado, Ricardo García Guzmán, dio a conocer los nombres de los ex funcionarios a quienes se les iniciaron procesos administrativos que podrían ir desde un apercibimiento hasta una inhabilitación para ocupar cargos públicos hasta por diez años.
El ex funcionario de mayor rango que enfrentará este proceso es el ex secretario de Finanzas y Planeación, ex contralor general del estado y ex auditor general del Órgano de Fiscalización Superior Mauricio Audirac Murillo. Es a él a quien pretenden cargarle toda la responsabilidad de algo que ha venido ocurriendo desde el sexenio de Fidel Herrera Beltrán.
Independientemente de que Audirac tenga responsabilidad porque se hubiese prestado a hacer los “enjuagues” financieros que se le buscan achacar, es inverosímil que haya actuado sin la anuencia –si no es que a orden expresa– de su superior, el titular del Poder Ejecutivo del Estado.
Pero si el caso de Audirac es inaudito, el de Carlos Aguirre Morales es poco menos que escandaloso.
El ahora ex subsecretario de Egresos de la Secretaría de Finanzas llevaba diez años en esa dependencia. Y su rol iba más allá de las atribuciones legales de los cargos que ocupó en ese lapso: se trataba del operador financiero encargado de mover el dinero “por debajo del agua” desde el sexenio de la “fidelidad”.
Como tesorero del estado, Aguirre Morales entregó millonarias cantidades de dinero a medios de comunicación, constructoras y proveedores de servicios que eran “palomeados” con la “firma buena” del entonces gobernador Fidel Herrera Beltrán, lo que siguió haciendo, aunque con menor poder, en el primer tramo del gobierno de Javier Duarte, quien además era, ni más ni menos, que su jefe directo en la anterior administración estatal.
El ostentoso estilo de vida de Carlos Aguirre era conocido por todo mundo desde el sexenio anterior. Su boda fue legendaria por el tremendo derroche de dinero. Y ya no digamos la fiesta en la que contrató a la cantante Belinda para celebrar el cumpleaños de su hija. Sólo que sacarle hasta ahora sus “trapitos al sol” es, simplemente, hipócrita.
Pero para salvarse a sí mismo de la “quema”, Javier Duarte decidió “sacrificar” a Audirac y a Aguirre, a quienes ya mandó colocarles el sambenito de “desleales” por “haberle fallado a Veracruz”.
Sí. La misma etiqueta que meses atrás Javier Duarte mandó colocarles a otros dos cercanos colaboradores suyos, Gabriel Deantes y Edgar Spinoso, a quienes echó de su gobierno exactamente con los mismos calificativos, haciendo escarnio público de ellos, y a quienes después “perdonó”, premiando al primero con la Secretaría del Trabajo estatal, y al segundo haciéndolo ganar –con todos los recursos del estado, helicópteros incluidos– la diputación federal por Martínez de la Torre.
Dar crédito a que a los ahora ex funcionarios se les sanciona porque “no entregaron la información que acreditaba la correcta aplicación de los recursos federales en el momento que debieron haberlo hecho”, implica aceptar que al Gobernador de Veracruz le “pasan de humo” las cosas, que no tiene autoridad y que sus colaboradores hacen lo que quieren.
En realidad, lo que quiere es lavarse las manos. Pero si Audirac y Aguirre abren la boca, el tiro podría salirle por la culata.
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