Una intrincada sucesión de juegos políticos perversos se han registrado en las últimas semanas en Veracruz, en torno de la lucha por la gubernatura. Notoriamente dirigido por el jefe del clan, Fidel Herrera Beltrán, el grupo gobernante en el estado se revuelve en sus entrañas para buscar, a como dé lugar, mantener el poder al menos hasta 2018.
Y para ello, reparten “atole con el dedo” y juegan con varios peones en lo que más que un juego de ajedrez, parece un circo de varias pistas.
Desde el gobierno estatal, se impulsan las aspiraciones de al menos cuatro personajes, dos de ellos fidelistas de cuño, un ex panista que se quiere hacer pasar por “bronco” y un Yunes de ésos de los que el propio Fidel Herrera dijo alguna vez que nunca llegarán a gobernar el estado.
Los diputados federales electos Erick Lagos Hernández y Jorge Carvallo son los representantes directos de los intereses de su “maestro”, el ex gobernador Herrera Beltrán. Sólo ellos le garantizan a esa corriente la continuidad en el poder, pero sobre todo, la impunidad a todas las atrocidades cometidas por esa camarilla a lo largo de la última década.
Desde la Cámara de Diputados, ambos intentarán hacer crecer su posicionamiento entre la población para buscar estar en condiciones de inscribirse en la puja por la candidatura del PRI a la gubernatura. Aunque por ahora, las encuestas lo que reflejan es una abismal diferencia respecto de los punteros.
De Gerardo Buganza Salmerón mencionamos en una anterior entrega que es un mero distractor para intentar pulverizar el voto panista. Sólo que quizás no contaba con que, tras su “destape” como candidato “independiente”, sería repudiado por sus ex correligionarios, hasta por los que son adversarios de los “Yunes azules”, que lo ven como un traidor que se vendió al fidelismo que antes combatió, y que fueron los primeros en exigir su renuncia a la Secretaría de Gobierno –que se concreta este viernes– al haber perdido capacidad de interlocución política.
Además, su “independencia” de las mafias partidistas es un mito. Cuando inició el gobierno de Javier Duarte, Buganza Salmerón, como todos los demás secretarios de despacho de esa administración, pagó cuotas al Partido Revolucionario Institucional y acudió incluso a varios consejos políticos estatales del PRI. Los recibos los tienen en la Secretaría de Finanzas del Comité Directivo Estatal tricolor.
Para “aplacar” su ira tras la aprobación de la gubernatura de dos años, el gobernador Javier Duarte pactó con el senador Héctor Yunes Landa apoyos para que éste se promoviese por todo el estado, a cambio de que dejara de lado el discurso crítico contra el gobierno estatal.
Yunes Landa aceptó, pactó con Duarte y emprendió una costosa campaña mediática que llegará a su cenit este domingo, cuando presente su informe de labores como legislador federal. Y para que no haya dudas de que también a él lo tienen “fondeado”, el gobernador Javier Duarte asistirá en calidad de invitado de honor. Pero lo engañan. No tienen ninguna intención de dejarlo llegar.
El enemigo en común de todos ellos, además del panista Miguel Ángel Yunes Linares, es el senador priista José Francisco Yunes Zorrilla, a quien con toda esta maraña de perversiones políticas pretenden marginar de la sucesión en la gubernatura, lo que ha llevado al político oriundo de Perote a endurecer drásticamente su discurso, criticando abiertamente el desaseo financiero de la administración de Javier Duarte de Ochoa, del cual está perfectamente al tanto gracias a su posición como presidente de la Comisión de Hacienda y Crédito Público del Senado.
Y mientras los políticos se despedazan por el poder, en Veracruz no se ve cómo salir del atolladero.