Termina el 2015, uno de los años más aciagos de la historia reciente de Veracruz. La violencia, la crisis económica, la corrupción política, fueron la nota dominante de un periodo que trajo más sinsabores que alegrías para los veracruzanos.
Se llegó al final de este año de manera prácticamente idéntica que doce meses atrás. Un gobierno estatal con serios problemas de liquidez, con todo y que se aprobó un nuevo crédito por más de 30 mil millones de pesos que supuestamente serían para pagar adeudos. Cientos de trabajadores protestando en las calles protestando por el incumplimiento en el pago de sus prestaciones. Proveedores y prestadores de servicios amagando con dejar de trabajar para el gobierno porque no hay manera de hacerlo honrar acuerdo alguno, aunque esté firmado. Ayuntamientos “ahorcados” porque les depositan sus participaciones federales con meses de retraso, cuando se las depositan. Un completo desastre.
Ante las presiones, como por arte de magia, desde la administración estatal se anuncia la “dispersión en tiempo y forma” de recursos para cubrir las obligaciones, aunque el dinero todavía tarda varios días en llegar a su destino.
Paralelamente, la violencia estalla contra los veracruzanos. A diferencia de los terribles días de las balaceras y los tiraderos de cadáveres de 2011 y 2012, atribuidos a ajustes de cuentas entre el crimen organizado, ahora son los ciudadanos de a pie los blancos de secuestros, levantones, robos, pago de derecho de piso y asesinatos a mansalva. La inseguridad se expande por el territorio veracruzano, con más ruido en unas regiones que en otras, pero con una única causa: la inoperancia gubernamental, cuando no abierta complicidad con los delincuentes.
El año 2016 no se avizora mejor. En marcha el proceso electoral que definirá la sucesión en la gubernatura, desde ahora la polarización y el encono han tomado la rienda del intercambio político y del discurso gubernamental. No hay adversarios, sino enemigos a muerte. Sin hacer muchas escalas, la violencia verbal se transforma en violencia jurídica y en violencia física. Los amigos no son tales, pero los enemigos lo son de verdad.
El periodismo y los periodistas fueron otras de las víctimas de la sinrazón que privó durante 2015. Al menos cuatro comunicadores veracruzanos –por nacimiento o por derecho, al ejercer en este estado su profesión– fueron asesinados. En todos los casos, la impunidad, la criminalización y la indiferencia han sido las respuestas oficiales.
Las embestidas que desde el gobierno del estado se han lanzado últimamente contra los medios críticos de esta administración son una señal ominosa así como una clara advertencia de lo que vendrá en 2016. Y mientras quienes trabajamos en el medio periodístico no entendamos que divididos somos infinitamente más vulnerables, los ataques, directos o apenas velados, continuarán, y quizás la sangre siga corriendo. Total, nadie paga por ello.
Comienza la recta final de un gobierno infausto, irresponsable y corrupto, cuyas manos están manchadas de sangre y de lodo, y que cree que silenciando periodistas se silencia la verdad.
Dentro de 349 días se desengañarán.
Vacaciones
Para aclarar las ideas y compartir con la familia, la Rúbrica y su autor se tomarán un necesario descanso de fin de año. Esta columna volverá a las andadas el 7 de enero de 2016. A sus lectores y editores, felices fiestas.
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